Sociedad
La inteligencia alemana será reformada por un escándalo neonazi
La Agencia Federal de Alemania para la Protección de la Constitución (BfV, por sus siglas en alemán), es decir, su servicio de inteligencia, será profundamente reformado. La decisión se produce tras descubrirse la destrucción de actas que documentaban la existencia de una célula neonazi.
"Necesitamos que el servicio de inteligencia tenga una capacidad de acción que esté en disposición de proteger nuestro estado de derecho de los peligros del extremismo y el terrorismo", comentó el ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, al diario alemáт Bild am Sonntag. Detalló que está decidido a “cambiar todo aquello que sea necesario, sin ningún tabú".
El escándalo ya le ha costado la carrera al presidente de la BfV, Heinz Fromm, quien tuvo que renunciar la semana pasada, y ha provocado la creación de una comisión de investigación en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento alemán). Además, se ha aprobado realizar un recuento de neonazis a escala nacional.
Todo esto se debe a la NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista, por sus siglas en alemán), una célula neofascista que actuó impunemente entre 1998 y 2011. Consistía en solo tres individuos, pero sus actividades costaron la vida a 10 personas. Colocaban bombas y asaltaban bancos. En su lista de atentados planeados para el futuro figuraban 88 personas, entre ellos parlamentarios alemanes, activistas de asociaciones musulmanas y miembros de la comunidad turca.
En ningún momento la BfV alertó sobre la célula. La Policía no descubrió su existencia hasta noviembre de 2011. En aquel entonces dos de los miembros, Uwe Böhnhard y Uwe Mundlos, atracaron un banco. La Policía logró acorralarles y ante un posible arresto, los dos delincuentes prefirieron suicidarse. La tercera participante del trío asesino, Beate Zschäpe, prendió fuego al piso que les servía de refugio y base de operaciones y se entregó a las autoridades. Las interrogaciones y registro de las prendas personales de los asaltantes dejaron claro que se trataba de una célula nazi.
AFP / Bundeskriminallamt
Pocas horas antes de que el caso pasara a manos judiciales, se destruyeron siete archivadores de la BfV con información clave sobre las actividades de la célula, recopilada a lo largo de seis años por la propia Agencia y la inteligencia militar.
Ante la comisión de investigación, Fromm -que en ese momento ya había presentado oficialmente su renuncia- admitió que sus agentes actuaron "fuera de los focos", pero achacó la destrucción de documentos a un error accidental y no a una acción intencionada, algo sobre lo que se especula y que tendría serias implicaciones políticas. En 2007, por ejemplo, los servicios secretos alemanes destruyeron centenares de actas relacionadas con el pasado nazi de algunos de sus agentes.
El escándalo ya le ha costado la carrera al presidente de la BfV, Heinz Fromm, quien tuvo que renunciar la semana pasada, y ha provocado la creación de una comisión de investigación en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento alemán). Además, se ha aprobado realizar un recuento de neonazis a escala nacional.
Todo esto se debe a la NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista, por sus siglas en alemán), una célula neofascista que actuó impunemente entre 1998 y 2011. Consistía en solo tres individuos, pero sus actividades costaron la vida a 10 personas. Colocaban bombas y asaltaban bancos. En su lista de atentados planeados para el futuro figuraban 88 personas, entre ellos parlamentarios alemanes, activistas de asociaciones musulmanas y miembros de la comunidad turca.
En ningún momento la BfV alertó sobre la célula. La Policía no descubrió su existencia hasta noviembre de 2011. En aquel entonces dos de los miembros, Uwe Böhnhard y Uwe Mundlos, atracaron un banco. La Policía logró acorralarles y ante un posible arresto, los dos delincuentes prefirieron suicidarse. La tercera participante del trío asesino, Beate Zschäpe, prendió fuego al piso que les servía de refugio y base de operaciones y se entregó a las autoridades. Las interrogaciones y registro de las prendas personales de los asaltantes dejaron claro que se trataba de una célula nazi.
AFP / Bundeskriminallamt
Pocas horas antes de que el caso pasara a manos judiciales, se destruyeron siete archivadores de la BfV con información clave sobre las actividades de la célula, recopilada a lo largo de seis años por la propia Agencia y la inteligencia militar.
Ante la comisión de investigación, Fromm -que en ese momento ya había presentado oficialmente su renuncia- admitió que sus agentes actuaron "fuera de los focos", pero achacó la destrucción de documentos a un error accidental y no a una acción intencionada, algo sobre lo que se especula y que tendría serias implicaciones políticas. En 2007, por ejemplo, los servicios secretos alemanes destruyeron centenares de actas relacionadas con el pasado nazi de algunos de sus agentes.
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