Joanna Palani, una estudiante de políticas y filosofía de Copenhague (Dinamarca), tenía solo 21 años cuando en 2014 decidió unirse como combatiente a las fuerzas kurdas para luchar contra los terroristas del Estado Islámico (EI) en la primera línea de batalla en Irak y Siria. El año pasado el Estado danés le confiscó el pasaporte, lo que la joven describe como una "traición". Ahora Palani ha contado su experiencia en la lucha y los horrores de la guerra al portal de noticias Vice.
En la primera noche de patrulla murió su compañero en armas
En su primera noche de combate en el frente Palani vio la muerte muy de cerca. Estaba realizando una patrulla con otro combatiente extranjero, de nacionalidad sueca, cuando fueron atacados por un francotirador que había notado el humo de un cigarrillo y le disparó a su compañero una bala entre los ojos. La joven vio cómo el cigarrillo del hombre seguía encendido mientras moría y su uniforme nuevo quedó empapado de la sangre del combatiente sueco.
Habilidades importantes en la guerra contra el Estado Islámico
En Siria Palani se dio cuenta de que tenía una habilidad especial para disparar en el momento adecuado y mantenerse tranquila cuando las circunstancias lo requerían, dos cualidades esenciales para ser un buen soldado. "Los combatientes del Estado Islámico son muy fáciles de matar", ha señalado, agregando que los terroristas "son buenos sacrificando sus propias vidas".
Valientes combatientes femeninas
Palani se siente orgullosa de su papel como instructora de jóvenes, principalmente de combatientes kurdas. "Las jóvenes son increíbles, están eufóricas después de regresar de las líneas del frente. Son muy valientes, más valientes de lo que yo jamás podría haber sido a su edad".
La tragedia de los yazidíes
Las Unidades de Protección Popular Kurdas (YPG, en kurdo), donde sirvió Palani, ayudaron a familias yazidíes a rescatar a sus seres queridos del territorio controlado por el Estado Islámico. Palani ha relatado su experiencia mientras leía la correspondencia detallada de niñas en cautiverio que planeaban su huida o pedían ser rescatadas. "A pesar de que soy una luchadora me resulta muy difícil leer cómo una niña de diez años va a morir porque está sangrando a causa de una violación", ha confesado.
La comunidad religiosa kurda yazidí se convirtió en víctima de los yihadistas cuando el Estado Islámico tomó el control de sus tierras en el norte de Irak en agosto de 2014.
Abusos sexuales a menores
A principios de 2015, Palani servía en un batallón que liberó un pueblo cercano a Mosul y encontró un gran grupo de niñas a las que el Estado Islámico retenía para abusar sexualmente de ellas.
"Todas las chicas eran menores de 16 años, algunas eran muy pequeñas. Conocí a una chica en el hospital al que teníamos que llevarlas. Era una cristiana siria que murió con la mano entre las mías porque tenía 11 años y estaba embarazada de gemelos. Tenía la carita tan hinchada...".