"Yo le hago un llamado al país. En primer lugar al pueblo a enfrentar la agenda de la violencia calle por calle, casa por casa a ganar la paz centímetro a centímetro de la patria. Es el llamado más importante que tenemos que hacernos todos los venezolanos, a derrotar todos los brotes de violencia que quieren sembrar. A que se imponga la paz".
Con ese exhorto, Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, inició este martes su programa de televisión. Habló desde Miraflores, el palacio de gobierno en Caracas, reseñó la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).
Se refería el jefe de Estado, a eventos aislados, de las dos semanas previas en los que fue asesinado un general, se produjo una escaramuza entre una veintena de miembros de un partido opositor y la Policía o una pequeña revuelta entre mafias de tráfico de alimentos en el centro de Caracas.
Episodios nada inocentes pero que carecen de musculo. "El dato es claro: la oposición no está en condiciones de poner en la calle una fuerza de choque que convulsione el país, como sí lo hicieron en 2014 (con el plan 'La Salida' de Leopoldo López). Y el chavismo -variopinto y contradictorio a veces- sí está en condiciones de movilizar. Es un dato de la realidad. Guste o no", escribe Marcos Salgado, periodista argentino, radicado en Caracas, en un artículo titulado: 'Cambiar en Junio para garantizar futuro'.
Violencia histórica
La historia de la humanidad está plagada de eventos violentos con fines políticos. La Primera Guerra Mundial, por ejemplo, tuvo su origen en un asesinato político, cuando Gavrilo Princip, un nacionalista serbio, acabó con la vida del archiduque del Imperio Austro-Húngaro en Bosnia.
"Los asesinatos políticos existen desde hace muchísimo tiempo. Han sido una herramienta para eliminar adversarios, conseguir ventajas políticas determinadas o mandar una señal a grupos específicos o a la sociedad entera". Recuerda Andrés Antillano, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y especialista en Criminología.
Quizá los más emblemáticos sean los magnicidios. Pero no todos son iguales, dice. "No es lo mismo, por ejemplo, el asesinato del dictador Anastasio Somoza o las prácticas paramilitares aplicadas en Colombia y Centroamérica, donde se extermina, indiscriminadamente, a la población civil".
En el caso venezolano e incluso latinoamericano, a juzgar por los datos históricos, los asesinatos políticos han estado destinados, casi con exclusividad, a los líderes políticos de la izquierda revolucionaria.
Estos asesinatos, en opinión de Andrés Antillano, son cometidos como políticas de exterminio de dirigentes sociales por parte de los grupos de poder, básicamente de derecha, y responden a la estructura social de los que detentan el poder político, las oligarquías.
Año 2014
En Venezuela, la historiografía registra eventos que van desde el atentado a Carlos Delgado Chalbaud (único magnicidio registrado en este país) hasta el exterminio de la dirigencia política de izquierda en los años 1960.
Pero a partir de los piquetes, llamados 'guarimbas', y los asesinatos selectivos de líderes de chavismo, Antillano apunta: "Creo que hay un cambio de patrón, no solo en Venezuela, y este cambio está asociado directamente al fenómeno del paramilitarismo".
La reivindicación
El asesinato político, en cualquier parte del mundo, siempre mostró un elemento importante: la reivindicación del hecho. Sobre todo cuando se cometía contra un integrante del 'statu quo'.
"Y era importante reivindicar la operación, porque justamente formaba parte de una retórica, de una narrativa, de un discurso político", señala Andrés Antillano.
Al referirse a algunos eventos ocurridos en el país, explica que "se trata de ejecuciones que no son reivindicadas y que hacen un despliegue de crueldad, de sadismo extremo. Pero a pesar de no ser revindicadas, sí envían un mensaje claro a la población".
Conducta recurrente
Una constante de la oposición política al chavismo, es la falta de reconocimiento de sus acciones. Nunca han reconocido derrotas electorales o acciones de calle que devienen en violencia.
Entonces, ¿puede considerarse legítimo el uso de la violencia como arma política? Roland Denis, egresado en Filosofía de la UCV y referente de luchas estudiantiles de los años 1980 responde: "Por supuesto que no. En un Estado que se reivindica democrático y con toda la parafernalia liberal, eso no tiene cabida. En todo caso, el Estado haría solo funciones de control social o de orden público".
Denis observa que desde los grupos opositores nadie asume la responsabilidad de la violencia que desencadenan.
"Nadie puede negar que la violencia revolucionaria, en este país, siempre era reivindicada y sin añadirle ninguna palabrita para edulcorarla. Hoy, los grupos que participan de la oposición, no asumen la violencia que generan ¿Qué fue la guarimba de 2014? Un montón de grupos violentos en varias partes del país".
Antes y después
Con el inicio del gobierno de Hugo Chávez (1999) finaliza en Venezuela la aniquilación del adversario como política de Estado y la inscripción en el texto constitucional de la no prescripción de los crímenes de Lesa Humanidad.
De ese período previo al chavismo, que en Venezuela se conoce como 'cuarta república', sobreviven las denuncias de quien fuera diputado esos años, José Vicente Rangel.
Durante su gestión parlamentaria, cinco períodos consecutivos, investigó y denunció los crímenes cometidos como política de Estado.
De su experiencia en esos años ha dicho: "Cuando hice denuncias e investigué los crímenes cometidos por los gobiernos de la cuarta república, nunca sus voceros las aceptaron, pese a las pruebas contundentes que existían. Miles de casos de desaparecidos, muertos en la tortura, fusilados, siempre los voceros oficialistas de entonces los presentaron como consecuencia de luchas internas, venganzas personales o versiones destinadas a perjudicar a los organismos de seguridad. Más de uno se burló de las denuncias que luego resultaron ciertas (…) En fin, toda una historia de infamias que ahora pretenden reeditar los herederos de aquella oscura etapa de nuestra historia republicana".
Ernesto J. Navarro