"Nunca nadie se ha jactado de la eficiencia del Pentágono, pero aun así, los fallos de logística y el despilfarro del Departamento de Defensa han sido terriblemente vergonzosos para aquellos que han tratado de defenderlo", señala el especialista en asuntos de seguridad nacional, Tobin Harshaw, en su columna para 'Bloomberg'.
El año pasado, un laboratorio del Pentágono en Utah (EE.UU.) envió accidentalmente al menos a 17 estados y varios países, bacterias activas de ántrax a través de la compañía de mensajería FedEX. Tres meses después, la situación se repitió, esta vez, con el bacilo Yersenia pestis, causante de la peste bubónica.
No menos grave, en 2013, un contratista estadounidense perdió la pista de varios drones de vigilancia por un valor de 500.000 dólares cada uno. Tras estar desaparecidos 249 días, fueron encontrados en el estado de Texas (EE.UU.), sin contar que en 2015 una pieza de tecnología militar avanzada terminó en Cuba cuando su verdadero destino era volver a Estados Unidos.
A la lista de desafortunados incidentes, se suma el envío accidental a Taiwán en el 2006, de cuatro ojivas destinadas a misiles nucleares intercontinentales mientras que en el 2007, el bombardero B-52 sobrevoló territorio estadounidense cerca de tres horas sin saber que en su interior había seis cabezas nucleares. El reporte del Departamento de Defensa indicó que la Fuerza Aérea no puede llevar cuenta del enorme arsenal nuclear que maneja.
Este tipo de situaciones, sin contar el despilfarro de recursos que para nadie es un secreto, ha llevado a los legisladores de Washington a intentar aprobar proyectos de ley que permitan "auditar al Pentágono" sin éxito alguno. No obstante, la Cámara y el Senado revisarán la ley Goldwater-Nichols de 1986 que regula las políticas de contratación, cooperación y servicios del Departamento de Defensa, concluye Harshaw.