Existen tres posibles razones del por qué Washington está 'perdiendo' sus guerras: El caos es intencional como forma de cambiar gobiernos y luego tomar el control de sus recursos energéticos; se trata de un signo de decadencia del imperio estadounidense o es que a los responsables no les importa la victoria y solo se centran en objetivos a corto plazo, considera la organización.
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Desde el 2001, EE.UU. ha derrocado gobiernos en Irak, Afganistán y Libia. En la actualidad estos países se encuentran sumidos en el caos bajo control de movimientos extremistas como el Estado Islámico o Al Qaeda. En Irak, el EI se ha apoderado de gran parte del territorio de ese país, y como consecuencia la nación se está dividiendo en tres estados mientras que el cristianismo corre el peligro de desaparecer.
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Una de las grandes perversidades de la así llamada 'guerra contra el terrorismo' impulsada por EE.UU., es que los movimientos fundamentalistas han florecido como consecuencia directa de la política norteamericana. No es de extrañar que los gobiernos y medios de comunicación occidentales que elogiaron el éxito de esas intervenciones ahora estén en silencio, porque esto es consecuencia de sus guerras y son ellos quienes tienen que asumir la responsabilidad.
En Afganistán la producción de opio está en su punto más alto bajo la ocupación estadounidense, mientras que en Siria, Washington ha ayudado arduamente a los rebeldes islámicos en un intento por derrocar a Bashar al Assad, y como resultado el Estado Islámico se ha hecho con el control de un tercio del territorio sirio. EE.UU. también se implicó en el golpe de Estado en Ucrania, respaldando financiera y militarmente a los neonazis que han sumido al país en el caos y extremismo, concluye Global Research.