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"El secreto peor guardado del mundo": Revelan detalles del programa nuclear israelí
Un artículo publicado en la revista 'Foreign Policy' revela que en 1964 Israel compró en Argentina entre 80 y 100 toneladas de 'torta amarilla': polvo de uranio, necesario para fabricar una bomba nuclear. El hecho fue mantenido en secreto por EE.UU.
"El programa nuclear de Israel presenta una especie de paradoja para los historiadores. Si bien puede ser el secreto peor guardado del mundo, es también el programa nuclear más opaco del mundo", dicen los investigadores William Burr y Avner Cohen en su artículo publicado en 'Foreign Policy'. Al analizar decenas de documentos recientemente desclasificados por EE.UU., Burr y Cohen hicieron un descubrimiento que resuelve elenigma de cómo Israel logró obtener materias primas necesarias para convertir su programa nuclear a militar.
La revelación de los científicos abarca varias etapas del desarrollo del oscuro proyecto nuclear de Israel, empezando con la ayuda francesa en la construcción del reactor de Dimona, conocido formalmente como el Centro de Investigación Nuclear del Néguev.
Pero aunque inicialmente Francia se había comprometido a suministrar a Israel el combustible nuclear, un nuevo gabinete encabezado por Charles de Gaulle marcó un cambio en la política exterior francesa y en 1963, cuando la construcción del reactor ya estaba casi terminada, impuso severas restricciones a la oferta de uranio para Dimona.
Según 'Foreign Policy', Israel trató de producir su propio uranio a partir de fosfatos, pero los altos costos involucrados convencieron a los funcionarios israelíes de que deberían buscar una fuente extranjera.
Según Burr y Cohen, en 1964 la agencia de inteligencia canadiense descubrió que el Gobierno argentino estaba preparando un envío a Israel de entre 80 y 100 toneladas de óxido de uranio, un polvo concentrado de uranio necesario para fabricar una bomba nuclear.
Canadá compartió estos datos con el Reino Unido que se los pasó a la CIA. Escépticos al principio, los estadounidenses interrogaron a algunos diplomáticos de las embajadas de EE.UU. en Argentina e Israel que les confirmaron la información. Pero Washington no aplicó ninguna sanción contra su más próximo aliado para obligarlo a dejar sus ambiciones nucleares. El hermetismo alrededor del programa nuclear israelí hizo casi imposible elevar la presión sobre Israel para EE.UU. sin correr el riesgo de un escándalo internacional", afirman los investigadores.
"La compra de la 'torta amarilla' fue un importante secreto nuclear israelí, pero su mayor secreto nuclear fue la existencia de una instalación para transformar el combustible gastado del reactor de Dimona en plutonio apto para armas", reza el artículo.
Según resumen Burr y Cohen, "la historia de la compra de la 'torta amarilla' y su uso para fines militares recuerda al mundo la falta de restricciones internacionales para la venta del óxido de uranio".
La revelación de los científicos abarca varias etapas del desarrollo del oscuro proyecto nuclear de Israel, empezando con la ayuda francesa en la construcción del reactor de Dimona, conocido formalmente como el Centro de Investigación Nuclear del Néguev.
Pero aunque inicialmente Francia se había comprometido a suministrar a Israel el combustible nuclear, un nuevo gabinete encabezado por Charles de Gaulle marcó un cambio en la política exterior francesa y en 1963, cuando la construcción del reactor ya estaba casi terminada, impuso severas restricciones a la oferta de uranio para Dimona.
El hermetismo alrededor del programa nuclear israelí hizo casi imposible para EE.UU. presionar a Israel sin correr el riesgo de un escándalo
Según 'Foreign Policy', Israel trató de producir su propio uranio a partir de fosfatos, pero los altos costos involucrados convencieron a los funcionarios israelíes de que deberían buscar una fuente extranjera.
Según Burr y Cohen, en 1964 la agencia de inteligencia canadiense descubrió que el Gobierno argentino estaba preparando un envío a Israel de entre 80 y 100 toneladas de óxido de uranio, un polvo concentrado de uranio necesario para fabricar una bomba nuclear.
Canadá compartió estos datos con el Reino Unido que se los pasó a la CIA. Escépticos al principio, los estadounidenses interrogaron a algunos diplomáticos de las embajadas de EE.UU. en Argentina e Israel que les confirmaron la información. Pero Washington no aplicó ninguna sanción contra su más próximo aliado para obligarlo a dejar sus ambiciones nucleares. El hermetismo alrededor del programa nuclear israelí hizo casi imposible elevar la presión sobre Israel para EE.UU. sin correr el riesgo de un escándalo internacional", afirman los investigadores.
"La compra de la 'torta amarilla' fue un importante secreto nuclear israelí, pero su mayor secreto nuclear fue la existencia de una instalación para transformar el combustible gastado del reactor de Dimona en plutonio apto para armas", reza el artículo.
Según resumen Burr y Cohen, "la historia de la compra de la 'torta amarilla' y su uso para fines militares recuerda al mundo la falta de restricciones internacionales para la venta del óxido de uranio".
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