En enero de 2015, los dirigentes del Pentágono recibieron un informe con el que podrían haber ahorrado hasta una cuarta parte del presupuesto de Defensa evitando diversos despilfarros. Todo ese dinero se podría haber reinvertido en el abastecimiento de las Fuerzas Armadas y en el desarrollo de sus capacidades combativas. Sin embargo, los altos funcionarios prefirieron obviar sus recomendaciones y ocultar los resultados.
El informe fue realizado por la Junta de Negocios de Defensa (Defense Business Board), un panel asesor federal de ejecutivos corporativos, cuyos responsables han compartido con el periódico 'The Washington Post' algunas de sus impresiones sobre este trabajo .
Los investigadores procesaron una gran cantidad de información para evaluar de qué manera se distribuía el presupuesto de aproximadamente 580.000 millones de dólares (en un quinquenio) entre las distintas operaciones de compra, contabilidad, recursos humanos, logística y gestión de propiedades.
Un informe de síntesis de 77 páginas cifró los gastos no justificados en los que incurría el Departamento de Defensa en unos 125.000 millones de dólares, una cuarta parte de todo el presupuesto. Una proyección para el lustro siguiente sugería ahorrar ese cantidad corrigiendo los errores previamente cometidos.
El plan de los expertos no requería el despido múltiple de funcionarios ni reducciones en el personal militar. En lugar de eso, buscaba "agilizar la burocracia", reducir el número de contratistas altamente retribuidos y mejorar el uso de la tecnología informática.
Fueron los propios dirigentes del Pentágono quienes habían buscado asesorarse para hacer más eficaz su enorme burocracia. Para los militares, el principal objetivo del estudio era una posible redistribución del dinero ahorrado para destinarlo en tropas y armas. Economizando según las sugerencias del informe, se podría haber pagado gran parte de la cuenta para la renovación del vetusto arsenal nuclear del país o aumentado los gastos operativos de 50 brigadas del Ejército, entre otras opciones.
Sin embargo, cuando la investigación descubrió la escala del derroche, que iba mucho más allá de lo esperado, los altos funcionarios optaron por cerrarla y desacreditar sus resultados. La investigación periodística reveló las razones para el nerviosismo del Pentágono.
Al poner de relieve tanto despilfarro, el informe podía socavar sus esfuerzos para persuadir a los políticos de que mejoraran su financiación, castigada por los años de austeridad económica. En lugar de proporcionarles más dinero, supusieron, el Congreso y la Casa Blanca podrían ordenar aún más recortes.
"Todos se quejaban de su penurias económicas, pero nosotros les propusimos una manera de ahorrar un montón de dinero", afirmó en declaraciones al diario Robert Stein, un inversor privado de Jacksonville, Florida, que desempeñó el cargo de presidente en la Junta de Negocios de Defensa. Stein calificó las conclusiones del estudio como "indiscutibles" y la supresión de los resultados por el Pentágono de "farsa".
El subsecretario de Defensa, Robert Work, la segunda persona más importante en el Pentágono, es un buen ejemplo de cómo se transformó la postura oficial con respecto al estudio entre el comienzo y el fin del trabajo de los expertos. Fue uno de los promotores de la iniciativa, pero ahora se niega a discutir las conclusiones sobre el tamaño de la burocracia y los gastos que esta implica. Evalúa la propuesta de ahorrar aquellos 125.000 millones de dólares como "poco realista".
Finalmente, todo el plan de ahorro resultó truncado en espera del aumento del gasto militar prometido por el presidente electo, Donald Trump. El Pentágono impuso restricciones de acceso a los datos de la investigación y a sus cálculos. Incluso las menciones al propio informe en el sitio web del Departamento de Defensa han sido borradas.