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La cruzada ecológica desemboca en Río+20
La cumbre Río+20 dedicada a los problemas más acuciantes del medioambiente arrancó este 20 de junio en Brasil. Se trata del mayor encuentro internacional de este tipo jamás celebrado, ya que cuenta con la participación de 193 países.
Los más optimistas creen que el evento podría ser una oportunidad histórica para impulsar un acuerdo mundial que acabe con la degradación ambiental del planeta y ataje la pobreza. Sin embargo, el borrador de la declaración final acordado en vísperas de la inauguración de la cumbre, suscita numerosas críticas.
Sus opositores insisten que es demasiado tibio y que no aporta soluciones reales. Lo califican más bien como una especie de declaración de intenciones, sin metas ni objetivos. En el centro de Río de Janeiro se han reunido miles de activistas ecologistas para marchar luego por la ciudad, reclamando pasos concretos de los participantes de la reunión.
Acentúan que las tendencias actuales de 'maltrato' contínuo contra el planeta han adquirido un cariz muy peligroso. Las cifras parecen confirmar esta opinión. Según el Banco Mundial, los subsidios que se otorgan para realizar proyectos potencialmente dañinos para la naturaleza han alcanzado ya los 1,2 billones de dólares anuales. La mayor parte de esta suma se destina al abaratamiento de la extracción del combustible crudo, la pesca y la agricultura.
El mismo organismo acentúa lo crucial que supone para el éxito económico tener en cuenta los intereses medioambientales, y calcula que la degradación de la naturaleza ya cuesta al mundo un 10% de su PIB. En cuanto a otros aspectos del problema, el Fondo Monetario Internacional comunica que millones de personas pagan con sus vidas la difícil situación ecológica. Así, 70.000 ciudadanos de la India, por ejemplo, mueren cada año prematuramente por culpa de la contaminación que causan las centrales eléctricas que funcionan a base de carbón.
Hace dos años, en 2010, la abogada británica Polly Higgins propuso a Naciones Unidas que el ecocidio fuera reconocido como un crimen internacional contra la paz, al igual que el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Por el momento su iniciativa no ha encontrado apoyo a nivel oficial.
Sus opositores insisten que es demasiado tibio y que no aporta soluciones reales. Lo califican más bien como una especie de declaración de intenciones, sin metas ni objetivos. En el centro de Río de Janeiro se han reunido miles de activistas ecologistas para marchar luego por la ciudad, reclamando pasos concretos de los participantes de la reunión.
Acentúan que las tendencias actuales de 'maltrato' contínuo contra el planeta han adquirido un cariz muy peligroso. Las cifras parecen confirmar esta opinión. Según el Banco Mundial, los subsidios que se otorgan para realizar proyectos potencialmente dañinos para la naturaleza han alcanzado ya los 1,2 billones de dólares anuales. La mayor parte de esta suma se destina al abaratamiento de la extracción del combustible crudo, la pesca y la agricultura.
El mismo organismo acentúa lo crucial que supone para el éxito económico tener en cuenta los intereses medioambientales, y calcula que la degradación de la naturaleza ya cuesta al mundo un 10% de su PIB. En cuanto a otros aspectos del problema, el Fondo Monetario Internacional comunica que millones de personas pagan con sus vidas la difícil situación ecológica. Así, 70.000 ciudadanos de la India, por ejemplo, mueren cada año prematuramente por culpa de la contaminación que causan las centrales eléctricas que funcionan a base de carbón.
Hace dos años, en 2010, la abogada británica Polly Higgins propuso a Naciones Unidas que el ecocidio fuera reconocido como un crimen internacional contra la paz, al igual que el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Por el momento su iniciativa no ha encontrado apoyo a nivel oficial.
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