Egipto, el enigma de Oriente Próximo (Parte 2)
Egipto es conocido en el Mundo Árabe como 'Umm al Dunia', o Madre del Mundo, por su historia dilatada en el tiempo y el papel que ha jugado en la historia universal de las civilizaciones. La llegada del islam a Egipto sería relativamente reciente en el tiempo, teniendo en cuenta su historia milenaria. Fue en el año 640 de nuestra era cuando Alejandría era la capital del patriarcado cristiano y comunidades cristianas, judías y laicas convivían bajo un fuerte sustrato cultural y filosófico greco-romano. La llegada del islam no significaría ningún trauma político, y las varias comunidades cohabitaron de manera relativamente pacífica en el transcurso de los siglos.
La historia del Egipto postcolonial ha marcado el devenir de toda la región en las últimas décadas, y los Hermanos Musulmanes siempre jugaron un rol importante en la política doméstica egipcia desde sus orígenes en 1928, diez años después de la caída del Imperio Otomano y en plena expansión neocolonialista occidental. El objetivo fundamental de la hermandad musulmana ha sido siempre instaurar un estado islámico en Egipto y rechazar cualquier tipo de influencia occidental.En los años 50, Gamal Abdel Nasser derrocó a la monarquía prooccidental establecida por los británicos e instauró las bases para modernizar el Estado egipcio aplicando la doctrina panarabista, cuyas consignas serían el secularismo y el socialismo baazista. En la esfera internacional, el Nasserismo se alinearía con la Unión Soviética y su doctrina se expandiría a otros países árabes como Irak, donde el Baazismo o socialismo árabe han estado presentes hasta la invasión extranjera, y a Siria, donde se mantiene todavía formalmente como la ideología del actual Gobierno. También influyó en la Jammahiriya libia y en Argelia.
Cabe decir que el panarabismo se ha caracterizado por la lucha contra el colonialismo europeo, pero en especial por su laicismo, lo que chocaba frontalmente con el panislamismo y el fundamentalismo religioso predicado por los Hermanos Musulmanes, razón por la que fueron ilegalizados por Abdel Nasser.
Desde entonces, los Hermanos Musulmanes pasaron a ejercer el poder social en la sombra. Apoyados y financiados por las petromonarquías del Golfo Pérsico, se dedicaron a crear una red de servicios sociales básicos (educación, sanidad, deporte), que cubrían las carencias del Estado central y atraían a las masas populares depauperadas. También exportaron su doctrina a otros países e instauraron las bases del yihadismo internacional.
La historia contemporánea de los países árabes de mayoría musulmana sunnita es la de un conflicto constante entre panarabismo laicista y panislamismo fundamentalista, un factor de desestabilización que ha sido y sigue siendo aprovechado y potenciado por las potencias imperialistas a través de injerencias disfrazadas o disimuladas en pro de sus intereses geoestratégicos.
Cuando estalló la Revolución de los Jóvenes en Egipto, los Hermanos Musulmanes se mantuvieron al margen, conscientes de que una eventual caída de Mubarak les daría el poder en las urnas. Los mártires de Plaza Tahrir no eran precisamente islamistas, y la amalgama de grupos políticos liberales, coptos, laicos y demócratas consideran que los islamistas han secuestrado la Revolución.
Pero la realidad es que entre Hermanos Musulmanes y salafistas obtuvieron casi tres cuartas partes de los votos en las elecciones presidenciales, y ello tiene una explicación sociológica evidente. El islamismo tiene como principal base social las clases pobres, y tras más de seis décadas prestando servicios básicos a los más desfavorecidos y ejerciendo el monopolio ideológico en escuelas, madrasas y mezquitas era esperable un masivo apoyo popular de la mayoría de la población, de credo sunita. Estos factores, unidos al aumento de la pobreza y el desempleo, y por consiguiente el descontento social durante los diez últimos años, han sido los determinantes del claro triunfo electoral.
Con unos resultados indiscutibles y habiendo obtenido el poder de forma democrática, cabe preguntarse ahora sobre cual será la línea de gobierno que aplicará la Hermandad Musulmana en los próximos meses.
A nivel económico y social, la doctrina islamista se basa en la economía de mercado y la sacralización de la propiedad privada, el culto a la pobreza y a la generosidad de los más acaudalados con los pobres, que serán acogidos por el señor misericordioso en el paraíso si cumplen estrictamente con los preceptos sagrados.
A nivel político, los Hermanos Musulmanes pretenden gobernar el país en base a la Sharia o Ley Islámica, lo que deja en el limbo los derechos de las minorías cristianas y laicas. Cabrá ver cual será el rol del poder judicial y del Ejército en el nuevo Egipto, pero todo parece indicar que pronto quedarán sometidos al poder gubernamental de Mohamed Morsi, que parece ser llamado a ejercer de califa absolutista de toda la región.
Ahora solo hace falta averiguar si en la esfera internacional la vertiginosa transformación política del país de los faraones llevada a cabo por Mohamed Morsi desembocará en una República Islámica militar sometida a Estados Unidos, al estilo de Pakistán, o un modelo parecido al turco, que aspira a ser líder regional… ¿O quizás existen objetivos más oscuros y que afectan a toda la región?
Intentaremos desvelar la incógnita en el siguiente artículo.
Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.
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