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"Pinochet tenía armas químicas, suficientes para matar a la mitad de Santiago"
El régimen de Augusto Pinochet dispuso de toxinas botulínicas suficientes para matar a miles de personas dentro y fuera de Chile, según reveló la exdirectora del Instituto de Salud Pública (que depende del Ministerio de Salud), Ingrid Heitmann.
La historia se remonta a la década de 1980, cuando el régimen de Pinochet estaba en tensas relaciones con Argentina, Perú y Bolivia, además de protestas en el interior del país por la crisis económica.
En una entrevista con la agencia DPA, Heitmann relató que las toxinas permanecieron en secreto durante 27 años en un subterráneo del Instituto de Salud Pública (ISP), y en 2008 fueron descubiertas e incineradas en secreto, sin informar al Gobierno de la entonces presidenta Michelle Bachelet o la Justicia.
Según las revelaciones de Heitmann, quien en los primeros años de la dictadura fue detenida y torturada dos veces por los equipos represivos, se trata de "dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago". En las cajas faltaban algunas ampollas.
Insistió en que las sustancias fueron halladas por casualidad, cuando ella ordenó hacer una limpieza de los refrigeradores del subterráneo. "Si no lo ordeno, seguirían allí", declaró.
Según la doctora, estas cajas nunca fueron encontradas por la Policía de Investigaciones a pesar de que fue muchas veces al ISP, ya que "no revisaron nunca el subterráneo".
Heitmann recordó haber quedado "espantada" por el hallazgo. "No pensé que pudieran ser importantes para un proceso judicial, no se sabía lo de Frei", explicó la mujer su decisión de incinerarlas en secreto, refiriéndose al caso de la muerte en 1982, durante la dictadura militar, del expresidente Eduardo Frei, en la que se investiga un posible envenenamiento.
Heitmann contó, además, que una figura clave en la producción y aplicación de estas sustancias fue el químico y agente de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), Eugenio Berrios, sacado de Chile por militares en 1991.
"Efectivamente hay testimonios, entre los funcionarios más antiguos, de que Berríos se paseaba por el ISP como si fuera su casa", sostuvo Heitmann.
"Las toxinas botulínicas son armas químicas", subrayó la científica, afirmando que no tenían por qué estar almacenadas en el ISP, un laboratorio civil.
Asimismo, mencionó que Chile no poseía capacidad para producir esta sustancia.
La toxina botulínica es uno de los venenos más poderosos que existen. Es considerada extremadamente peligrosa y un arma de destrucción masiva, prohibida por las Convenciones de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Las reacciones a las declaraciones de Heitmann, entre ellas las de los expresidentes chilenos Eduardo Frei (hijo) y Michelle Bachelet, no se han hecho esperar. "¿Por qué los comandantes en jefe no dan la verdad? ¿Por qué siguen guardando información? ¿Me van a señalar que el Ejército, como tantas veces nos han dicho, no sabe nada?", reclamó Frei, en diálogo con Radio Cooperativa.
Según cifras oficiales, durante los 17 años que duró el régimen pinochetista (1973-1990) más de 3.200 chilenos murieron a manos de agentes del Estado (de los que unos 1.200 fueron detenidos y continúan en condición de desaparecidos), más de 28.000 fueron torturados y sufrieron prisión política y varios centenares de miles debieron exiliarse.
En una entrevista con la agencia DPA, Heitmann relató que las toxinas permanecieron en secreto durante 27 años en un subterráneo del Instituto de Salud Pública (ISP), y en 2008 fueron descubiertas e incineradas en secreto, sin informar al Gobierno de la entonces presidenta Michelle Bachelet o la Justicia.
Según las revelaciones de Heitmann, quien en los primeros años de la dictadura fue detenida y torturada dos veces por los equipos represivos, se trata de "dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago". En las cajas faltaban algunas ampollas.
Insistió en que las sustancias fueron halladas por casualidad, cuando ella ordenó hacer una limpieza de los refrigeradores del subterráneo. "Si no lo ordeno, seguirían allí", declaró.
Según la doctora, estas cajas nunca fueron encontradas por la Policía de Investigaciones a pesar de que fue muchas veces al ISP, ya que "no revisaron nunca el subterráneo".
Heitmann recordó haber quedado "espantada" por el hallazgo. "No pensé que pudieran ser importantes para un proceso judicial, no se sabía lo de Frei", explicó la mujer su decisión de incinerarlas en secreto, refiriéndose al caso de la muerte en 1982, durante la dictadura militar, del expresidente Eduardo Frei, en la que se investiga un posible envenenamiento.
Heitmann contó, además, que una figura clave en la producción y aplicación de estas sustancias fue el químico y agente de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), Eugenio Berrios, sacado de Chile por militares en 1991.
"Efectivamente hay testimonios, entre los funcionarios más antiguos, de que Berríos se paseaba por el ISP como si fuera su casa", sostuvo Heitmann.
"Las toxinas botulínicas son armas químicas", subrayó la científica, afirmando que no tenían por qué estar almacenadas en el ISP, un laboratorio civil.
Asimismo, mencionó que Chile no poseía capacidad para producir esta sustancia.
La toxina botulínica es uno de los venenos más poderosos que existen. Es considerada extremadamente peligrosa y un arma de destrucción masiva, prohibida por las Convenciones de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Las reacciones a las declaraciones de Heitmann, entre ellas las de los expresidentes chilenos Eduardo Frei (hijo) y Michelle Bachelet, no se han hecho esperar. "¿Por qué los comandantes en jefe no dan la verdad? ¿Por qué siguen guardando información? ¿Me van a señalar que el Ejército, como tantas veces nos han dicho, no sabe nada?", reclamó Frei, en diálogo con Radio Cooperativa.
Según cifras oficiales, durante los 17 años que duró el régimen pinochetista (1973-1990) más de 3.200 chilenos murieron a manos de agentes del Estado (de los que unos 1.200 fueron detenidos y continúan en condición de desaparecidos), más de 28.000 fueron torturados y sufrieron prisión política y varios centenares de miles debieron exiliarse.
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