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Rusofobia eurovisiva

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Rusofobia eurovisiva
Del transexual Conchita Wurst a la ex periodista de RT Liz Wahl, pasando por los ultras del Maidán, la rusofobia se está revelando como una moda ampliamente aceptada en Europa y Estados Unidos. Se busca no sólo dañar al país euroasiático, sino establecer una barrera contra natura entre dos entidades administrativas (UE y Rusia) que forman parte, ontológica, cultural y geográficamente, de la misma unidad continental. Ahí está el sueño político de construir entre Vladivostok y el Algarve una gran federación eurasiática, superadora de la crisis económica y financiera en que se ha metido la Unión Europea. O también el pensamiento de la Cuarta Teoría Política (4T), de Alexander Dugin, una de las mayores aportaciones al desarrollo de la filosofía contemporánea.

Sin embargo, las opiniones de la Rusia actual -una gran mezcla ideológica que se explicaría en la 4T- no casan con las del club globalizador que no acepta el surgimiento de alternativas serias, ni soluciones imaginativas y clásicas para salir del atolladero. Se prefiere, en lugar de escuchar las interesantes propuestas que surgen en el país eslavo, hablar de que Rusia “no es Europa”, de que “viola” los derechos humanos y “no respeta” a una comunidad internacional centrada en potenciar lo que todo el mundo ve a diario en los medios: la idiotización en masa. Es por ello que la rusofobia cuenta con tanto apoyo: porque reúne al show-business y a extremistas políticos de varios polos, parapetados por un discurso tan vacío como influyente a través de su insistencia.

No es que los países, las naciones o las etnias no puedan ni deban merecer críticas razonadas por sus acciones o decisiones. Pero tales críticas deben tener fundamento en la realidad y no en fobias nacionales que únicamente tienden a servir como justificante para una agresión. Compárese con lo sucedido en Palestina, Siria, Irak, Sudán y Libia tras la expansión por etapas de la fobia anti-árabe y la generalización de tópicos y medias verdades, también potenciadas por la oficialidad internacional desde hace varias décadas. 

Sobreexposición mediática

En servicio a la verdad, la mayor parte de las expresiones rusófobas no obedecen a críticas fundamentadas, sino a sentimientos atávicos de incomprensión sustentados en un programa ideológico actualizado. Era por tanto previsible que el o la cantante que ganó el último certamen de Eurovisión tuviera una salida de tono: le amparan los intereses del lobby LGBT. Pero menos esperable fue la actuación de una presentadora, Liz Wahl, vinculada a la versión en inglés de RT que exhaló su profunda inquina respecto del referéndum y la anexión de Crimea, cuando su rol, en ese momento, no era opinar, ni protagonizar la noticia, sino explicar qué sucedía y por qué sucedía.

Wahl nació en la base naval de la bahía de Subic, en Filipinas. Se le supone, pues, una “vinculación especial” con el dominio internacional que ejercen los Estados Unidos. No sobra decir que Subic sirvió para el control de todo el Pacífico, con el avance sobre Japón (1945), Corea (1950-53) y Vietnam (1965-75), y también para influir en las Filipinas, desde 1898. Si a Wurst la protege el mencionado lobby, a Wahl le ampara un sentimiento de unipolaridad que no conoce el respeto por naciones ajenas. Hay anexiones universalmente tildadas de malas, como la de Crimea, pero, también, intervenciones que reciben la bendición general. ¿Como la que planean ahora desde Kiev?

En los medios, esto se presenta por la vía de una indisimulada financiación de opiniones que buscan uniformar a la opinión pública, incluso en canales que pertenecen a países contra los que se alberga rencor, ya sea por motivos personales reales o superlativos. Ello se da en un contexto de permanente lucha para justificar intervenciones dizque humanitarias, e imponer modelos, incluso de crítica: recordemos la simpatía con que se comentaron los “espectaculares” avances de los combatientes anti-Gadafi, en 2011, por parte de los más amplios sectores, algunos supuestamente contrarios a la hegemonía y situados muy a la izquierda. Contribuyeron a establecer absurdas comparativas que rodearon la revuelta de un aura romántica. A su vez, se alimentó la fobia anti-árabe para retratar al “impopular tirano”, que fue blanco de una visión profundamente segregadora: la consecuencia no podía ser otra que el asesinato del que fue objeto el líder libio, y que nadie, tampoco el TPI, está tratando de esclarecer.

Enlace de interés:
Niña de 12 años dice la verdad sobre Georgia (Fox News)  https://www.youtube.com/watch?v=fittrMv28WA   

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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