La fantástica vida del tahúr venezolano temido en los casinos del Caribe

Entre las décadas de 1950 y 1960, un solo hombre hizo temblar las finanzas de los casinos del Caribe. Tahúr de profesión, amasó fortunas con la misma velocidad con las que fueron dilapidadas en una vida de 'playboy' y festejos, que lo llevó a ser inquilino de al menos seis cárceles de diferentes países.

Félix Vargas Chacón nació un 3 de abril de 1916 en Venezuela, más específicamente en la oriental ciudad de Cumaná, separada de Caracas por poco más de 402 kilómetros. Del gentilicio de su tierra natal tomará el nombre con el que lo conocerán en el mundo delictivo: el Cumanés.

Su padre había abandonado el hogar por razones de seguridad. Se vio involucrado en un movimiento revolucionario que intentó tomar control de Cumaná y, al fracasar esa acción, debió pasar varios años en la clandestinidad.

Al volver a la legalidad, el padre pide a todos los hijos colaborar para superar la bancarrota en la que se hallaba la familia. Félix es encargado de capitanear una goleta que cargaba pasajeros y turistas hasta la isla Margarita.

Su propio rumbo

Pero a los 14 años ya le había tomado el gusto a los juegos de azar y en una noche de farra abandonó la goleta y al volver les habían robado todo de la bodega. Su padre lo apartó de las tareas de mando de la embarcación y es entonces cuando decide irse por su cuenta.

"Mamá, ¡me voy a conquistar el resto del mundo!". Esa fue su forma de despedirse, contará varias décadas después en un libro autobiográfico que tituló 'Memorias de El Cumanés. Félix Vargas Chacón. 40 años en el delito', y que hoy reposa en la sección de libros raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela.

Dejó la pequeña Cumaná y se trasladó a Caracas a principios de la década de los 40 del siglo pasado. Allí comenzaría a tejer lo que él mismo calificó como "mi desordenada vida".

Tahúr de profesión

"El Cumanés era el típico encantador. Uno de esos seres capaces de venderte algo cuando tú no tenías siquiera la intención de comprar", dijo a RT el periodista y escritor venezolano José Roberto Duque.

Esa personalidad, junto a la increíble habilidad de prestidigitador para mover y desaparecer las barajas, lo convirtieron rápidamente en el tahúr más famoso y cotizado de toda la región del Caribe.

"Era un tipo que estafaba a los ricos, a los casinos. Básicamente a gentes a las que les sobraba el dinero. De esa forma, llevó una vida de 'playboy'. Con sus habilidades para el 'baccarat', logró vivir de robar a los millonarios del Caribe", agrega Duque.

Una muestra de su estilo de vida lo ofrece la prensa venezolana. Hacia 1950, detenido en Caracas, acusado de una estafa, el diario 'El Nacional' publicará una nota con el siguiente detalle: "Había sido el extranjero mejor vestido en México en los últimos tres años".

Los años más fructíferos de su carrera como tahúr, los vive entrando y saliendo de Venezuela, lo mismo que de prisión, por los riesgos que conllevan las estafas.

La misma receta

Aunque fue un maestro en los trucos realizados en los juegos de envite y azar, con el único fin de lucrarse, el Cumanés, relata en su libro, logró estafar a muchas personas mediante un juego de actuaciones bautizado como 'la medicina'.

Lo primero que hacía era identificar a personas que eran empresarios legales pero que traficaban con mercancía ilegal. Se hacía íntimo de esas personas, las estudiaba a fondo.

Aseguraba que las personas con cierto nivel cultural hacen más preguntas, pero tienden "a creerse todo lo que les responden". Según el Cumanés este tipo de personas nunca repreguntaban por miedo a pasar por ignorantes de algún tema.

Entonces, cuenta en sus memorias: "con tres socios realizaba la puesta en escena. Rentaba dos habitaciones en hoteles distintos. Con la víctima llegaba al primer hotel, y el socio le decía poseer dos kilogramos de cocaína". El Cumanés le pedía 20 gramos ya que no tenía para más y el socio accedía a vendérselos únicamente porque se trataba de él. Acto seguido recibía un envase envuelto el papel aluminio (ocultando el contenido) y salían del hotel.

Camino a la segunda locación el otro socio-actor era alertado por teléfono. Fingía un encuentro casual con el Cumanés y, haciéndose pasar por su consumidor desesperado, pagaba el doble del precio por los supuestos 20 gramos de cocaína, que en realidad era bicarbonato de sodio.

Acto seguido el comprador, alegando dificultades de suministro, prometía pagar cualquier precio por una cantidad superior. El Cumanés y la víctima volvían al primer hotel y el tahúr trataba de pedir a crédito el total de la mercancía, bajo el pretexto de no poseer efectivo.

Viendo que la ganancia sería sustancial solo con trasladarla, y como el negocio ya estaba acordado, la víctima accedía a poner el capital. De regreso con el falso comprador, hacía acto de presencia un policía real, pero comprado por el mundo de la delincuencia. Interceptaba al Cumanés y a su víctima y les decomisaba la falsa cocaína, pero a cambio de no llevarlos presos, debían desaparecer y entregar el paquete. Se perdía la falsa droga y el dinero ya estaba pagado.

Con esa receta fueron varios los miles de bolívares y dólares conseguidos por el Cumanés.

Vida de película

Sus estafas siempre le procuraron grandes sumas de dinero, lo que le facilitó codearse con las altas esferas de la política y el espectáculo en Venezuela,  México, Cuba, Costa Rica, Curazao, República Dominicana y otros países.

En sus memorias aseguró haber conocido en México a Fidel Castro cuando apenas preparaba la expedición del Granma, "en los alrededores del Monumento a la Revolución". También al Che, a Camilo Cienfuegos y a Raúl Castro.

"Suministré información de lo que pasaba en Venezuela dentro del régimen de Marcos Pérez Jiménez, del movimiento de resistencia y de la perspectiva de cambio (…) Pero pronto abandonaría mis discusiones políticas y comenzaría a alternar con mi mundo", escribiría el Cumanés.  

El libro está lleno de las más fantásticas historias, de nombres de políticos conocidos y con altos cargos que le facilitaban sus negocios, pero también de otros casos espectaculares, como la fuga de una prisión mexicana a medidos de 1953, a bordo de un Cadillac último modelo junto con una aeromoza. Sin exageraciones, una vida de película.

"El Cumanés fue nuestro Vito Corleone. Una mezcla de 'El Jugador', de Fiódor Dostoyevski, con el Robin Hood tropical al que jugábamos en nuestra infancia. Fue un tipo revolucionario, en esencia, que se mezcló con la crema y nata de la dirigencia social demócrata de Venezuela, incluidos sus intelectuales más ilustres. Amigo del poeta Andrés Eloy Blanco, quien le dedicó un poema", contó a RT el periodista y poeta Alexis Blanco.

"Ojalá alguien le hiciera una película, un cine esencialmente revolucionario, sin incurrir en el corsé y el cliché de las propagandas, para que entonces asumiesen a un personaje que, de haber vivido en Nueva York, habría encontrado su Martin Scorsese", agregó Blanco.

Esas relaciones con los mundos de la política y la farándula le sirvieron de trampolín cuando instaló en México sendos cabarés "que presentaban a la crema y nata de la deliciosa movida cincuentera. Los 'crooners' y las 'vedettes' más impactantes de la época bebían con él. Incluso su historia de amor es un poema que bien podría ser el argumento de una serie audiovisual exitosa. Durante la pelea entre el boxeador olímpico Morocho Hernández y Nicolino Loche, el Cumanés conoció a la argentina con la que se casó", recordó Alexis Blanco.

"Una característica de mi vida fue alternarme con buenos y malos, con delincuentes y héroes, con tirios y troyanos", confesó el Cumanés en sus memorias.

Su testimonio

A mediados de los años 70 apareció en Venezuela el libro con las memorias del Cumanés.

El laureado poeta venezolano Juan Calzadilla hizo las correcciones de estilo al texto para ser publicado.

Entrevistado por RT relató que "el texto describe la vida de un hombre en el medio delictivo y que hizo mucho dinero estafando a gente pudiente, gracias a sus habilidades en los juegos de baraja, envite y azar. Fue preso, escapó de prisión, fue un aventurero que pasó años estafando en casinos elegantes de todo el Caribe. La última parte de su vida, se casa, se arrepiente y se dedicó a enmendar su vida y a instruir a la juventud sobre los peligros de los juegos y las drogas".

Para Calzadilla, el libro tiene un carácter de "novela verídica, pero también puede tomarse como un gran reportaje sobre la delincuencia y su mundo interno".

Félix Vargas Chacón era un gran conocedor de la política y de los políticos. En opinión del poeta, "eso le ayudó muchas veces a librarse de peligros de la prisión y a lograr lo que se proponía".

'40 años en el delito' aparece cuando el Cumanés se arrepiente y hace una exposición de su vida para dar una lección a otros.

Calzadilla cree que "sus actos a veces tienen un arraigo social. Porque roba a otros delincuentes y sobre todo a los llamados delincuentes de cuello blanco, como forma de darles una lección. No hubo otro tahúr como él en el Caribe, con una habilidad innata para la psicología. Llegaba a conocer a fondo a quienes robaba. Fue un hombre, al menos al que yo conocí en la última parta de su vida, bondadoso y de una gran humanidad, con una amplia experiencia en el conocimiento de los individuos", aseguró.

¿Best Seller?

Del libro 'Memorias de El Cumanés. Félix Vargas Chacón. 40 años en el delito', se imprimieron tres ediciones que quedaron totalmente agotadas.

Al abrir la primera página se lee una frase atribuida a Franklin Delano Rooselvet, como entrada a su etapa de redención: "Si los pícaros supieran las ventajas de ser honestos... serían honestos por picardía".

En opinión de Alexis Blanco, las memorias, "sin ser una joya literaria, condensa los términos de una sensacional vida. El Cumanés fue un 'outsider', uno de esos individuos que merece un nicho en el pabellón de los inmortales. Hasta con el comandante Fidel llegó a codearse, de pana, así era el señor. Hijo de una humilde vendedora de pescado, ganó y derrochó su propia vida entre las burbujas efervescentes de una Venezuela de la que ni siquiera queda la nostalgia".

José Roberto Duque estima que "el libro tiene unos valores y él como personaje tiene otros. Fue sin duda el tahúr venezolano más universal. Sus memorias tienen el valor testimonial de retratar la época que él vivió y que coincide además con la Cuba batistera y la descomposición de la Venezuela de aquellos años".

Al aparecer en las librerías se vendió "como pan caliente", según el dicho popular. El editor venezolano Elis Labrador asegura que en Venezuela un libro con buenas ventas se ubica entre 2.000 y 3.000 copias aproximadamente.

"El libro de el Cumanés vendió unas 65.000 copias" dijo Labrador.

Al final de sus días, Félix Vargas Chacón, el tahúr más temido de todo el Caribe, expresaba con un dejo de tristeza: "Viví ladrón en un mundo de honrados, ahora soy honrado en un mundo de ladrones".

Falleció en Caracas en enero de 2014. Tenía 98 años.

 

Ernesto J. Navarro