Ciencias
Decenas de potenciales 'ébolas' amenazan a la humanidad
Un grupo de virólogos rusos ha identificado en los últimos dos años decenas de agentes patógenos anteriormente desconocidos. Sobre la mayor parte de ellos aún no se sabe qué peligro representan para las personas, pero la investigación continúa.
Los buscan, los acumulan en un banco, los investigan y, finalmente, les dan nombre, según relató al periódico 'MK' el gerente del laboratorio de ecología viral del Instituto de Virología Ivanovski de la Academia de Ciencias Rusa, Mijaíl Schelkánov.
Con el nombre de un estero del río Volga, el Jurdún, ha sido bautizado un virus recién identificado que es representante del género de los orthobunyavirus. Otras especies del mismo produjeron brotes esporádicos de enfermedades como la encefalitis bunyamera, la fiebre bwamba (una enfermedad endémica sudafricana) y la fiebre de Orepuche (esta última registrada en Trinidad y Tobago y en Brasil).
El citado virus ha sido descubierto en la focha común, un ave gruiforme que habita las zonas húmedas de toda Eurasia, Australia y el norte de África. La cepa fue hallada por primera vez en el estuario del Volga en 2001 y, durante más de una década, los microbiólogos no fueron capaces de secuenciar su genoma hasta tener acceso a las tecnologías más modernas de genética molecular.
De los pájaros, el virus, igual que el resto de su género, se puede transmitir potencialmente a otros homotermos a través de los mosquitos flebótomos. Hasta el momento se desconoce si una persona puede contagiarse de esta manera, pero existe cierta probabilidad, dado que el resto de las fiebres mencionadas también se origina en las aves.
Otras especies virales transmitidas de la misma manera (flebovirus) están vinculadas con las aves marinas. Están bautizadas con los topónimos relacionados con su hallazgo, como el de las islas del Comandante, del río Rukutama y de la bahía de Paciencia.
La diversa flora marina padece una constante presencia de distintos parásitos, entre los cuales el experto destaca las garrapatas Ixodes uriae. Por ello se ha descubierto mucha vida nueva durante las expediciones ornitológicas a las costas y los archipiélagos de los océanos Pacífico y Glacial Ártico. De allí son el flavivirus de la isla Tiuleni (cepa que potencialmente puede causar gastroenteritis hemorrágica), los nairovirus de Sajalín y de Paramushir, los orbivirus de Ojotsk y de Aniva.
La primera conjetura sobre la naturaleza del ébola fue rusa
Los médicos del mundo no han podido controlar hasta el momento la propagación del ébola por falta de monitoreo científico de los focos naturales del virus en África Occidental, opina Schelkánov. Los microbiólogos de la Unión Soviética y Guinea se aproximaron a este problema ya en 1982. El laboratorio conjunto que funcionaba dentro del guineano Instituto Luis Pasteur trabajó sobre la hipótesis de un vínculo entre un vasto brote de hemorragia registrado en aquel entonces con los virus del Ébola y del Marburg, ya conocidos.
Si los científicos hubieran continuado estas investigaciones, asegura el virólogo, "se habrían podido diferenciar los primeros casos del brote de la fiebre del ébola en la provincia de Nzerekoré en diciembre de 2013 y se habrían podido adoptar las medidas necesarias mucho antes de que la epidemia llegara a su escala actual".
Con el nombre de un estero del río Volga, el Jurdún, ha sido bautizado un virus recién identificado que es representante del género de los orthobunyavirus. Otras especies del mismo produjeron brotes esporádicos de enfermedades como la encefalitis bunyamera, la fiebre bwamba (una enfermedad endémica sudafricana) y la fiebre de Orepuche (esta última registrada en Trinidad y Tobago y en Brasil).
El citado virus ha sido descubierto en la focha común, un ave gruiforme que habita las zonas húmedas de toda Eurasia, Australia y el norte de África. La cepa fue hallada por primera vez en el estuario del Volga en 2001 y, durante más de una década, los microbiólogos no fueron capaces de secuenciar su genoma hasta tener acceso a las tecnologías más modernas de genética molecular.
De los pájaros, el virus, igual que el resto de su género, se puede transmitir potencialmente a otros homotermos a través de los mosquitos flebótomos. Hasta el momento se desconoce si una persona puede contagiarse de esta manera, pero existe cierta probabilidad, dado que el resto de las fiebres mencionadas también se origina en las aves.
Otras especies virales transmitidas de la misma manera (flebovirus) están vinculadas con las aves marinas. Están bautizadas con los topónimos relacionados con su hallazgo, como el de las islas del Comandante, del río Rukutama y de la bahía de Paciencia.
La diversa flora marina padece una constante presencia de distintos parásitos, entre los cuales el experto destaca las garrapatas Ixodes uriae. Por ello se ha descubierto mucha vida nueva durante las expediciones ornitológicas a las costas y los archipiélagos de los océanos Pacífico y Glacial Ártico. De allí son el flavivirus de la isla Tiuleni (cepa que potencialmente puede causar gastroenteritis hemorrágica), los nairovirus de Sajalín y de Paramushir, los orbivirus de Ojotsk y de Aniva.
La primera conjetura sobre la naturaleza del ébola fue rusa
Los médicos del mundo no han podido controlar hasta el momento la propagación del ébola por falta de monitoreo científico de los focos naturales del virus en África Occidental, opina Schelkánov. Los microbiólogos de la Unión Soviética y Guinea se aproximaron a este problema ya en 1982. El laboratorio conjunto que funcionaba dentro del guineano Instituto Luis Pasteur trabajó sobre la hipótesis de un vínculo entre un vasto brote de hemorragia registrado en aquel entonces con los virus del Ébola y del Marburg, ya conocidos.
Si los científicos hubieran continuado estas investigaciones, asegura el virólogo, "se habrían podido diferenciar los primeros casos del brote de la fiebre del ébola en la provincia de Nzerekoré en diciembre de 2013 y se habrían podido adoptar las medidas necesarias mucho antes de que la epidemia llegara a su escala actual".
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