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Víctima de una desmedida ambición: ¿Por qué ha fracasado la política exterior de Turquía?

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¿Cómo un Estado hasta hace poco democrático y estable se encuentra al borde de la fragmentación y enfrentado a todos sus otrora aliados?
Víctima de una desmedida ambición: ¿Por qué ha fracasado la política exterior de Turquía?

De una política exterior basada en la premisa "cero problemas con los vecinos" a no hay ningún vecino con el que no tenga problemas. De fuerza clave de 'soft power' regional al comenzar el milenio a un país plagado de problemas domésticos y en sus relaciones exteriores. En 2016 la doctrina de la política exterior turca se ha derrumbado y solo cosecha fracasos, analiza en un artículo publicado en la revista 'Foreign Policy' Henri Barkey, director de programas de Oriente Medio del centro Woodrow Wilson.

Hace pocos años Turquía se presentaba a los observadores externos como ejemplo clásico por sus reformas democráticas. Su diplomacia práctica e inteligente parecía convertir a Ankara en mediador en los conflictos regionales. Poco hay de ello en la actualidad.

"Esta política se encuentra hoy en estado de ruinas: cayó víctima del giro impredecible en la primavera árabe, especialmente en Siria, así como de la arrogancia y errores de cálculo en política interior y exterior", señala Barkey en el texto.

Según el analista, las grandes ambiciones turcas se han diluido por varias razones, entre ellas las desmedidas ambiciones de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, de querer para Turquía un lugar importante en la comunidad internacional.

Turquía y la Primavera Árabe

El progreso de Turquía a inicios del siglo XXI ha sido impresionante: rápido crecimiento económico, democratización, transformación de Estambul en importante centro internacional. Ello permitió a Erdogan, entonces primer ministro, comenzar a asumir más riesgos. En 2009 el atrevido político turco se enfrentó públicamente al presidente israelí Shimon Peres en torno a la actuación de Israel en la Franja de Gaza.

Cuando en Egipto y Túnez estalló la llamada 'Primavera Árabe', Erdogan consideró que la misión de Turquía era la de hacerse el líder regional y en una potencia capaz de aportar al mundo "las ideas de cambio y de un nuevo orden mundial" en palabras del ministro de Asuntos Exteriores a la sazón Ahmet Davutoglu.

Sin embargo, muy pronto el Gobierno egipcio presidido por los Hermanos Musulmanes, organización islamista con la que Ankara mantenía estrechos vínculos, fue derrocado, y la relación entre los dos países se agravó rápidamente.

Siria cambia todo

Fue Siria la que asestó el verdadero golpe a los planes de la política exterior de Turquía. Hasta el año 2011 Ankara cumplía con la citada máxima de "cero problemas con los vecinos". Los líderes de ambos países, Erdogan y Assad, no solo cooperaban, sino que también entablaron relaciones de amistad. Ankara ayudó a Siria a iniciar negociaciones con Israel y le apoyó en su confrontación con las Naciones Unidas, que insistía en la retirada de las tropas sirias del Líbano.

Según Barkey, cuando en 2011 en Siria comenzaron las protestas, Erdogan animó a Assad a llevar a cabo reformas "no profundas". Assad desatendió el consejo, por lo cual el mandatario turco se apartó de su reciente aliado y demandó públicamente su derrocamiento.

Assad, sin embargo, resistió, y ello ha empujado a Erdogan a llevar a cabo una política del 'ahora yo me encargo de todo' que dio paso a tensiones con EE.UU. y Europa. A través de la frontera turca con Siria fluyeron libremente combatientes fanáticos para ingresar en las filas de organizaciones islamistas radicales, parte de los cuales más tarde se integraron en el Estado Islámico.

El problema kurdo

La consecuencia más importante del caos en Siria es, según Barkey, el fortalecimiento de los kurdos sirios, que se han encontrado con la oportunidad de reclamar los territorios en que viven y también ganarse el favor en este asunto de un aliado tan potente como EE.UU.

La victoria de los kurdos sobre el Estado Islámico en la batalla por Cobani, en 2014, significó de hecho el principio del fin del proceso de mejora de las relaciones de Turquía con los kurdos.

La situación se complicó aún más en noviembre de 2015 a raíz del derribo por parte de Turquía del bombardero ruso Su-24 cerca de sus fronteras, hecho calificado por el autor de "acto de rabia de Erdogan por sus fracasos en Siria y los éxitos de Rusia e Irán". Esta acción le está costando especialmente cara a Ankara por sus consecuencias económicas, políticas y militares.

¿Qué le queda a Erdogan?

Su omnipresencia y su posición indiscutible significan que la política exterior del país es el producto de su visión del mundo, sus caprichos y preferencias

Según el analista, los acontecimientos de los últimos años demuestran claramente que la política exterior de Turquía ha dejado de ser una cuestión del Estado en su conjunto y se ha convertido en un asunto personal de Erdogan, producto de su ideología, caprichos y preferencias.

La escalada del conflicto contra los kurdos amenaza con causar una completa ruptura con el Estado turco. El deterioro de la situación de Siria promete no solo exacerbar el conflicto kurdo en casa, sino también debilitar las relaciones de Ankara con EE.UU., ya que Washington está reforzando sus lazos con los kurdos sirios.

"El quid de la cuestión es la siguiente: la política exterior de Turquía ya no es la de Turquía sino la de Erdogan (...) El presidente turco se ha embarcado en una carrera no liberal en casa (…) Su omnipresencia y su posición indiscutible significan que la política exterior del país es el producto de su visión del mundo, sus caprichos y preferencias".

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