Ciencias
¿Cómo afecta el deshielo de la Antártida a la gravedad de la Tierra?
Los glaciares de la Antártida occidental se derriten y su volumen se reduce a un ritmo de 125 kilómetros cúbicos al año. Este deshielo provoca una caída en el campo de la gravedad sobre la región perceptible desde el espacio.
El satélite Grace de la NASA y el de la Agencia Espacial Europea, el GOCE, han proporcionado durante años alarmantes datos sobre ambos procesos. Y entre 2009 y 2012 un colectivo de científicos del Instituto Alemán de Investigación Geodésica, la Universidad Técnica de Múnich (Alemania), la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos) y el Laboratorio de Propulsión a Chorro (Estados Unidos) estableció una correlación inmediata entre ellos.
Para monitorear los efectos del cambio climático, la capa de hielo de la Antártida fue dividida convencionalmente en cuencas hidrográficas de distinto tamaño. A partir de esta matriz, las mediciones del Grace pudieron ser procesadas de manera comparativa para averiguar qué cambios sufren los glaciares en cada cuenca y cómo se produce la descarga de hielo a los océanos.
En cifras absolutas la variación de la gravedad no es muy grande, asegura la revista 'Slate'. Son mucho más importantes las alteraciones que se observan en la altimetría, especialmente en las zonas donde el hielo se derrite más velozmente. Pero lo que alimenta la mayor preocupación son los datos de la paleogeografía, puesto que, según se conoce, en el pasado los periodos de pérdida drástica del peso de los glaciares estuvieron seguidos de un alza en la actividad volcánica.
Este efecto se debe a la tensión del subsuelo. Las capas de hielo son tan pesadas que hunden la corteza terrestre. Al perder decenas de miles de millones de toneladas de peso anualmente debido a la desaparición de los glaciares, como sucede ahora, la corteza regresa a su forma original. Este rebote disminuye la tensión en las rocas subyacentes, facilitando al magma su ascenso a la superficie y, por ende, las erupciones volcánicas.
Las mediciones de la otra mitad de la región antártica, la oriental, no han sido suficientes para sacar las mismas conclusiones, pero los sondeos por satélite del continente glacial continúan y pueden implicar más revelaciones.
Para monitorear los efectos del cambio climático, la capa de hielo de la Antártida fue dividida convencionalmente en cuencas hidrográficas de distinto tamaño. A partir de esta matriz, las mediciones del Grace pudieron ser procesadas de manera comparativa para averiguar qué cambios sufren los glaciares en cada cuenca y cómo se produce la descarga de hielo a los océanos.
En cifras absolutas la variación de la gravedad no es muy grande, asegura la revista 'Slate'. Son mucho más importantes las alteraciones que se observan en la altimetría, especialmente en las zonas donde el hielo se derrite más velozmente. Pero lo que alimenta la mayor preocupación son los datos de la paleogeografía, puesto que, según se conoce, en el pasado los periodos de pérdida drástica del peso de los glaciares estuvieron seguidos de un alza en la actividad volcánica.
Este efecto se debe a la tensión del subsuelo. Las capas de hielo son tan pesadas que hunden la corteza terrestre. Al perder decenas de miles de millones de toneladas de peso anualmente debido a la desaparición de los glaciares, como sucede ahora, la corteza regresa a su forma original. Este rebote disminuye la tensión en las rocas subyacentes, facilitando al magma su ascenso a la superficie y, por ende, las erupciones volcánicas.
Las mediciones de la otra mitad de la región antártica, la oriental, no han sido suficientes para sacar las mismas conclusiones, pero los sondeos por satélite del continente glacial continúan y pueden implicar más revelaciones.
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