¿Para quién se está construyendo Europa? ¿Para las multinacionales o para los ciudadanos?

Entrevista de RT a José Luis Calvo, profesor titular de teoría económica de la UNED, sobre la creciente impopularidad del TTIP.

La creciente impopularidad del acuerdo del Tratado de Libre Comercio e Inversiones - más conocido como TTIP, por sus siglas en inglés -, especialmente en países clave dentro de la Unión Europea (UE), como son Alemania y Francia, complican la firma de un acuerdo que estaba prevista para finales de 2016. 

En esta entrevista, el profesor titular de teoría económica de la UNED, José Luis Calvo, analiza para RT las causas de este aumento de voces críticas con el TTIP.

Tras las declaraciones de Francia y Alemania a favor de suspender las negociaciones del TTIP, ¿podríamos hablar de confrontación dentro de la Unión Europea?

JL.C.: Desde mi perspectiva, dentro de la Unión Europea actual no hay confrontación. Es decir, el único gran defensor que había en la UE del TTIP era el Reino Unido, y en estos momentos ya no es miembro de la Unión, o por lo menos está en proceso de salida. Por ello, para mí, las declaraciones de los alemanes y los franceses responden básicamente a dos cuestiones. 

Por un lado, a que van a celebrar elecciones y tienen que dar respuesta a sus ciudadanos. Y el TTIP, por ejemplo, en el caso de Francia, ataca directamente a la agricultura francesa, y el sector agrícola francés es muy potente. Y por otro lado, es un toque de atención al Reino Unido para decirle que sus negociaciones del Brexit van a ser relativamente duras. 

Con lo cual, yo creo que no hay un enfrentamiento dentro de la UE, sino una posición bastante común, en el sentido de que es verdad que teóricamente el TTIP sería una buena solución pero que en la práctica tendría unos costes muy importantes que tanto Alemania como Francia ya habían manifestado y que ahora ponen abiertamente sobre la mesa, probablemente porque tienen las elecciones a la vuelta de la esquina.

El TTIP había recibido críticas desde diferentes organizaciones y colectivos sociales, pero ahora se suma la oposición de dos países clave dentro de la UE, como son Alemania y Francia, ¿se ha quedado la Comisión Europea sola en la defensa de este tratado?

JL.C.:Desde el punto de vista teórico, el TTIP es fantástico, ¿quién no quiere que haya una armonización de la legislación de tal forma que, teóricamente, uno pudiera producir cualquier cosa en un pueblo perdido de Galicia y venderlo en otro pueblo perdido de  Wyoming? El problema es que esto luego hay que trasladarlo a la realidad. Y la teoría y la realidad tienen, a veces, muy poco que ver.

La cuestión aquí es liberalizar el comercio pero, ¿para quién? Porque, en definitiva, el TTIP lo que hace es liberalizar el comercio para permitir que las grandes corporaciones, sobre todo americanas, se instalen en Europa, y esto va en contra de los intereses de los pequeños productores. 

Desde mi perspectiva, la Comisión Europea tiene una visión muy teórica de lo bueno que sería el TTIP, pero los gobiernos cuando tienen que enfrentarse a los ciudadanos descubren que el tratado está muy bien para las grandes corporaciones, pero no está nada bien para el ciudadano de a pie. 

Por ejemplo, es verdad que posiblemente tendríamos acceso a productos más baratos, pero ¿quién los va a comprar si se producen fuera? Es decir, yo no creo que el TTIP vaya a generar empleo en Europa, más bien todo lo contrario, lo va a destruir y de una manera muy importante. 

Y luego, por otro lado, hay dos factores específicos del TTIP que, a la hora de la verdad, hacen el acuerdo bastante peligroso. En el caso, por ejemplo, de España y el tema de las denominaciones de origen. Los americanos no quieren reconocer las denominaciones de origen que están ligadas a determinados espacios físicos. Es decir, cuando uno ve vino de Rivera sabe que es de la Rivera del Duero, y cuando ve vino de Rioja sabe que es de La Rioja. Lo mismo sucede con los vinos franceses de la zona de Burdeos o con multitud de productos alimentarios, como los quesos. Este tema los americanos no quieren reconocerlo. De tal forma que, ahora mismo, por ejemplo, nos encontramos que en Estados Unidos se comercializa vino chileno fabricado en California. Es decir, que con el TTIP podrías tener jamón ibérico hecho en Iowa. Y claro, desde el punto de vista del productor nacional y del mantenimiento de la calidad, pues es evidentemente que choca mucho contra nuestros intereses. 

Por otro lado, otro elemento que es muy importante es el principio de precaución que funciona legislativamente en Europa. Es decir, hay que probar que el producto es inocuo para que pueda tener acceso al mercado. En Estados Unidos funciona justo el principio contrario; es decir, tienes que probar que el producto genera malos resultados y es perjudicial para la salud para poder retirarlo del mercado. Como consecuencia de esto, evidentemente, surgen choques, ¿cuál de las dos legislaciones se va a imponer? Y esta es la parte importante, porque si se impone la legislación americana el problema es que cualquier individuo tendrá que luchar contra una corporación. Aquí es todo lo contrario, aquí es la corporación la que tiene que demostrar que su producto es inocuo. 

Esta serie de cosas son las que realmente no se han debatido. La Comisión trata de sacar un acuerdo hacia delante, que es un acuerdo que teóricamente es muy válido, pero que a la hora de la verdad, va en contra de los intereses de los europeos. 

¿Qué crees que sucederá con el tratado? ¿Continuarán las negociaciones? ¿Habrá cesiones por parte de EEUU? ¿Se llegará a firmar?

JL.C.: Desde luego, ahora mismo no se va a firmar. Es decir, tanto Francia como Alemania van a paralizar el acuerdo porque en estos momentos hay dos cosas que afectan mucho al TTIP. 

Por un lado, tienen elecciones a la vuelta de la esquina, y además hay movimientos populistas muy fuertes en los dos países, como Marie Le Pen en Francia y los movimientos, digamos, más pangermanistas en Alemania. En consecuencia los gobiernos no se van a arriesgar a firmar un acuerdo en contra de los intereses de sus ciudadanos. 

Y ya digo, en el caso de Francia, por ejemplo, el acuerdo, que afecta muchísimo al sector agrícola, encontraría un caldo de cultivo si se firmase fantástico para Marie Le Pen, para poder argumentar que se está atacando a los intereses del campo francés. Cosa que, además, yo creo que es cierto. En el caso de Alemania, la defensa que se hace es la de la gran industria alemana que, en definitiva, se encontraría con una competencia feroz por parte de las grandes corporaciones americanas. En definitiva, ahora mismo el acuerdo va a quedar en "stand by".

Y por otro lado, hay otro punto que yo creo que también es muy importante. Este es un acuerdo cuyo principal valedor dentro de la UE era el Reino Unido, y ha abierto la puerta de salida de la UE con el Brexit. Mi sensación es que tanto los franceses como los alemanes le están enseñando el colmillo al Reino Unido para las próximas negociaciones del Brexit. Le están diciendo: "no vamos a llegar a un acuerdo con los americanos con el TTIP, tampoco te creas que las cosas van a ser tan fáciles para ti".

Conversando con Attac, consideran que las declaraciones de Alemania y Francia son una cortina de humo para que el Tratado CETA - entre la UE y Canadá - pase desapercibido, ya que con el CETA las empresas estadounidenses con sede en Canadá podrían beneficiarse del libre comercio con la UE. Por tanto, da la sensación de que tendremos TTIP sí o sí. ¿Cuál es tu valoración?

JL.C.: El CETA y el TTIP son dos acuerdos muy parecidos. La cuestión es que al TTIP se le ha dado mucha relevancia pública, sobre todo en Europa. En España, como vimos ayer en el debate de investidura, casi ni se menciona. Solamente lo mencionaron Rivera y Podemos, y también muy de pasada en ambos casos. Sin embargo, el CETA ni siquiera es un acuerdo que se conozca entre los ciudadanos, por lo que se puede firmar sin ningún tipo de problema. 

Es evidente que las multinacionales americanas podrían entrar a través de Canadá vía el acuerdo del CETA. Lo que pasa es que esto obligaría a las multinacionales americanas a instalarse físicamente en Canadá, algo que pueden hacer o no, porque hay que tener en cuenta que los temas impositivos son muy diferentes. Es decir, a pesar de que tienen un acuerdo de libre comercio entre ellos, la situación no es exactamente la misma que firmar el acuerdo directamente con la UE. 

Pero, desde luego, firmar el CETA y firmar el TTIP es prácticamente lo mismo. Lo único es que retrasan un poco las cosas y obliga a darle más vueltas. Desde mi perspectiva, deberían paralizarse los dos. Pero la cuestión es si realmente lo que están haciendo tanto Alemania como Francia no es algo de cara a la galería. Es decir, como el TTIP tiene mucha visibilidad y ahora tienen elecciones optan por paralizar el TTIP, y como el CETA tiene poca visibilidad pues firman el CETA. 

La gran decisión que se tiene que tomar es para quién se está construyendo la UE, si para las grandes corporaciones o para los ciudadanos europeos. Yo creo que tanto el CETA como el TTIP demuestran que los gobiernos europeos y la Comisión están más en apoyo de las grandes corporaciones que de sus ciudadanos. 

Finalmente, la Comisión Europea cedió y el CETA tendrá que pasar por todos los parlamentos nacionales para su aprobación final. Si no hubiese sido así, ¿hubiese sido una perdida de soberanía de los Estados frente a la Comisión?

JL.C.: Aquí es que entramos en un tema más de juristas. Me refiero al tema de quién realmente tiene que tener la soberanía sobre la Unión Europea. Es decir, si tiene que ser la Comisión y el Parlamento Europeo o tenemos que seguir teniendo un modelo confederal, que en definitiva, es un poco lo que tenemos en la actualidad, donde los parlamentos nacionales y los gobiernos nacionales siguen teniendo cierto poder. 

Es obvio que no se puede ir hacia un modelo en el que las decisiones las tome la Comisión cuando nadie elige a la Comisión; es decir, cuando los ciudadanos no eligen a la Comisión y el Parlamento Europeo no elige a su gobierno, que es la Comisión Europea, sino que la eligen los gobiernos de los diferentes países. 

Es un problema, básicamente, yo creo que de democracia. La Comisión en estos momentos es un ente teóricamente técnico que, sin embargo, toma decisiones políticas, pero que no responde políticamente ante nadie, solo ante el Parlamento Europeo pero de una manera un poco "ad hoc". No responde como un gobierno ante un parlamento. Mientras no tengamos una UE en la que tengamos realmente un sistema federal, y no uno confederal, pues lógicamente la Comisión no debe tomar estas medidas, no debe tomar estas decisiones, y hay que mandarlas a los parlamentos europeos. 

Si en algún momento avanzamos y convertimos el Parlamento Europeo en algo, digamos, similar a lo que sería el Congreso de los Diputados español, pues entonces no habría ningún problema en que se aprobasen este tipo de decisiones, ya que la Comisión sería un gobierno formado a partir de ese parlamento. Pero tal y como está definida hoy la Comisión, y tal y como está definido el Parlamento europeo, lo lógico es que todos estos acuerdos que afectan a todos los países tengan que ser aprobados por sus diferentes parlamentos. 

María Jesús Vigo Pastur