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60.630 desaparecidos, las víctimas de la democracia colombiana

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La desaparición forzada ha enlutado a familias que no han cerrado el duelo por la ¿pérdida? de un ser amado. Pero ni siquiera las dictaduras más sanguinarias del Cono Sur tienen, en suma, la misma cantidad de víctimas que Colombia: un país en democracia donde esas muertes ocurren en silencio.
60.630 desaparecidos, las víctimas de la democracia colombiana

Haga el ejercicio de imaginar que los 60.000 habitantes de una ciudad como Venecia reposan en un camposanto. Esa, si acaso, sería la imagen de los desaparecidos en Colombia.

El más reciente informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) reveló que, entre 1970 y 2015, se registraron en Colombia 60.630 desapariciones forzadas, una cifra que supera ampliamente la cantidad de víctimas del mismo delito durante las sangrientas dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. La diferencia es que estos crímenes se cometieron en democracia.

La mayoría de las víctimas han sido campesinos, jornaleros, obreros y dirigentes sociales. Sus victimarios fueron varios de los actores armados que participan, desde hace más de medio siglo, en la unica guerra viva en la región: el Estado, los paramilitares -muchas veces en alianza con la fuerza pública- y la guerrilla.

Legado de EE.UU.

De acuerdo a las cifras del informe, titulado "Hasta encontrarlos", en el 80% de los casos registrados entre 1978 y 1981 (primera etapa), los principales responsables de las desapariciones forzadas fueron paramilitares y las fuerzas del Estado que, bajo la doctrina de seguridad nacional, irrumpieron en regiones donde históricamente hacían vida grupos insurgentes u organizaciones políticas de izquierda para exterminarlos.

Pese a que Colombia estaba en democracia, los gobiernos de la época restringieron y penalizaron los derechos de protesta, reunión y movilización, lo que facilitó especialmente a la fuerza pública el ambiente para aplicar mecanismos como la desaparición forzada, intimidación y persecución política contra la disidencia.

"La Doctrina de Seguridad Nacional se convirtió en el corpus ideológico y operativo promovido por Estados Unidos, con el cual se condujo la represión militar bajo el supuesto de que toda expresión política o armada de la izquierda dentro de los países era la manifestación del plan de expansión mundial del comunismo liderada por la Unión Soviética", precisa el informe del CNMH.

La etapa más oscura

Sin embargo, el período más crítico de la desaparición forzada en Colombia ocurrió entre 1996 y 2005, cuando se contabilizaron 32.249 víctimas, es decir, casi la mitad de los registrados entre 1970 y 2015.

La razón, detalla la investigación, fue "el escalamiento de las masacres, los asesinatos selectivos y los secuestros". El mayor pico de víctimas fue en 2002, durante el gobierno de Álvaro Uribe, cuando se dio "la estrategia de expansión territorial de las AUC".

Las AUC son las Autodefensas Unidas de Colombia, un sanguinario grupo paramilitar. Salvatore Mancuso, quien fue uno de los máximos líderes de esa organización criminal, aseguró que había apoyado financieramente a Uribe para su reelección en 2006.

El ex mandatario colombiano y Mancuso fueron piezas clave en el proceso de desmovilización paramilitar de 2004, un proceso cuestionado por fraude en los planes de reinserción social e identificación de los actores armados.

Duelo que no cierra

"No son cifras para decorar el informe, son cifras para mostrar las dimensiones del conflicto colombiano en una de sus expresiones más dolorosas, más trágicas y más difíciles de sanar como es la desaparición forzada", sostiene el director general del CNMH, Gonzalo Sánchez Gómez, entrevistado por Semana.

Lo más duro para los familiares de las víctimas es que tienen un luto que no cierra porque, tal como señala un trabajo de la investigadora Sandra Milena Zorio, "el desaparecido transita en el discurso de sus familiares como un muerto-vivo: como muerto, está siempre insepulto, y como vivo, es siempre objeto de ultrajes y torturas por parte de quien lo desaparece. Cada uno de estos destinos es extremadamente mortificante para el doliente, y el paso constante de uno a otro hace de la experiencia de la pérdida algo del orden de lo ominoso e insoportable".

El documento detalla que durante los años del fenómeno, los mecanismos de ocultamiento de las víctimas se han perfeccionado. En Colombia ya no sólo la evidencia del horror se encuentra en fosas comunes sino que "desaparece" por métodos como el descuartizamiento, la aplicación de químicos o el desmembramiento para evitar la identificación.

El informe del CNMH, de más de 400 páginas, no solo ofrece las cifras. También les pone nombre y apellido a las víctimas y sus familiares. En medio de las negociaciones de paz entre el gobierno y las FARC, que busca ponerle punto final a un conflicto armado de más de medio siglo, la investigadora Martha Nubia Bello no pierde de vista que, en paralelo, el reto es fortalecer la democracia.

"Nuestra democracia (en Colombia) ha sido una democracia precaria, una democracia con muchas limitaciones, pues no ha sido respetuosa de los derechos humanos", dijo a CNN. Para ella, si se dan las condiciones para un proceso de verdad y justicia con el triunfo de la paz, el número de víctimas puede ser aún mayor.

Nazareth Balbás

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