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Darién: el escollo de la esperanza

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El Tapón de Darién, en Panamá, es uno de esos lugares donde el derecho a migrar recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos se da de bruces con la realidad: 100 kilómetros de selva plagada de grupos criminales que miles de migrantes se ven obligados a atravesar por sus propios medios en su huida de la violencia y la pobreza. Los esfuerzos de varias organizaciones y del Gobierno panameño han aliviado su sufrimiento, pero queda mucho por hacer y la pandemia no ha mejorado las cosas.
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El camino que recorren los migrantes desde Colombia hasta Panamá atravesando el Tapón de Darién, una peligrosa selva de unos 100 kilómetros entre ambos países plagada de grupos criminales, es mortalmente peligrosa. Entonces, ¿por qué una persona asume semejante riesgo?

Yama Naimi, un migrante de origen afgano, dejó su país por la mala situación económica y la falta de seguridad. "Estuve en Colombia por mucho tiempo, pero como la situación está mal decidí hacer ese viaje con mi amigo", comenta.  

Este hombre es uno de los 11.300 migrantes que cruzó el Tapón de Darién y llegó a Panamá en el 2021. Estudió agricultura, administración de empresa y contabilidad, habla siete idiomas y cuenta con un gran sentido del humor, lo que seguramente le ayuda a soportar las adversidades.

Naimi se encuentra ahora en el campamento Lajas Blancas, en la provincia del Darién, donde el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) alberga a quienes atravesaron la selva y buscan seguir hacia el norte. 

Hay 400 migrantes de diferentes nacionalidades –latinos,  caribeños, africanos y asiáticos–. Los relatos sobre lo que vivieron al cruzar el Darien son idénticos y parecen sacados de una película de terror: mujeres y niños que mueren intentando atravesar la selva, días sin comer, criminales disparando y robando lo poco que llevan o violencia sexual.

Muchos migrantes deciden emprender este viaje por motivos económicos, por la necesidad de garantizar una mejor calidad de vida a sus familias o, lo que es lo mismo, para escapar de las hambrunas y la pobreza extrema. Algunos llevan años migrando, viviendo un tiempo en cada país hasta que el trabajo se acaba y deciden seguir.

También los hay que huyen de conflictos armados y persecuciones de toda clase. Un dato alarmante: Unicef calcula que la cantidad de niños, niñas y adolescentes que emigran hacia el norte a través del Darién se ha multiplicado por más de 15 en los últimos cuatro años. Uno de cada cuatro migrantes es un niño o adolescente y el 50 % son menores de cinco años. 

Para saber más sobre una de las rutas más peligrosas del mundo, no se pierda la nueva edición de 'RT Reporta'.

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