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EE.UU.: La revolución del gas de esquisto acaba en catástrofe ecológica

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En la carrera por la independencia energética la Casa Blanca no se preocupa por la suerte de sus propios ciudadanos. La revolución del gas de esquisto se ha convertido en una pesadilla, y la única forma de salvarse es abandonar el hogar.
La obsesión del Gobierno estadounidense por convertirse en un país energéticamente autosuficiente está acabando en una catástrofe ecológica que impacta especialmente en los estados de Pensilvania, Texas y Luisiana, donde se encuentran las mayores explotaciones de gas de esquisto.

En estos lugares, los trabajos de extracción están transformando las tierras agrícolas en un yermo envenenado por los productos químicos utilizados en la obtención del gas por la tecnología de fracturación, según una investigación realizada por la Oficina Internacional de Investigación Independiente y publicada en su portal.

Los voluntarios de la organización viajaron a varios estados de EE.UU. para ver con sus propios ojos a qué consecuencias lleva la exploración del gas esquisto.

La tecnología de fracturación hidráulica, que fue desarrollada en 1940 y llamada, debido a sus catastróficos efectos secundarios, 'terrorismo verde', apenas ha evolucionado. Los habitantes de las zonas ocupadas por las corporaciones de extracción de esquisto empezaron a sufrir varias enfermedades porque el agua potable del área se convirtió en veneno. Resulta que los productos químicos de la composición líquida de los 20 millones de litros bombeados a los pozos junto con el gas extraído se filtran en las aguas subterráneas contaminándolas.  
 
La situación en la región se agravó hasta tal punto de que se podía prender fuego al agua que salía del grifo
La composición del líquido empleado es un secreto comercial, pero, según un grupo de ambientalistas estadounidenses, el fluido de fracturación se compone de más de 90 sustancias químicas diferentes.

Debido a las fugas de gas de los pozos defectuosos el nivel de metano y metales pesados superó significativamente lo permitido en aguas subterráneas. Lo alarmante es que el número de fugas de fluidos tóxicos en la formación geológica puede superar el 70% del volumen inyectado.

Las familias afectadas por la intoxicación se ven obligadas a vender sus fincas a bajos precios y a abandonar la zona como única opción para mejorar su estado de salud y volver a una vida tranquila. Mientras tanto, las empresas involucradas tratan de silienciar el problema. Así, a la familia Hallovich, cuyos hijos continuamente enfermaban, la compañía fabricante le ofreció una compensación de 750.000 dólares para que abandonaran la zona contaminada sin divulgar información acerca de los efectos del gas.



Según Iris Marie Bloom, directora de la fundación Proteger Nuestras Aguas, con sede en Filadelfia, se conocen cientos de casos de intoxicación por agua. "También sabemos que a las víctimas las amenazan y les exigen silencio. Los productores promocionan el gas de esquisto como un combustible limpio, pero en todas las etapas de su producción se contamina el medio ambiente".

Este verano los investigadores de la Universidad de Duke analizaron 141 muestras de agua potable de pozos particulares del noreste de Pensilvania cerca de las zonas de extracción de gas de esquisto. Los resultados alarmaron a los especialistas: la concentración de metano superaba seis veces el nivel permitido en EE.UU. y la de etano, 23 veces. La situación en la región se agravó hasta tal punto de que se podía prender fuego al agua que salía del grifo.



Existe además el riesgo de toparse con el metano que está buscando una salida hacia la superficie. Así, un granjero en Pensilvania, al tratar de excavar en su propio terreno, provocó una fuga de 84.000 metros cúbicos de metano durante tres días seguidos.

Más aún, el informe del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia revela que la tecnología de fracturación hidráulica puede provocar terremotos. El estudio se llevó a cabo en el estado de Ohio, en uno de los sitios de producción de gas pizarra. En su observación de la zona durante más de un año, los especialistas registraron 109 sismos, con una magnitud máxima de 3,9. De esta manera, a los que tienen la dudosa suerte de vivir en el área de extracción de gas de esquisto se los puede, literalmente, tragar la tierra.



Surge una pregunta razonable: ¿por qué el presidente Obama ignora esta situación catastrófica? Y la respuesta es bastante sencilla: cumple con sus promesas electoralistas, según las cuales bajo su Gobierno se produciría una revolución del gas de esquisto que convertiría EE.UU. en un país autosuficiente en gas natural durante 100 años.

Bonitas promesas que nunca se harán realidad: el presidente de EE.UU se olvidó de decir que técnicamente es inviable la extracción de la mayor parte de los recursos de esquisto porque resultaría increíblemente cara. Contando el volumen que puede ser extraído a un precio racional y teniendo en cuenta el ritmo actual de consumo de EE.UU., las reservas de EE.UU. bastarían para unos once años en el 'paraíso' de la autosuficiencia. Y si el consumo de gas se incrementa, los recursos se agotarán mucho antes.
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