Opinión
Los acontecimientos de Ucrania y Crimea vistos desde Francia
La política francesa está viviendo su particular 'via crucis' en lo que respecta a la crisis de Ucrania, instigada en buena medida desde El Elíseo, como en su momento lo fueron también las crisis siria y libia. No resulta casual, por ejemplo, la omnipresencia de Bernard-Henri Lévy (BHL), eterno asesor no votado en política internacional de los presidentes franceses, desde la época de Mitterrand.
BHL es el portavoz 'oficioso' de Francia en cualquier crisis que se precie, sin que ninguna fuerza democrática, ni voluntad popular, lo haya puesto en ese lugar de privilegio. No se sabe si las crisis existen antes que él, o si su presencia es indicativa de lo que está por llegar. Pero, en todo caso, en los últimos 20 años, ha 'prestado servicios' en Bosnia (ex-Yugoslavia), en Sudán, en Chechenia (Rusia), en Libia, en Siria y en Egipto. Movilizando opiniones públicas, presionando a Gobiernos y tratando de convencer -con argumentos espurios- de la necesidad de intervenciones 'rápidas'. En las últimas semanas, ha estado dos veces en Kiev (Ucrania) negociando la elaboración de un "Gobierno paralelo" (palabras textuales).
Las actuaciones de BHL no suelen ser, precisamente, sinónimo de paz, estabilidad y concordia. En alguna medida, por tanto, la política francesa va reaccionando a esta procelosa realidad que ni tan siquiera es controlada por su Asamblea Nacional: en estos días, por el contrario, los consensos están siendo bastante menores que en crisis anteriores, a pesar del papel jugado por buena parte del actual 'stablishment', dominado por una Francia orientada hacia Estados Unidos y el 'lobby' proisraelí. Tanto en la izquierda como en la derecha, la costuras del intervencionismo, expuesto con falsas banderas de libertad, se resquebrajan. Políticos y sociedad civil francesa dudan.
Hollande no lo tiene fácil para justificar la postura de su Gobierno en Ucrania. Tampoco el Gobierno de Alemania: sus ciudadanos se preguntan por qué una UE en dificultades financieras debería donar 11.000 millones de euros a un Gobierno, como el que actualmente manda en Kiev, en pos de una 'integración exprés', no sometida a votación ni consenso, ni dentro de la Comisión Europea, ni aún menos dentro de Ucrania.
Matices en la izquierda
Pese a que el Front de Gauche de Jean Luc Mélenchon -que contribuyó a la victoria de Hollande- está defendiendo claramente que "la nación rusa no puede admitir que los norteamericanos y la OTAN se apresten en sus fronteras", la 'compleja' izquierda francesa no simpatiza, en conjunto, con el Gobierno ruso y ofrece un mensaje neutro: sin ir más lejos, el presidente del Partido de la Izquierda Europea (PIE) y del PCF, Pierre Laurent, opta por ver el conflicto como un choque entre "dos potencias", sin posicionarse ni con una, ni con otra. Misma postura, evasiva, que para Siria, Libia o cualquier conflicto internacional.
Más lejos llega todavía el otrora estudiante indignado del mayo del 68, Daniel Cohn-Bendit, que a pesar de las evidencias de un complot externo perpetrado en los estertores del mes de febrero ya tiene a un culpable: Putin. El líder de los verdes llama ni más ni menos que a un boicot del Mundial de fútbol 2018, que deberá celebrarse en Rusia (en el pasado, también quiso afear los JJ.OO. de Pekín 2008).
Los socialistas no rompen de momento filas con el Gobierno de Fabius-Hollande, aunque probablemente aniden críticas internas a esta visión de las cosas, por ejemplo, la del exministro de Asuntos Exteriores Roland Dumas, que se opuso a los bombardeos contra Gaddafi, en 2011, entre otras objeciones que suele hacer en política exterior (ha pedido investigar la muerte de civiles en Libia por bombardeos de la OTAN y ha condenado las acciones los golpes antigubernamentales de Costa de Marfil y Mali, de 2011 y 2013).
El portavoz oficial de los socialistas, David Assouline, afirma que están por "el diálogo político, la democracia y la integridad territorial en Ucrania". No optaron por esta postura antes del violento golpe de timón dado por actores de la guerra en Kiev, cuando el presidente Yanukovich había pactado con ellos unas elecciones anticipadas y un diálogo que rompieron unilateralmente.
Diferencias en la derecha
El centro-derecha ofrece aún más matices que la izquierda, la cual con excepción de Mélenchon se decanta por condenar a la parte rusa de Ucrania. A un lado, se halla el centro Mo-Dem, que llama a trabajar con Ucrania "pero también con Rusia" para lograr una solución a la crisis.
Marine Le Pen, fiel a su guión euroescéptico, acusa a la Unión Europea de "contribuir a transformar una revuelta en revolución" y de "tirar aceite en el fuego". La líder del Frente Nacional parece nadar a contracorriente, puesto que la insurrección de Kiev ha contado entre sus filas con claros elementos de extrema derecha, financiados por la oligarquía antirrusa y anti-Putin: "No veo ninguna otra solución para la paz que organizar una especie de federación que permitiría que cada región cuente con un amplio grado de autonomía. Francia está sujetada por Estados Unidos, que lleva una Guerra Fría hacia Rusia. Rusia es una gran nación", argumenta.
Los portavoces de la derecha antigaullista del partido de Sarkozy, en conjunción con el PP europeo, no piensan igual. Alain Juppé: "Rusia es un país social y económicamente frágil. En plena implosión demográfica. Ciertamente, tiene inmensos recursos naturales. Pero necesita a clientes para vender su gas e inversionistas extranjeros para modernizar su producción. Debemos hacer pleno uso de esta potente herramienta [de presión]."
Dentro de la UMP, también se manifiesta, sorpresivamente, la discordia: Thierry Mariani, diputado en las filas de la derecha y expresidente del Grupo Interparlamentario de Amistad Francia-Ucrania en la Asamblea Nacional, deja bien claro que la oposición ucrania es la que "no ha respetado" los acuerdos que tenía con Moscú y que habían sido firmados horas antes de la asonada. "Los responsables políticos rusos sienten que han sido 'llevados al huerto', puesto que el acuerdo que se había firmado [con la antigua oposición, Ed.] ha sido violado", sostiene. "Todo es posible en Ucrania, la división del país es un riesgo real [...] Se trata de una Guerra Fría y se debe discutir con Rusia. Es un socio que cuenta, con peso. Un interlocutor a respetar", concluye Mariani.
Enlaces de interés
Ucrania: de Mélenchon a Le Pen, ¿qué dicen los políticos franceses?
Encuentro entre el exministro de Exteriores Roland Dumas con el representante del Grupo Interparlamentario de Amistad Ucrania-Francia (julio 2013), Oleksiy Azárov
Dumas afirma que integración UE-Ucrania no debe depender del caso Timoshenko (julio 2013)
BHL es el portavoz 'oficioso' de Francia en cualquier crisis que se precie, sin que ninguna fuerza democrática, ni voluntad popular, lo haya puesto en ese lugar de privilegio. No se sabe si las crisis existen antes que él, o si su presencia es indicativa de lo que está por llegar. Pero, en todo caso, en los últimos 20 años, ha 'prestado servicios' en Bosnia (ex-Yugoslavia), en Sudán, en Chechenia (Rusia), en Libia, en Siria y en Egipto. Movilizando opiniones públicas, presionando a Gobiernos y tratando de convencer -con argumentos espurios- de la necesidad de intervenciones 'rápidas'. En las últimas semanas, ha estado dos veces en Kiev (Ucrania) negociando la elaboración de un "Gobierno paralelo" (palabras textuales).
Las actuaciones de BHL no suelen ser, precisamente, sinónimo de paz, estabilidad y concordia. En alguna medida, por tanto, la política francesa va reaccionando a esta procelosa realidad que ni tan siquiera es controlada por su Asamblea Nacional: en estos días, por el contrario, los consensos están siendo bastante menores que en crisis anteriores, a pesar del papel jugado por buena parte del actual 'stablishment', dominado por una Francia orientada hacia Estados Unidos y el 'lobby' proisraelí. Tanto en la izquierda como en la derecha, la costuras del intervencionismo, expuesto con falsas banderas de libertad, se resquebrajan. Políticos y sociedad civil francesa dudan.
Hollande no lo tiene fácil para justificar la postura de su Gobierno en Ucrania. Tampoco el Gobierno de Alemania: sus ciudadanos se preguntan por qué una UE en dificultades financieras debería donar 11.000 millones de euros a un Gobierno, como el que actualmente manda en Kiev, en pos de una 'integración exprés', no sometida a votación ni consenso, ni dentro de la Comisión Europea, ni aún menos dentro de Ucrania.
Matices en la izquierda
Pese a que el Front de Gauche de Jean Luc Mélenchon -que contribuyó a la victoria de Hollande- está defendiendo claramente que "la nación rusa no puede admitir que los norteamericanos y la OTAN se apresten en sus fronteras", la 'compleja' izquierda francesa no simpatiza, en conjunto, con el Gobierno ruso y ofrece un mensaje neutro: sin ir más lejos, el presidente del Partido de la Izquierda Europea (PIE) y del PCF, Pierre Laurent, opta por ver el conflicto como un choque entre "dos potencias", sin posicionarse ni con una, ni con otra. Misma postura, evasiva, que para Siria, Libia o cualquier conflicto internacional.
Más lejos llega todavía el otrora estudiante indignado del mayo del 68, Daniel Cohn-Bendit, que a pesar de las evidencias de un complot externo perpetrado en los estertores del mes de febrero ya tiene a un culpable: Putin. El líder de los verdes llama ni más ni menos que a un boicot del Mundial de fútbol 2018, que deberá celebrarse en Rusia (en el pasado, también quiso afear los JJ.OO. de Pekín 2008).
Los socialistas no rompen de momento filas con el Gobierno de Fabius-Hollande, aunque probablemente aniden críticas internas a esta visión de las cosas, por ejemplo, la del exministro de Asuntos Exteriores Roland Dumas, que se opuso a los bombardeos contra Gaddafi, en 2011, entre otras objeciones que suele hacer en política exterior (ha pedido investigar la muerte de civiles en Libia por bombardeos de la OTAN y ha condenado las acciones los golpes antigubernamentales de Costa de Marfil y Mali, de 2011 y 2013).
El portavoz oficial de los socialistas, David Assouline, afirma que están por "el diálogo político, la democracia y la integridad territorial en Ucrania". No optaron por esta postura antes del violento golpe de timón dado por actores de la guerra en Kiev, cuando el presidente Yanukovich había pactado con ellos unas elecciones anticipadas y un diálogo que rompieron unilateralmente.
Diferencias en la derecha
El centro-derecha ofrece aún más matices que la izquierda, la cual con excepción de Mélenchon se decanta por condenar a la parte rusa de Ucrania. A un lado, se halla el centro Mo-Dem, que llama a trabajar con Ucrania "pero también con Rusia" para lograr una solución a la crisis.
Marine Le Pen, fiel a su guión euroescéptico, acusa a la Unión Europea de "contribuir a transformar una revuelta en revolución" y de "tirar aceite en el fuego". La líder del Frente Nacional parece nadar a contracorriente, puesto que la insurrección de Kiev ha contado entre sus filas con claros elementos de extrema derecha, financiados por la oligarquía antirrusa y anti-Putin: "No veo ninguna otra solución para la paz que organizar una especie de federación que permitiría que cada región cuente con un amplio grado de autonomía. Francia está sujetada por Estados Unidos, que lleva una Guerra Fría hacia Rusia. Rusia es una gran nación", argumenta.
Los portavoces de la derecha antigaullista del partido de Sarkozy, en conjunción con el PP europeo, no piensan igual. Alain Juppé: "Rusia es un país social y económicamente frágil. En plena implosión demográfica. Ciertamente, tiene inmensos recursos naturales. Pero necesita a clientes para vender su gas e inversionistas extranjeros para modernizar su producción. Debemos hacer pleno uso de esta potente herramienta [de presión]."
Dentro de la UMP, también se manifiesta, sorpresivamente, la discordia: Thierry Mariani, diputado en las filas de la derecha y expresidente del Grupo Interparlamentario de Amistad Francia-Ucrania en la Asamblea Nacional, deja bien claro que la oposición ucrania es la que "no ha respetado" los acuerdos que tenía con Moscú y que habían sido firmados horas antes de la asonada. "Los responsables políticos rusos sienten que han sido 'llevados al huerto', puesto que el acuerdo que se había firmado [con la antigua oposición, Ed.] ha sido violado", sostiene. "Todo es posible en Ucrania, la división del país es un riesgo real [...] Se trata de una Guerra Fría y se debe discutir con Rusia. Es un socio que cuenta, con peso. Un interlocutor a respetar", concluye Mariani.
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Dumas afirma que integración UE-Ucrania no debe depender del caso Timoshenko (julio 2013)
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