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Cuba abre sus cárceles a la mirada de Occidente
Cuba ha abierto las puertas de varias de sus cárceles a periodistas por primera vez en la última década. Con este gesto, la isla intenta salir al paso de las acusaciones sobre supuestas violaciones de derechos humanos en los centros penitenciarios.
Además, Cuba está dispuesta a abrir sus cárceles a organismos internacionales de derechos humanos para que visiten a los presos de la isla y verifiquen el tratamiento que se les da.
Entre las instituciones bienvenidas se encuentra el Comité de la Cruz Roja y Amnistía Internacional.
Tras años de mantener un cierto grado de secretismo alrededor de la política penitenciaria, ahora Cuba se muestra dispuesta a abrir las puertas de sus cárceles a los organismos internacionales. El objetivo es desmentir un sinfín de especulaciones que rodea las prisiones de la isla.
El sistema de reclusión de la nación antillana ha sido criticado en reiteradas ocasiones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos, que denuncian la detención de personas por razones políticas.
Los activistas consideran injusto, por ejemplo, el encarcelamiento del empresario estadounidense Alan Gross, que fue arrestado en 2009 en la isla y condenado a 15 años de prisión por espionaje. Además de este caso, que se convirtió en punto de fricción en las relaciones cubano-estadounidenses, los defensores de los derechos humanos acusan a La Habana de perseguir a los llamados disidentes. El Gobierno lo ve desde una óptica diferente.
“Nosotros no tenemos presos políticos. Nosotros tenemos personas que están en contra del proceso revolucionario y que cometen delitos contra la seguridad de Estado. Por estos delitos son sancionados y llevados la prisión”, sostiene Osmani Leiba Ávila, segundo jefe de la dirección de establecimientos penitenciarios en Cuba.
Las autoridades aseguran que su número es “insignificante” y que no supera la centena de personas. Además, destacan el alto índice de reinserción de los presos en la sociedad. Según datos oficiales, el 38% de los prisioneros de la isla regresan al camino de la delincuencia. Una cifra menor en comparación con el índice de EE.UU. que se sitúa en el 52%.
Mientras cumplen su condena, los reos en Cuba aprenden nuevos oficios, cuyos conocimientos podrían servirles tras salir de prisión.
“Yo tengo mi título en albañilería, y también puedes elegir más oficios: carpintería, enfermería, computación”, indica Leyron Miyrel.
Hoy en día en las cárceles cubanas hay unas 4.000 mujeres, la mayoría condenadas por robo, estafa o malversación. Mientras, el número de hombres reclusos en el país caribeño es mucho mayor, en total más de 50.000.
Tras años de mantener un cierto grado de secretismo alrededor de la política penitenciaria, ahora Cuba se muestra dispuesta a abrir las puertas de sus cárceles a los organismos internacionales. El objetivo es desmentir un sinfín de especulaciones que rodea las prisiones de la isla.
El sistema de reclusión de la nación antillana ha sido criticado en reiteradas ocasiones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos, que denuncian la detención de personas por razones políticas.
Los activistas consideran injusto, por ejemplo, el encarcelamiento del empresario estadounidense Alan Gross, que fue arrestado en 2009 en la isla y condenado a 15 años de prisión por espionaje. Además de este caso, que se convirtió en punto de fricción en las relaciones cubano-estadounidenses, los defensores de los derechos humanos acusan a La Habana de perseguir a los llamados disidentes. El Gobierno lo ve desde una óptica diferente.
“Nosotros no tenemos presos políticos. Nosotros tenemos personas que están en contra del proceso revolucionario y que cometen delitos contra la seguridad de Estado. Por estos delitos son sancionados y llevados la prisión”, sostiene Osmani Leiba Ávila, segundo jefe de la dirección de establecimientos penitenciarios en Cuba.
Las autoridades aseguran que su número es “insignificante” y que no supera la centena de personas. Además, destacan el alto índice de reinserción de los presos en la sociedad. Según datos oficiales, el 38% de los prisioneros de la isla regresan al camino de la delincuencia. Una cifra menor en comparación con el índice de EE.UU. que se sitúa en el 52%.
Mientras cumplen su condena, los reos en Cuba aprenden nuevos oficios, cuyos conocimientos podrían servirles tras salir de prisión.
“Yo tengo mi título en albañilería, y también puedes elegir más oficios: carpintería, enfermería, computación”, indica Leyron Miyrel.
Hoy en día en las cárceles cubanas hay unas 4.000 mujeres, la mayoría condenadas por robo, estafa o malversación. Mientras, el número de hombres reclusos en el país caribeño es mucho mayor, en total más de 50.000.
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