Cuatro hábitos aparentemente inofensivos que nos vuelven tontos a diario
Estos son cuatro ejemplos presentados por el portal 'Gazeta.ru' de que cómo y por qué nuestros asuntos cotidianos impiden que nuestro cerebro funcione de manera adecuada e incluso nos vuelven tontos.
Las grasas y la fruta arruinan la memoria
Los investigadores de la Universidad de Montreal han descubierto que la comida grasa afecta a la producción de la dopamina, una hormona responsable de los procesos de aprendizaje y formación de nuevas habilidades. De esa manera, abusar de los fritos y la comida grasa en general puede provocar la retardación de la actividad cognitiva del cerebro y el empeoramiento de la memoria. El mismo efecto produce el consumo excesivo de fruta rica en fructosa, que impide que la insulina extraiga del azúcar la energía necesaria para el funcionamiento de las neuronas.
Tareas simultáneas e Internet
El profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts Earl Miller asegura que el cerebro humano no está adaptado para realizar varias tareas simultáneamente. Cuando el cerebro trata de hacer varias cosas a la vez, pierde mucha energía y se agota. Según Miller, revisar el correo electrónico mientras nos ocupamos de otra tarea puede reducir nuestro IQ un 10%. Además, el acceso permanente a la Red es dañino de por sí. Estamos acostumbrados a buscar la información necesaria sin tratar de entrenar al cerebro para que memorice los datos.
Reality show impide reflexionar
El científico austriaco Markus Appel realizó un experimento en el que pidió a 81 personas que vieran un 'reality show' sobre la vida de un adolescente amante del fútbol. Los participantes también debían resolver una prueba sobre su nivel de conocimientos antes y después del programa. El experimento demostró que hacer la tarea después de ver un programa de entretenimiento resultó más difícil ya que los 'reality shows' hacen que el cerebro 'se relaje' y es bastante complicado lograr que se reactive después.
El alcohol impide a que las neuronas 'se comuniquen'
Los científicos de la Universidad de Washington en San Luis, EE.UU., revelaron que en realidad el alcohol no mata a las neuronas. No obstante, las bebidas alcohólicas determinan el proceso de la 'comunicación' entre ellas. El alcohol hace que unos receptores elaboren esteroides que dilatan la creación de los recuerdos. Eso, a su vez, afecta a la interacción de las neuronas, que empiezan a trasmitir la información con menos eficiencia. Esta es la razón de la descoordinación y de otros signos de la ebriedad.