'BBC Mundo' ha seleccionado a varios líderes de diversas épocas que evidencian esta afirmación. ¿Qué pasaría si no hubieran tenido esos trastornos y enfermedades? Tal vez, algunos no se hubieran convertido en tiranos si no les hubiera atrapado el dolor.
Julio César
Las convulsiones y el desvanecimiento del líder romano en la batalla de Tapso en 46 a.C. fueron descritos por el historiador griego Plutarco con el término 'epileptikos', una enfermedad atribuida a la divinidad en aquel entonces.
Esta versión dominaba en las investigaciones de la personalidad de Julio César hasta este mes, cuando los investigadores Francesco Galassi y Hutan Ashrafian declararon a 'The Guardian' que los síntomas correspondían en realidad a derrames cerebrales, ataques que provocaron una gran depresión, afectando su personalidad.
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Enrique VIII
El monarca inglés del siglo XVI asumió el poder como un joven gentil, amante de la música y las artes. Con los años se convirtió en un tirano obeso y deforme, quien decapitó a dos de sus seis esposas, separó a Inglaterra de la Iglesia Católica y ejecutó a quien se atrevió a cuestionar su poder.
Las investigadoras Catrina Whitley y Kyra Kramer aseguran que Enrique VIII tenía una enfermedad genética, hallada en las personas del tipo de sangre Kell positivo.
Este trastorno afecta a la inmunología del feto, algo que explica los numerosos abortos espontáneos de las esposas del monarca.
Los ataques de rabia y la obesidad se le atribuye al síndrome de McLeod, que afecta solo a personas con Kell positivo y produce deterioro cognitivo, demencia y debilita los músculos.
Woodrow Wilson
El cambio de actitud del presidente estadounidense Woodrow Wilson, quien lidió con la Primera Guerra Mundial y la posguerra, fue descrito por su círculo cercano. El presidente se volvía cada vez más egocéntrico y receloso.
El punto álgido llegó en la Conferencia de París de 1919, donde los Aliados acordaron las condiciones del armisticio. Wilson se comportaba como un iluminado y parecía tener una "neurosis religiosa", según el entonces primer ministro francés Georges Clemeanceau.
Este comportamiento se debió a un ictus que paralizó el hemisferio derecho de su cerebro y disminuyó su conciencia, según el neurólogo británico David Owen.
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Adolf Hitler
Según informes de la CIA, el dictador nazi padecía de histeria, paranoia, esquizofrenia y tendencias edípicas que lo hicieron un psicópata neurótico.
El neurólogo David Owen, sin embargo, sostiene que estos traumas no le influyeron y que Hitler sabía lo que hacía.
En sus últimos días perdió el contacto con la realidad, disminuido físicamente, le comenzó a atacar el mal de Parkinson.
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Iósif Stalin
Al líder soviético se le atribuye paranoia, un rasgo que se desarrolló en el poder e impulsó parte de sus purgas.
La desconfianza demencial, le hizo incluso purgar a sus médicos cuando le diagnosticaron arterioesclerosis.
Cuentan que ordenó fusilar a uno de sus guardias personales por pedir que arreglaran sus botas para que no le crujieran al andar. Se cree que Stalin prefería oír cuando alguien se le acercaba por detrás.
François Mitterrand y Eva Perón
El expresidente francés, François Mitterrand, escondió durante años su cáncer a los franceses. Ni siquiera su esposa e hijos se enteraron de su dolencia.
Según la revista 'The Lancet', la ex primera dama argentina Eva Perón falleció de un cáncer de cuello de útero sin saber que lo tenía.
Al enterarse de su enfermedad en 1950, el gobierno de Juan Domingo Perón decidió ocultarlo tanto a la sociedad como a ella misma.
Le fueron extirpados el útero y los ovarios en una cirugía sin su consentimiento. Falleció en 1952.
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George W. Bush y Tony Blair
Según algunos médicos, muchos mandatarios sufren un trastorno denominado 'síndrome Hybris', que les entra al asumir el poder y del que se libran al dimitir.
Es caracterizado por estados de euforia, irritabilidad, poco sueño, demasiada autoconfianza, negación de la realidad, distracción y otros.
David Owen y el profesor de Psiquiatría Jonathan Davidson mencionan como ejemplos a George W. Bush y Tony Blair.
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Davidson sostiene que el 75% de los primeros ministros británicos desde el siglo XVIII han padecido de algún tipo de trastorno mental.