Los principales argumentos del movimiento ambientalista son los siguienes: 1.- Que, en cualquier caso, pronto se acabará este tipo de combustible; 2.- Que los precios de las fuentes alternativas de energía harán que salgan del mercado; y 3.- Que no nos podemos permitir las consecuencias climáticas que genera el uso de combustibles fósiles.
En 2013 cerca del 87% de la energía consumida en el mundo provenía de los combustibles fósiles, cifra que, sorprendentemente, se mantuvo sin cambios durante la última década. A grandes rasgos esta cifra divide a los tres principales tipos de combustible fósil en tres categorías de uso: Petróleo, usado principalmente para el transporte; gas, utilizado principalmente para la calefacción; y carbón, empleado principalmente para la electricidad, según Matt Ridley, periodista científico del 'The Wall Street Journal'.
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Durante este período, el volumen global de consumo de combustibles fósiles se ha incrementado dramáticamente, pero con una alentadora tendencia ambiental, ya que la cantidad de las emisiones de dióxido de carbono por unidad de energía producida cada vez es menor, asegura Ridley en su último artículo titulado 'Los combustibles fósiles salvarán al mundo'.
"En este sentido, el factor más determinante en la 'descarbonización' del sistema energético ha sido el cambio paulatino del carbón al gas en la generación de electricidad", explica.
Según el autor, a nivel global las fuentes de energía renovables como la eólica y la solar apenas han contribuido a la caída de las emisiones de carbono, y su crecimiento modesto ha causado una disminución casi nula de la energía nuclear.
El argumento de que los combustibles fósiles se agotarán próximamente está muerto, al menos por un tiempo, ya que el colapso del precio del petróleo durante los últimos seis meses es resultado de su abundancia, lo cual se evidencia en números récord en las reservas de petróleo y gas de EE.UU., y una producción sostenida de los líderes tradicionales como Rusia y Arabia Saudita.
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