La ambición de EE.UU. por la hegemonía global "paradójicamente" ha acelerado el surgimiento de un mundo multipolar, donde el papel de Washington será el de un "simple observador" de integraciones que revolucionarán el mundo en los próximos 50 años, según la revista 'Strategic Culture Foundation'.
Acontecimientos como la guerra en Siria, el bombardeo de Libia, el golpe de Estado en Ucrania, las sanciones contra Irán y la presión contra Pekín en el mar de la China Meridional han impulsado la integración de tres países, que a principios de los años 1990, tenían muy poco en común: Irán, China y Rusia.
La necesidad de luchar contra un problema común, representado por una creciente influencia estadounidense, ha obligado a Teherán, Pekín y Moscú a resolver sus diferencias y adoptar una estrategia común para defender su soberanía, adoptando una serie de acciones económicas y militares para repeler la amenaza existencial proveniente de Washington.
Imponiendo a la fuerza su visión a los demás
Por su parte, EE.UU. en lugar de desempeñar el papel de una superpotencia mundial interesada en los negocios y el comercio con otras naciones, sigue considerando que cualquier decisión extranjera en materia de integración, finanzas, economía y desarrollo se encuentra dentro de su ámbito exclusivo. Aunque su principal propósito es simplemente explotar todos los instrumentos económicos y culturales disponibles para prevenir la cohesión y la coexistencia entre las naciones, utilizando históricamente el componente militar para imponer su visión al resto del mundo, lamenta la publicación.
Sin embargo, en los últimos años, gracias a la desdolarización y a la integración económica y militar de Irán, Rusia y China, con ambiciosos proyectos como la nueva Ruta de Seda, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura o el Área de Libre Comercio de Asia Pacífico han permitido a naciones pequeñas contar con alternativas de desarrollo y mejores acuerdos comerciales.
Este ejemplo de integración entre poderes geográficamente distantes, pero con grandes intenciones de integrar las estructuras vitales del comercio, plantea una seria amenaza para los procesos hegemónicos globales estadounidenses. Los errores de cálculo de EE.UU. lo han relegado al papel de simple observador de cooperaciones e integraciones que revolucionarán la zona eurasiática y el planeta durante los próximos 50 años, finaliza el artículo.