La extraordinaria historia del venezolano que quiso hacer de Caracas una nueva Venecia

Autodidacta, aspirante a la presidencia, lo llegaron a considerar un Julio Verne. Su obra maestra se llamó el Bloque de Oro. Imaginó muchas infraestructuras que años más tarde se hicieron realidad.

La vida de un hombre no es su currículo, pero ¿por dónde empezar a escribir la historia de alguien que fue doctor en Ciencias Políticas, Miembro de la Real Sociedad de Ingenieros de Londres, socio honorario de la Asociación de Ingenieros de Chicago, Doctor de Piscología de la Fundación de Psicología de Reino Unido, Príncipe Rosacruz, Raddomante, Caballero de la Orden Internacional de la Legión de Honor de la Inmaculada, cultivador premiado de semillas de girasol, geógrafo y que pretendió convertir a Caracas en una nueva Venecia?

Llenar de agua al valle donde está asentada la ciudad, era solo una arista de la gigantesca propuesta de Ramiro Nava para una convivencia entre los seres humanos y la naturaleza. Quizá por ser un soñador que hacía planos, medía con destreza y dibujaba al detalle las imágenes que paría su cerebro, algunos autores lo llaman el 'Julio Verne' criollo.

El plan resultaba sencillo para Ramiro Nava: solo había que excavar un canal de aproximadamente diez kilómetros de largo y al menos doce metros de profundidad, con un sistema de esclusas similares a las del Canal de Panamá, con el que podría conectarse el litoral central (costas del mar Caribe venezolano) con Caracas, la capital.

Dicho canal estaría provisto de servicio de transporte rápido (tren subterráneo) desde la Plaza Bolívar hasta las playas del hoy estado Vargas. A los lados del trazado que trasladaría la inmensa masa de agua, habría una galería de ferris, miradores, restaurantes, salones de baile y parques de diversiones. Avenidas monumentales y amplios bulevares completaban su idea, de manera que se travesaba toda la ciudad con avenidas y canales de agua.

Publicando el plan

Este proyecto le valdría las risas de algunos incrédulos, pero con el tiempo, la admiración de muchos. No era para menos, su plan bautizado como 'El bloque de oro o plan de finanzas por el bien de Venezuela' aparecía publicado hacia 1936, en una Venezuela que recién salía de una dictadura militar de más de 20 años.

Dentro de esa obra se hizo célebre el Plan Ramironava para la transformación urbana de Caracas, con el que pretendía hacer de la urbe venezolana la más hermosa ciudad del mundo.

"Al publicarse su obra, la sociedad la recibió con cierta sorna. Además el plan estaba acompañado de una manifestación de voluntad para ser presidente de la República", cuenta el intelectual venezolano Luis Britto García, quien por años investigó sobre la vida del hombre que era considerado "el último utopista".

En esa época, recuerda, el poder era disputado por exmiembros de la dictadura y nóveles partidos. "En ese sentido, Ramiro Nava era quizá un poco ingenuo ya que buscaba abrirse espacios entre profesionales de la política. Él aseguraba que quería ser presidente para hacer el bien y que solo necesitaba 6 meses o un año para sentar las bases de su gran obra".

El hombre que no nació

Ramiro Nava, dicen algunos autores, nació hacia 1887 en la ensoñadora ciudad Maracaibo, capital del actual estado Zulia en el noroeste de Venezuela, edificada a orillas de un lago con el mismo nombre y que tiene más 13.000 kilómetros cuadrados.

Aunque en opinión de Luis Britto García, "Ramiro Nava no nació nunca. Su fecha natal no figura en el currículo que siempre prestigia sus obras. "Papá fue muy coqueto, nunca quiso decir su verdadera edad", contó su hija.

Nava daría muestras de ese genio, al publicar en 1904 su primer libro titulado 'Manual de Nociones de Geografía Universal'. Se hizo abogado en 1910 y de inmediato inició un período de formación autodidacta en áreas tan distantes del derecho como la avicultura, la apicultura y la floricultura.

Más tarde escribió textos sobre ganadería y también del clima y su efecto sobre el comportamiento humano, como explicación del fenómeno de la delincuencia.

Adicionalmente, explorando otras ramas del conocimiento, elaboró un ensayo sobre teosofía adaptada a la música y al cinematógrafo, persiguiendo la relación de correspondencia entre colores, sonidos, imágenes y sentimientos.

"Sin duda alguna se adelantó a su época con sus propuestas en torno a la sinestesia, esto es, la fusión de la fascinación de todas las bellas artes a través de su proceso de incidencia en los cinco sentidos, amén del otro. Fue un revolucionario a su modo, que también aplicó muchas ideas iluminadas para sensibilizar a una Caracas que él ya avizoraba como caótica y compleja", aseguró a RT el periodista y poeta zuliano Alexia Blanco.

Obra maestra

Pero sería el Plan Ramironava lo que le granjearía un lugar sin discusiones en el panteón de los pensadores venezolanos.

Nada más y nada menos, pretendió crear una Venecia suramericana en Caracas, logrando traer el mar a través del Canal de Tacagua y conectarlo así directamente con el río Guaire; esto iba a permitir que la ciudad estuviese intercomunicada por canales navegables, lagos, anchas avenidas y autopistas, fortificando así el primer gran puerto de Suramérica.

Un obra sin precedentes, solo comparable con las obras hidráulicas de los aztecas en la ciudad mexicana de Tenochtitlán o las obras medievales que dieron origen a Venecia.

"Para muchos su proyecto global era irrealizable, pero con el paso de los años algunas de sus propuestas ya trazadas antes de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, terminaron haciéndose realidad, como las avenidas que cruzan la ciudad de norte a sur (Av. Bolívar, Av. Urdaneta, Av. Fuerzas Armadas), o la vía expresa que une a la capital con el litoral (carretera Caracas – La Guaira) que se construyó 10 años después de su fallecimiento. Incluso Nava llegó a proponer un puente sobre el Lago de Maracaibo que finalmente se levantó a finales de los años 60 o el puente sobre el río Orinoco (construido por durante el gobierno de Hugo Chávez)".

También imaginó un teleférico, la reurbanización del litoral, la electrificación del Caroní o la industria petrolera bajo control venezolano.

Y hay más. "La forma en la que el arquitecto Carlos Raúl Villanueva concibió la urbanización El Silencio recuerda a la Ciudad Jardín de Nava", puntualiza el escritor.

Buena fe

Britto García cuenta que Ramiro Nava construyó una célula de lo que él pensaba debía ser la forma de vivir que merecían los venezolanos.

Hizo edificar un conjunto de casas conocido como la Ciudad Jardín. Se trataba de una serie de casas unifamiliares, ubicadas todas frente a un gran patio central donde, según pensaba, las familias podían hacer vida común y donde podían ver a sus hijos jugar. Esas casas las alquilaba personalmente.

"Poseía una sociabilidad ingenua. Creía en la buena fe de las personas. Estimó, por ejemplo, que la vía al litoral debía tener caminos para hacer excursiones y que al final de la ruta, las personas se mostrarían las fotos que habían hecho durante el camino".

El sustento

Ramiro Nava calculó que las riquezas naturales del país bastarían para su obra. El 'bloque de oro' era, en su particular forma de pensar, la viabilidad del proyecto.

Solo había que extraer de las minas del sur del país, en forma de lingotes, todo el oro que le permitiera fabricar un bloque de 100 metros, que fuese el cimiento de un Rascacielos donde funcionaría el Banco de Conversión Nacional y que eso le permitiese imprimir todos los billetes necesarios para las obras, con el respaldo aurífero.

2016

Ahora bien, la Caracas de hoy viene a ser como un espejo del sueño de Ramiro Nava, solo que en la ecuación perfecta de convivencia que soñó no es "Oro-Papel-Piedra-Agua-Flores-Espíritu", apunta Luis Britto, sino más bien: "Petróleo-Papel-Concreto-Lodo-Basura".

"Si viviéramos en la Caracas de Ramiro Nava sería una ciudad deliciosa. De seguro sería más agradable vivir, no digo los lagos y los canales, hablo del arquetipo urbanístico. Ramiro quería una convivencia y estimó la relación mutua entre la ciudadanía".

Pero mirando la convulsionada capital, salta la pregunta: "¿Y si Ramiro Nava volviera?... ¿Con qué cara le mostraríamos Caracas? ¿Esto fue lo que hicieron?, nos diría", escribió el maestro Salvador Garmendia en su libro 'La vida buena'.

"Ahora tienen miles de millones pero ya no hay quien sueñe".

Ramiro Nava, sin dudas, fue el primero y quizá único utopista venezolano.


Ernesto J. Navarro