Opinión
La ansiedad es miedo
Hablaba entrecortadamente, tratando de contener la emoción. Siempre había querido dar una imagen de fortaleza ante los demás. Y ahora ya no podía. A pesar de nuestra experiencia, nos sigue sobrecogiendo el sufrimiento de otra persona que trata, a toda costa, de mostrar entereza cuando sus emociones y sus fuerzas ya no se lo permiten. Sin embargo, manifestar esas emociones es beneficioso, y un paso necesario en el proceso de resolución del sufrimiento.
Adrián (nombre figurado) había acudido a nuestra consulta porque los síntomas, que había tratado de controlar por todos los medios, le sobrepasaban. Al hablar de ello, reaccionaba como un niño, en el mejor de los sentidos. Tratando de no llorar, se enjugaba abruptamente las lágrimas con la manga de la camisa e intentaba poner cara de tranquilidad. Pero no podía.
Explicó como pudo, que llevaba varias semanas teniendo sensaciones extrañas que no entendía, se ponía nervioso sin motivo, veía la realidad como desde un túnel, llegaba a sentir mucha agitación y sensaciones de mareo. Le ocurría, sobre todo, cuando salía a la calle por lo que cada vez temía más salir de su casa. Aún no lo sabía, pero Adrián estaba sufriendo lo que se denomina trastorno (o ataque) de pánico con agorafobia, es decir, síntomas fuertes de ansiedad unido a temor a estar en espacios públicos.
Una plaga mundial
Se ha generalizado el uso del término ansiedad (del latín ‘anxietas’: angustia, aflicción) para referirse al conjunto de los denominados trastornos de ansiedad que en la actualidad tienen una prevalencia de un 20%, es decir, son los segundos de mayor incidencia en la población mundial después de los trastornos depresivos.
Los criterios diagnósticos actuales sobre enfermedades mentales, incluida la clasificación de la O.M.S., reconocen una gran variedad de trastornos de ansiedad: ansiedad generalizada, trastorno o ataque de pánico (en comorbilidad con agorafobia o sin ella), trastorno obsesivo-compulsivo, estrés… entre otros. El comportamiento de los pacientes es diferenciado según el trastorno de ansiedad de que se trate. Las emociones presentes en los trastornos pueden ir desde la hipersensibilidad a los estímulos (nerviosismo), hasta episodios de pánico que pueden llevar a estados alterados de conciencia, e incluso a la pérdida de conciencia. Los síntomas pueden ser episódicos o recurrentes en el tiempo; también hay diferencias en los síntomas físicos (como taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación, temblores…) o en la capacidad de razonar y las posibles alteraciones de la conciencia, que pueden incluir estados disociativos y despersonalización.
Sin embargo, todos los cuadros de ansiedad tienen algo en común, algo que simplifica bastante la comprensión y el abordaje del problema: la ansiedad es miedo, en mayor o menor intensidad.
La mayoría de las veces es un miedo de origen desconocido (desconocido para la persona que lo sufre), miedo que aumenta ante los aparentemente incontrolables síntomas de ese miedo y, en la mayoría de las ocasiones, temor al rechazo de los demás si le ven en ese estado emocional alterado y vulnerable.
El miedo no es natural ni necesario
Tras escuchar los detalles, le ayudamos a reflexionar. “¡¿Miedo?!” Exclamó, y se dispuso a negarlo categóricamente. Pero tras un rato de conversación, algo resonó en su cabeza y titubeó. “Bueno… la verdad es que siempre me ha preocupado la opinión de los demás, al rechazo …, también tengo miedo a enfermar…, y a que me humillen…, y a no ser capaz de llevar mi vida adelante”, reconoció finalmente.
- ¿Pero el miedo se puede solucionar? –preguntó.
- Desde luego, si se sabe cómo –le aseguramos.
Se suele afirmar que el miedo es natural, o que uno elige tener miedo o no, o que es necesario, e incluso que nos ayuda. Esto es falso. Percibir el peligro nos ayuda, entender y evitar lo que nos perjudica, nos ayuda, el miedo no. Tener miedo nos hace sufrir, nos vuelve más torpes, inseguros, y genera muchos conflictos.
Adrian estaba sorprendido, entendía lo que le explicábamos… pero temía no ser capaz de aprender a resolver el miedo. Sin embargo, todos los seres humanos están capacitados para aprender a resolverlo, si entienden cómo.
Aprender y entender
En días sucesivos Adrián aprendió a afrontar sus sensaciones físicas, a sentir el miedo, a perder el miedo al miedo, sintiéndolo atentamente. Los síntomas remitieron con relativa rapidez. Al mismo tiempo aprendió a redescubrir sus temores ocultos, sus heridas psicológicas guardadas durante décadas. Y comenzó a encajar las piezas del rompecabezas de su mente. Ahora entendía de dónde venían las sensaciones que le agobiaban y cómo afrontarlas.
Resolver el temor, no reprimirlo, no negarlo, no superarlo, no asumirlo. Resolverlo.
A pesar de que en muchos ámbitos médicos y sanitarios se considera que los trastornos de ansiedad son difíciles de erradicar, incluso llegando a afirmar que es un trastorno que inevitablemente se vuelve crónico…, esto es falso.
La ansiedad, es decir el miedo, se puede erradicar. Para ello, el paciente debe aprender a abordar correctamente las emociones asociadas al trastorno, comprendiendo que la ansiedad es una de las manifestaciones del miedo. Además, debe realizar una reestructuración cognitiva adecuada, es decir, corregir errores conceptuales en la interpretación de las experiencias y la realidad, y especialmente comprender en profundidad el origen, que lo hay, del miedo que provoca la ansiedad.
Al final del proceso terapéutico de Adrián, era maravilloso contemplar y hablar con el ser humano que había surgido tras las capas de orgullo, miedo y sufrimiento. Adrian parecía otra persona, aunque en realidad, volvía a parecerse a él mismo.
Adrián (nombre figurado) había acudido a nuestra consulta porque los síntomas, que había tratado de controlar por todos los medios, le sobrepasaban. Al hablar de ello, reaccionaba como un niño, en el mejor de los sentidos. Tratando de no llorar, se enjugaba abruptamente las lágrimas con la manga de la camisa e intentaba poner cara de tranquilidad. Pero no podía.
Explicó como pudo, que llevaba varias semanas teniendo sensaciones extrañas que no entendía, se ponía nervioso sin motivo, veía la realidad como desde un túnel, llegaba a sentir mucha agitación y sensaciones de mareo. Le ocurría, sobre todo, cuando salía a la calle por lo que cada vez temía más salir de su casa. Aún no lo sabía, pero Adrián estaba sufriendo lo que se denomina trastorno (o ataque) de pánico con agorafobia, es decir, síntomas fuertes de ansiedad unido a temor a estar en espacios públicos.
Una plaga mundial
Se ha generalizado el uso del término ansiedad (del latín ‘anxietas’: angustia, aflicción) para referirse al conjunto de los denominados trastornos de ansiedad que en la actualidad tienen una prevalencia de un 20%, es decir, son los segundos de mayor incidencia en la población mundial después de los trastornos depresivos.
Los criterios diagnósticos actuales sobre enfermedades mentales, incluida la clasificación de la O.M.S., reconocen una gran variedad de trastornos de ansiedad: ansiedad generalizada, trastorno o ataque de pánico (en comorbilidad con agorafobia o sin ella), trastorno obsesivo-compulsivo, estrés… entre otros. El comportamiento de los pacientes es diferenciado según el trastorno de ansiedad de que se trate. Las emociones presentes en los trastornos pueden ir desde la hipersensibilidad a los estímulos (nerviosismo), hasta episodios de pánico que pueden llevar a estados alterados de conciencia, e incluso a la pérdida de conciencia. Los síntomas pueden ser episódicos o recurrentes en el tiempo; también hay diferencias en los síntomas físicos (como taquicardia, dificultad para respirar, hiperventilación, temblores…) o en la capacidad de razonar y las posibles alteraciones de la conciencia, que pueden incluir estados disociativos y despersonalización.
Sin embargo, todos los cuadros de ansiedad tienen algo en común, algo que simplifica bastante la comprensión y el abordaje del problema: la ansiedad es miedo, en mayor o menor intensidad.
La mayoría de las veces es un miedo de origen desconocido (desconocido para la persona que lo sufre), miedo que aumenta ante los aparentemente incontrolables síntomas de ese miedo y, en la mayoría de las ocasiones, temor al rechazo de los demás si le ven en ese estado emocional alterado y vulnerable.
El miedo no es natural ni necesario
Tras escuchar los detalles, le ayudamos a reflexionar. “¡¿Miedo?!” Exclamó, y se dispuso a negarlo categóricamente. Pero tras un rato de conversación, algo resonó en su cabeza y titubeó. “Bueno… la verdad es que siempre me ha preocupado la opinión de los demás, al rechazo …, también tengo miedo a enfermar…, y a que me humillen…, y a no ser capaz de llevar mi vida adelante”, reconoció finalmente.
- ¿Pero el miedo se puede solucionar? –preguntó.
- Desde luego, si se sabe cómo –le aseguramos.
Se suele afirmar que el miedo es natural, o que uno elige tener miedo o no, o que es necesario, e incluso que nos ayuda. Esto es falso. Percibir el peligro nos ayuda, entender y evitar lo que nos perjudica, nos ayuda, el miedo no. Tener miedo nos hace sufrir, nos vuelve más torpes, inseguros, y genera muchos conflictos.
Adrian estaba sorprendido, entendía lo que le explicábamos… pero temía no ser capaz de aprender a resolver el miedo. Sin embargo, todos los seres humanos están capacitados para aprender a resolverlo, si entienden cómo.
Aprender y entender
En días sucesivos Adrián aprendió a afrontar sus sensaciones físicas, a sentir el miedo, a perder el miedo al miedo, sintiéndolo atentamente. Los síntomas remitieron con relativa rapidez. Al mismo tiempo aprendió a redescubrir sus temores ocultos, sus heridas psicológicas guardadas durante décadas. Y comenzó a encajar las piezas del rompecabezas de su mente. Ahora entendía de dónde venían las sensaciones que le agobiaban y cómo afrontarlas.
Resolver el temor, no reprimirlo, no negarlo, no superarlo, no asumirlo. Resolverlo.
A pesar de que en muchos ámbitos médicos y sanitarios se considera que los trastornos de ansiedad son difíciles de erradicar, incluso llegando a afirmar que es un trastorno que inevitablemente se vuelve crónico…, esto es falso.
La ansiedad, es decir el miedo, se puede erradicar. Para ello, el paciente debe aprender a abordar correctamente las emociones asociadas al trastorno, comprendiendo que la ansiedad es una de las manifestaciones del miedo. Además, debe realizar una reestructuración cognitiva adecuada, es decir, corregir errores conceptuales en la interpretación de las experiencias y la realidad, y especialmente comprender en profundidad el origen, que lo hay, del miedo que provoca la ansiedad.
Al final del proceso terapéutico de Adrián, era maravilloso contemplar y hablar con el ser humano que había surgido tras las capas de orgullo, miedo y sufrimiento. Adrian parecía otra persona, aunque en realidad, volvía a parecerse a él mismo.
Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta, escritores. María Ibáñez y Jesús Jiménez.
Twitter: @MariaIyJesusJ
Facebook: María Ibáñez y Jesús Jiménez
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
comentarios