Guinness World Records ha anunciado este jueves que desactiva la categoría del récord del beso más largo del mundo por considerar que "la competición se volvió demasiado peligrosa" y algunas de las reglas "entraban en conflicto" con sus políticas actuales.
La marca fue establecida en 2013 en la ciudad tailandesa de Pattaya por la pareja Ekkachai y Laksana Tiranarat, que se besaron durante 58 horas y 35 minutos, empezando el 12 de febrero y terminando dos días después, el Día de San Valentín.
Dada la dificultad de romper el récord con el transcurso de los años, los aspirantes a quitarle la corona a la pareja tailandesa se veían expuestos a los peligros asociados a la privación del sueño, el desarrollo de psicosis o fatiga extrema.
Las reglas que todos los participantes debían cumplir también eran bastante duras. El beso debía ser continuo y los labios debían estar en contacto en todo momento. Al mismo tiempo, se permitía el consumo de líquidos con un sorbete, pero los labios no debían separarse, caso contrario, los participantes quedaban inmediatamente descalificaos.
La pareja tenía que estar despierta en todo momento y permanecer de pie, sin poder apoyarse en nada. No se permitían descansos, como tampoco el uso de pañales para adultos ni de compresas para la incontinencia.
Las parejas podían ir al baño, pero debían permanecer besándose mientras hacían sus necesidades. Durante todo el proceso, eran vigilados por un árbitro acompañante, encargado de asegurarse de que no hacían trampas.
En lugar del récord del beso más largo, Guinness World Records decidió establecer una nueva categoría: el maratón de besos más largo. "La diferencia fundamental, como en todos nuestros récords de 'maratón más largo', es que los participantes pueden descansar. Después de cada hora continua de besos, los aspirantes ganan cinco minutos de descanso, que pueden acumularse si no se utilizan", explicó.
A los participantes del maratón de besos más largo se les permite dormir, comer y separar los labios durante estos breves descansos, lo que reduce el riesgo de desmayo, psicosis o necesidad de reanimación posterior.