El incendio provocado por el grupo terrorista Estado Islámico en una planta química en su intento por retener la ciudad de Mosul, su último reducto en Irak, ha liberado una gran nube tóxica que podría infligir un daño a largo plazo en todo Oriente Medio, informa la NASA, que esta semana publicó imágenes satelitales que revelan la magnitud del desastre ecológico provocado por los yihadistas.
La primera imagen, tomada el pasado 22 de octubre, muestra dos columnas de humo correspondientes a las emanadas por el incendio en la planta de azufre de Al-Mishraq, situada a unos 38 kilómetros al sur de Mosul, y de los campos petroleros de Qayara, que también fueron incendiados por los terroristas.
Por efecto de la combustión el azufre se combina con el oxígeno formando dióxido de azufre: un gas incoloro, tóxico, corrosivo y en ocasiones letal, según el Centro Canadiense para la Salud y Seguridad Ocupacional.
"En los primeros días, nuestras observaciones preliminares sugieren que la mayor parte del dióxido de azufre se mantuvo en la troposfera inferior, lo que acentúa el impacto sobre la calidad del aire y la salud", señala la NASA. Sin embargo, los vientos han llevado a este humo tóxico hasta capas más altas de la atmósfera, donde puede "someterse a transporte a larga distancia".
Mientras que la segunda imagen satelital, tomada el 24 de octubre, revela que la nube invisible de dióxido de azufre se ha diseminado más allá de Irak, llegando a países como Siria y Turquía. En altas concentraciones, este gas puede provocar problemas respiratorios e incluso amenazar la vida. En efecto, la agencia espacial estadounidense señala que dos personas han muerto después de haber estado expuestas a altas concentraciones de dióxido de azufre, mientras que otras 1.000 han sido tratadas por problemas respiratorios.
A pesar de que el incendio ya ha sido controlado en la planta de azufre, el diario 'The Wall Street Journal' reporta que la cantidad de humo tóxico liberado podría infligir un daño duradero en la región y su población. Cuando el dióxido de azufre se introduce en el suelo al mezclarse con el agua, puede disolver los minerales, poniendo en peligro la agricultura y la vida acuática de fuentes cercanas, y los efectos pueden persistir durante años.