El mito de la Independencia de México, una 'contrahistoria'
Alumno del sociólogo Immanuel Wallerstein, el mexicano Carlos Antonio Aguirre Rojas es crítico con la historia oficial de su país.
Para buscar las otras vertientes que pueden ser contadas sobre la historia de México, publicó el 'Antimanual del mal historiador', donde propone una nueva forma de relatar la historia.
En una entrevista especial para RT, Aguirre ofrece una visión "a contrapelo" a propósito de los festejos por la Independencia de México, la cual cumple 206 años.
RT: ¿Qué es una 'contrahistoria', de dónde parte su idea?
AR: Soy parte de una revista que se llama 'Contrahistoria', el término lo sacamos de Michel Focault, aunque pienso que viene desde Karl Marx, Walter Benjamin y está presente a lo largo del siglo XX.
Focault dice que siempre hay una historia oficial hecha por clases dominantes y tiene un sentido ideológico, un sesgo que intenta dar la versión que justifique la dominación actual. Es la historia hecha por quien venció, que legitima sus victorias y trata de mostrar la necesidad de ser los vencedores.
La 'contrahistoria' es pasar el cepillo de la historia, dice Benjamin, a contrapelo. Es decir, en sentido contrario a las versiones oficiales para hacer aflorar los pasados vencidos. Se trata de mostrar cómo en todos los conflictos históricos había distintas posibilidades de resolución y se impuso una que no es la única posible ni la mejor.
Es decir, en la batalla histórica venció un grupo, pero otros pasados eran posibles.
La idea de Walter Benjamin es que en realidad los pasados vencidos no son aniquilados: fueron vencidos, pero se mantienen latentes y en cualquier momento pueden aflorar.
RT: ¿Cómo se puede mirar la Independencia de México desde esta 'contrahistoria '?
AR: Publiqué en la Editorial Quinto Sol el libro 'Mitos y olvidos de la historia oficial'. Ahí hablo de que el primer mito fundador de la nación es el mito de la Independencia.
¿Por qué decimos que es un mito? suscribo el punto de vista de Immanuel Wallerstein, quien escribió un libro de historia del capitalismo y al revisar las independencias dice que, en realidad, más que independencias, habría que llamar a los procesos vividos en América descolonizaciones. Se quebró el estatus de colonia al respecto de colonia, pero no se conquistó una independencia.
En el siglo XIX y XX se creó una independencia política formal. Pero en los hechos la dependencia económica de España y Europa subsistió. Luego se convirtió en dependencia de Estados Unidos. Es decir, la dependencia social y geopolítica siguió presente.
RT: ¿A qué obedece, por ejemplo, el ritual que ocurrirá este 16 de septiembre en el Zócalo de México?
AR: Es curioso porque la independencia es un elemento que moviliza la pasión popular y la cultura popular expresada como un antiimperialismo, un sentido crítico, pero en los hechos no hubo una real independencia. Hasta hoy no hay independencia de los grandes centros de poder.
No hay que olvidar que la estructura que se crea para organizar a poblaciones es la estructura nacional, para legitimarse necesitan mitos fundadores. El de la nación mexicana es el mito de la Independencia, como en Francia es la Guerra de los Cien Años. Son mitos que legitiman su identidad.
Esa función cumple fiestas y rituales de decir que la nación tuvo una gesta, pero normalmente se basa en hechos deformados.
Por ejemplo, el cura (Miguel) Hidalgo fue declarado padre de la patria, pero hay una polémica sobre si su imagen es verdadera o no. Hay quienes dicen que es su hermano porque no hay imágenes de él. Para hacerlo padre de la patria buscaron qué lo justificara.
Además, el acto de tocar la campana en el Palacio Nacional comenzó en la segunda mitad del siglo XIX y se afirma en el siglo XX.
RT: ¿Quiénes son los olvidados de este proceso?
AR: El neozapatismo (el levantamiento indígena en México de 1994) muestra un dato que se tiende a olvidar. En 1810, México era un país de seis millones de habitantes. La mitad, tres millones, eran indígenas. Los protagonistas del movimiento de independencia son los indígenas, pero no aparecen en ningún lado de la historia.
El movimiento es dirigido por criollos. Lo plantea Wallerstein. Los criollos marginaron a sectores populares que empujaban el movimiento y hacen pactos de cúpulas para que lo que suceda en la independencia sea un desplazamiento de los peninsulares en beneficio de ellos.
En su arreglo, los grandes perdedores fueron los pueblos indígenas.
En 'Los sentimientos de la nación' de 1813 (documento fundacional del movimiento independentista mexicano) escrito por el cura José María Morelos en Chilpancingo, dice explícitamente que en México no se hablará de castas ni grupos sociales diferentes: todos somos mexicanos.
En este proyecto para homogeneizar se encubre lucha de clases y el protagonismo de las demandas indígenas marginadas del país.
RT: ¿Cómo termina para estas clases la lucha por la liberación del país?
AR: Finalmente, la independencia se cierra con acuerdo de cúpulas para formar el imperio de Agustín de Iturbide. La independencia parece haber dado lugar a una especie de clon del Imperio español, el fallido México.
Lo que se oculta en los relatos, y el papel de los campesinos, mineros, las clases subalternas está muy bien retratado en el libro del historiador Erick Van Young, 'La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821'.
RT: Para terminar, háblenos un poco de los festejos del primer centenario y del bicentenario de la Independencia de México
AR: Todo el levantamiento de Hidalgo es el 16 de septiembre, hacia las seis de la mañana. Se precipita porque la conspiración es descubierta. Decide que hay que adelantar respecto a sus planes el pronunciamiento. La fecha a celebrar era la del 16, pero Porfirio Díaz (dictador que controló el poder político en México de 1876 a 1911) cumplía años.
Se autoproclamaba no solo héroe nacional, decía que él había construido la paz social en México. El siglo XIX es turbulento y hay una guerra entre liberales y conservadores, de una situación violenta y difícil de intentos de construir Estado. Así que Díaz modifica la fecha y pasa la celebración del 16 al 15, aunque a la gente sí le gustaba empezar a celebrar desde el 15.
Era el gran fasto de las celebraciones, se le cruza justamente el proceso de la revolución. Cien años después, le toca irónicamente a un gobierno conservador, el bando vencido, celebrar el bicentenario de la independencia de manera patética en medio de una guerra (del narcotráfico) también.
Al-Dabi Olvera