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Inmigrantes ucranianos: "La Ucrania de hoy se parece a la Argentina de Menem"
La situación en Ucrania no puede pasar desapercibida para sus ciudadanos residenciados en otros países. Los ucranianos asentados en Argentina siguen el minuto a minuto de la crisis, con profunda preocupación por sus seres queridos.
"En un tiempo cuando Ucrania estaba bien, llamaba a mis amigos. Pero ahora casi todo el día estoy leyendo diarios. En ruso y ucraniano para comparar información", comenta Andréi Kosetski, quien llegó al país sudamericano poco antes de la disolución de la Unión Soviética.
Poco tiempo después de su regreso a Buenos Aires, tras el último viaje a su país natal para visitar a sus familiares, el entonces Gobierno de Víktor Yanukóvich se negó a firmar el Tratado de Asociación con la Unión Europea y estalló la crisis. Hoy, aún a la distancia del foco de conflicto, la vida de Andréi también se ve alterada por la preocupación.
"Mi señora tiene que viajar el 29, es un viaje que está programado desde principio de año o antes. Pero, bueno, suspendimos, porque la verdad no sabemos qué va a pasar", agregó.
"Cuando caminé por la Kreschatik, la calle principal de Kiev, me quedé asombrado. Todo estaba alquilado o comprado por empresas extranjeras. Todos los edificios, todos los negocios. Me hizo acordar a la época de Menem acá, que se vendía todo", dijo recuerda Ladislao.
Para él, el conflicto se vuelve más difícil de resolver con la injerencia de EE.UU. y la Unión Europea, que persiguen sus intereses en la región.
"Es lo mismo que los cohetes soviéticos en Cuba. [John F.] Kennedy no podía permitir a unos 144 kilómetros que haya cohetes. De la misma manera hoy Rusia no puede permitir que se instalen bases de la OTAN, que está a 5.000 kilómetros. ¿Qué tiene que ver el Atlántico Norte con Ucrania? Está un poco lejos", reflexiona el comerciante.
Tanto Andréi como Ladislao aguardan que la situación llegue cuanto antes a buen puerto para sus seres queridos y sobre todo que cese la violencia. Aún confían en que la historia común y los lazos culturales pesarán más que cualquier otro tipo de intereses.
"Acá en la comunidad no hacemos mucha diferencia entre rusos, ucranianos, la gente de ex-Unión Soviética. Para mí son toda gente igual. La vida me enseñó que son todos gente igual", dijo Kosetski.
Un restaurante en Buenos Aires es uno de los puntos de reunión elegidos por muchos de los ucranianos y rusos que viven en la Argentina, donde, entre comidas típicas, comparten charlas y opiniones sobre la difícil situación que se vive en algunos de sus lugares de origen; y, mientras tanto, se aferran a la tradición para acortar la distancia con sus seres queridos.
Poco tiempo después de su regreso a Buenos Aires, tras el último viaje a su país natal para visitar a sus familiares, el entonces Gobierno de Víktor Yanukóvich se negó a firmar el Tratado de Asociación con la Unión Europea y estalló la crisis. Hoy, aún a la distancia del foco de conflicto, la vida de Andréi también se ve alterada por la preocupación.
"Mi señora tiene que viajar el 29, es un viaje que está programado desde principio de año o antes. Pero, bueno, suspendimos, porque la verdad no sabemos qué va a pasar", agregó.
Rusia no puede permitir que se instalen bases de la OTAN, que está a 5.000 kilómetros. ¿Qué tiene que ver el Atlántico Norte con Ucrania? Está un poco lejosLadislao Vaveliuk, un comerciante, es hijo de padres ucranianos y con su mujer, rusa, viajan todos los años a Moscú y Kiev y tienen su propia impresión sobre el proceso político que han vivido estos países tras la perestroika.
"Cuando caminé por la Kreschatik, la calle principal de Kiev, me quedé asombrado. Todo estaba alquilado o comprado por empresas extranjeras. Todos los edificios, todos los negocios. Me hizo acordar a la época de Menem acá, que se vendía todo", dijo recuerda Ladislao.
Para él, el conflicto se vuelve más difícil de resolver con la injerencia de EE.UU. y la Unión Europea, que persiguen sus intereses en la región.
"Es lo mismo que los cohetes soviéticos en Cuba. [John F.] Kennedy no podía permitir a unos 144 kilómetros que haya cohetes. De la misma manera hoy Rusia no puede permitir que se instalen bases de la OTAN, que está a 5.000 kilómetros. ¿Qué tiene que ver el Atlántico Norte con Ucrania? Está un poco lejos", reflexiona el comerciante.
Tanto Andréi como Ladislao aguardan que la situación llegue cuanto antes a buen puerto para sus seres queridos y sobre todo que cese la violencia. Aún confían en que la historia común y los lazos culturales pesarán más que cualquier otro tipo de intereses.
"Acá en la comunidad no hacemos mucha diferencia entre rusos, ucranianos, la gente de ex-Unión Soviética. Para mí son toda gente igual. La vida me enseñó que son todos gente igual", dijo Kosetski.
Un restaurante en Buenos Aires es uno de los puntos de reunión elegidos por muchos de los ucranianos y rusos que viven en la Argentina, donde, entre comidas típicas, comparten charlas y opiniones sobre la difícil situación que se vive en algunos de sus lugares de origen; y, mientras tanto, se aferran a la tradición para acortar la distancia con sus seres queridos.
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