La guerra por el agua: Gobiernos contra corporaciones
Poco a poco aparecen señales preocupantes sobre el acceso al agua. En algunas regiones del planeta para acceder al preciado líquido hacen falta recursos económicos y este bien imprescindible se ha convertido en un lujo que no todos pueden permitirse. A esto se le suma el incremento continuo de la población, un factor que puede cambiar drásticamente la situación en el mercado de agua, señala el canal Vesti.
Por una parte, empresas se involucran cada vez más en los negocios vinculados con el agua. A finales de marzo la empresa Tetra Tech firmó un contrato de cinco años y 1.000 millones de dólares con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) que le permitirá recoger datos sobre el uso de agua, elaborar estrategias para la gestión de recursos acuáticos y mejorar el acceso al agua en diferentes regiones.
Este contrato no es el primero en el área de la gestión de los recursos acuáticos. Hoy en día existen muchas compañías que obtienen beneficios de negocios relacionados con el agua. Por lo menos 10 grandes compañías trabajan en esta esfera, e incluso existen tres que suministran agua a más de 300 millones de personas en 100 países.
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RWE/Thames, Suez/ONDEO y Veolia son las cinco empresas que controlan la mayor parte de los sistemas de abastecimiento de agua en Europa y ahora buscan expandirse a EE.UU.
American Water Works, ITT Corp. y GE Water son las grandes empresas de abastecimiento de agua en el territorio de Estados Unidos, pero la mayor parte de los estadounidenses todavía prefiere pagar a las empresas estatales de servicios públicos.
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Contrariamente a lo que se cree habitualmente, que las corporaciones privadas controlen el acceso al agua puede ser rentable para la población. Aunque se conocen precedentes en los que las empresas limitaron a sus clientes el acceso al agua, los casos en los que los Gobiernos actuaron de la misma manera son aún más numerosos.
Además, las empresas tienen que rendir cuentas ante sus propietarios y accionistas, es decir, ante los ciudadanos, mientras que las metas y los objetivos estatales están en manos de funcionarios concretos. En términos generales, las empresas quieren más que nada obtener beneficios, lo que solo se puede lograr con un gran número de clientes.
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La privatización del agua a escala planetaria es una cuestión compleja de la que casi nadie quiere hacerse responsable, pero las condiciones del siglo XXI harán necesario tomar esta difícil decisión.
A la gravedad de la situación se añade el hecho de que la población está creciendo más rápidamente en los lugares donde no hay infraestructura necesaria y el nivel de vida es bajo. En los países ricos, como EE.UU., Europa y Japón, al contrario, se observa una baja tasa de crecimiento de la población. Esto podría provocar desigualdades en cuanto al acceso al agua. Para resolver estos problemas se requieren grandes inversiones y labores conjuntas y concertadas.
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Durante la prolongada sequía que está sufriendo California, las autoridades estadounidenses se han mostrado impotentes para afrontar el problema. Para evitar desastres parecidos en futuro se requerirá un sistema nacional de suministro de agua que permita distribuir los recursos acuáticos en caso de necesidad. Pero aún no se puede ignorar el Estado, puesto que los proyectos tradicionales de gran escala han sido tradicionalmente responsabilidad de los Gobiernos.
En la grave situación política actual, el Gobierno de Estados Unidos está mal preparado para los retos que planteará la creación de un sistema de este tipo.
Independientemente de quién sea el propietario del agua en el mundo, ya está claro que el planeta está entrando en una nueva era en la que cada vez más el agua se considerará un recurso económico privado. Y este escenario conlleva tanto riesgos como grandes oportunidades para la humanidad.