La invasión nazi de la URSS en los recuerdos de los coetáneos
El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi invadió la URSS y el mismo día Rumanía e Italia le declararon la guerra a Moscú. Hemos investigado cómo percibieron el comienzo de la Gran Guerra Patria –forma en que se denomina este periodo de la Segunda Guerra Mundial en Rusia– quienes vivieron el momento, desde funcionarios gubernamentales y la cúpula militar hasta oficiales, pasando por soldados y ciudadanos de a pie.
Viacheslav Mólotov, comisario de Relaciones Exteriores de la URSS:
"Cuando el asesor del embajador alemán [Gustav] Hilger entregó la nota, le asomaron lágrimas en los ojos".
Anastas Mikoyán, miembro del Politburó, máximo órgano de gobierno y dirección del Partido Comunista:
"Los miembros del Politburó fueron convocados inmediatamente en la residencia de Stalin. Se decidió que había que hacer una declaración en la radio para avisar de la guerra. Claro que propusimos que Stalin la hiciera. Pero Stalin lo rechazó. Qué Mólotov lo haga. Claro que fue un error. Pero Stalin estaba tan deprimido que no sabía qué decir al pueblo".
Gueórgui Zhúkov, general del Ejército soviético: "A las cuatro y media llegamos al Kremlin junto con [el comisario de Defensa] Semión Timoshenko. Todos los citados miembros del Politburó ya estaban convocados. Nos invitaron al despacho. Stalin estaba pálido sentado a la mesa con una pipa vacía. Le contamos la situación. Stalin dijo perplejo: '¿Tal vez sea una provocación de los generales alemanes?'. 'Los alemanes están bombardeando nuestras ciudades en Ucrania, Bielorrusia y la región báltica. ¿Qué tipo de provocación sería esa?', contestó Timoshenko. Poco después entró Mólotov: 'El Gobierno alemán nos ha declarado el estado de guerra'. Stalin se dejó caer sobre la silla y quedó pensativo. Una agotadora larga pausa vino después".
Yuri Levitán, famoso locutor soviético:
"Cuando nos invitaron a los locutores a la radio aquella madrugada ya estaban entrando llamadas. Llamaron desde Minsk: 'Los aviones del enemigo se encuentran sobrevolando nuestra ciudad'. Desde Kaunas: 'La ciudad está en llamas, ¿por qué no se transmite nada?'. 'Aviones del enemigo sobre Kiev'. Llanto femenino, emociones. Entonces recuerdo cómo coloqué el micrófono. En todos los casos recuerdo solo agitación interior. Pero en el momento en que pronuncié 'Habla Moscú', me sentí incapaz de continuar: se me hizo un nudo en la garganta. Se oyen golpes desde la sala de control: '¿Por qué no hablas? Continúa'. Apreté los puños y continué: '¡Ciudadanas y ciudadanos de la Unión Soviética!'"
Anastasía Nikítina-Arshínova, ciudadana soviética:
"Un terrible estruendo nos despertó aquella madrugada. Explosiones de proyectiles, bombas, silbido de metralla. Cogí a los niños y salí corriendo a la calle descalzada. Apenas tomamos algo de ropa. El horror reinaba en las calles. Sobre la fortaleza [de Brest] volaban aviones lanzando bombas. Las mujeres y niños corrían víctimas del pánico tratando de salvarse. La esposa de un teniente estaba tumbada delante de mí junto con su hijo: ambos murieron alcanzados por una bomba".
Alexandra Komarnitskaya, ciudadana soviética:
"Estaba descansando en un campamento infantil cerca de Moscú cuando los directores nos avisaron de la guerra con Alemania. Todos los guías y los niños se pusieron a llorar".
Günther Blumentritt, general alemán:
"Ya en las primeras batallas el comportamiento de los rusos fue muy diferente al de los polacos y sus aliados en el frente occidental. Incluso en los cercos, los rusos se defendieron estoicamente".
Erich Mende, teniente nazi:
"Mi comandante me duplicaba la edad y ya tuvo la experiencia de enfrentarse en batallas con los rusos cerca de Narva en 1917 cuando era teniente. 'Aquí, en estas llanuras sin límite, encontraremos nuestra muerte, al igual que Napoleón'. No trataba de ocultar su pesimismo. 'Mende, recuerda esta hora que marca el final de la Alemania de siempre".
Hans Becker, tanquista nazi:
"En el frente oriental vi a gente que se puede considerar de una raza especial: ya el primer ataque fue una batalla a ultranza".
Hubert Becker, teniente nazi:
"Era un día caluroso de verano. Caminábamos por el campo, sin sospechar nada. De repente nos vimos bajo fuego de artillería. Y así se produjo mi bautismo de fuego: fue una sensación extraña".
Johann Danzer, artillero alemán:
"En el primer día, tan pronto como lanzamos el ataque, uno de los nuestros se suicidó con su propia arma. Agarrando un fusil entre las rodillas, se puso el cañón en la boca y apretó el gatillo. Así terminó la guerra para él y todos los horrores asociados con ella".