Hace casi 40 años un hombre introdujo su cabeza en un acelerador de partículas y, por error, este comenzó a funcionar. Fue así que a una velocidad casi tan alta como la de la luz un rayo atravesó su cabeza. Se trataba de Anatoli Bugorski, que a los 36 años de edad era investigador del Instituto de Física de Alta Energía en Protvinó, al sur de Moscú, Rusia.
Por aquellos años se creía que un rayo de 5 o 6 grays (unidad de medida de la dosis absorbida de radiaciones ionizantes por un determinado material) podían matar a una persona. Sin embargo, Bugorski fue expuesto a una carga de protones de unos 2.000 grays y sobrevivió.
¿Qué es un acelerador de partículas?
Entre fines del siglo XIX y principios del XX se lograron descubrir los elementos que conforman el átomo: protones, neutrones y electrones. Se creía entonces haber llegado a las unidades más elementales de la materia. No obstante, a fines de la década de 1960 comenzaron a elaborarse teorías respecto a que estas partículas estaban compuestas por otras aún más pequeñas pero que eran muy difíciles de separar.
Fue entonces, tal como explicó El Confidencial, que los físicos "dieron con una solución muy elegante que les permitía mirar el interior de las partículas y descubrir de qué están compuestas: estrellarlas unas contra otras con tanta fuerza que estallen en mil pedazos elementales" y así poder estudiarlos. Como la energía "ni se crea ni se destruye", aquella que poseían las partículas originales antes de la colisión "debe ser la misma que la del conjunto de escombros subatómicos que salgan disparados".
Para esto se crearon los aceleradores de partículas que fueron evolucionando hasta el famoso Gran Colisionador de Hadrones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). Sin embargo, previamente ya existían varios de ellos. Se trata de tubos que mediante imanes creaban campos magnéticos que iban acelerando las partículas manteniéndolas concentradas en un fino haz.
El caso de Anatoli Bugorski
El 13 de julio de 1978, Bugorski se encontraba trabajando con el mayor acelerador de partículas existente en territorio soviético, el sincrotrón U-70. Como reseñó el portal QZ, el científico "estaba comprobando el mal funcionamiento del equipo" e introdujo su cabeza en el tubo. Fue entonces que un mecanismo de seguridad falló y un haz de protones que viajaban casi a la velocidad de la luz le paso directamente a través de la cabeza.
A diferencia de lo que sucede en la historias de ciencia ficción, el rayo no le destruyó el cráneo. Lo que Bugorski recibió fue una dosis de radiación como las que se utilizan para tratar los tumores, solo que con una potencia mil veces mayor. A pesar de eso, en su relato posterior el científico contó que vio "un destello más brillante que mil soles" y no sintió dolor.
Las consecuencias inmediatas fueron la hinchazón del lado izquierdo de su cara, que con el tiempo se fue descamando y mostrando las quemaduras del rayo que llegaron hasta el hueso. La mitad de su cara quedó paralizada por el resto de su vida y perdió el sentido del oído. También desarrolló crisis de ausencia (lapsos breves de tiempo donde pierde la memoria) y epilepsia.
De todas maneras su capacidad intelectual no se vio afectada y logró terminar su doctorado. Además, contra todos los pronósticos, no se le ha diagnosticado ningún tipo de cáncer. Se trata de un caso único y a la vez sorprendente.