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Operación de bandera falsa: ¿Qué hay detrás del 'hackeo' a las elecciones en EE.UU.?

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Un informe de la CIA asegura que Rusia usó estrategias para "influir" en las elecciones norteamericanas. En apenas 25 páginas sin ejemplos concretos, sin evidencias técnicas y admitiendo que no hubo injerencia en el recuento de votos, EE.UU. se dice víctima de su propia escuela.
Operación de bandera falsa: ¿Qué hay detrás del 'hackeo' a las elecciones en EE.UU.?

Las llamadas eran en la madrugada. A pocos días de las elecciones presidenciales en 2012, miles de venezolanos se despertaron para oír un supuesto mensaje de campaña del chavismo. 

"Eso no lo está haciendo el Comando de Campaña Carabobo, eso lo está haciendo la derecha como parte de la guerra sucia", denunciaba en ese entonces el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello. Como esa, muchas estrategias electorales agresivas e ilegales fueron aplicadas por la oposición en el país suramericano para tratar de debilitar el liderazgo de Hugo Chávez, siempre con el apoyo económico de EE.UU. Ninguna resultó.

La receta se ha repetido en otros países con mayor o menor éxito. Las técnicas de descrédito contra los gobiernos de izquierda de la región han sido voraces en los últimos años, especialmente en el ámbito de las informaciones falsas difundidas por los conglomerados mediáticos norteamericanos más influyentes. Sin embargo, la historia ha dado un vuelco inesperado: Ahora es EE.UU. el que se queja de que sus recientes comicios presidenciales fueron "hackeados" por una especie de virus de opinión pública propagado por Rusia. ¿Qué hay de cierto en esas acusaciones? ¿Pudo una estrategia del Kremlin poner al empresario Donald Trump en la Casa Blanca?

Bandera falsa

El informe de inteligencia presentado por la CIA consta de unas 25 páginas. La "evidencia" contra Rusia es exigua: tuits, declaraciones públicas de un funcionario, notas de prensa. El documento carece datos técnicos que expliquen cómo ocurrió el supuesto "ciberataque" que, según sus propios voceros, ni siquiera influyó en el recuento de los votos, refiere El País.

Para el analista político y ex director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) de Venezuela, William Castillo, el informe y las acusaciones contra Rusia no son más "que una operación absurda, un pote de humo gigantesco, una bandera falsa que es típica de los EE.UU. y que no merece la mayor credibilidad".

Lo que resalta él es que, aún si fuera cierto, "EE.UU. es el país con menos moral para escandalizarse de estas cosas: un país que interviene no sólo en los procesos políticos sino en la vida, en la economía, en la cotidianidad de la gente desde hace muchísimos años".

Sin embargo, Castillo pone el acento en cómo el periodismo ha pervertido el término "hackeo" -que nace como un movimiento informático ético para visibilizar lo deliberadamente oculto por gobiernos y corporaciones- para denominar cualquier cosa que tenga que ver con el manejo o gestión de la opinión pública, ahora mediada en buena parte por las redes sociales. 

"Además, toda campaña electoral puede considerarse un 'hackeo', si este se define como la aplicación de distintas estrategias para obtener un favor político, en este caso el voto. Por eso, este 'escándalo' de la CIA me parece una burda operación de propaganda para enturbiar la presidencia de Trump por sus anuncios de restituir las relaciones de respeto con Rusia".

Ciencia ficción

Pero hay quienes sí dicen que son capaces de alterar campañas mediante la manipulación en internet. El año pasado, Bloomberg entrevistó al colombiano Andrés Sepúlveda, condenado a diez años de prisión en su país por los delitos de uso de software malicioso, conspiración para delinquir, violación de datos y espionaje en los comicios presidenciales de 2014. Él apoyaba al candidato que perdió frente al actual mandatario Juan Manuel Santos.

Según Sepúlveda, su labor consistió en mellar las candidaturas de la izquierda en países como Nicaragua, Panamá, Honduras, El Salvador, Colombia, México, Costa Rica, Guatemala y Venezuela, generalmente como colaborador de J.J. Rendón, un controvertido asesor político venezolano, residenciado en Miami: "Mi trabajo era hacer acciones de guerra sucia y operaciones psicológicas, propaganda negra, rumores, en fin, toda la parte oscura de la política que nadie sabe que existe pero que todos ven". Su mayor arma, dijo, era la fe que profesan los usuarios de la información que reciben en las redes sociales.

"Me di cuenta -comentó el hacker- que las personas creen más a lo que dice Internet que a la realidad, descubrí que 'tenía el poder' de hacer creer a la gente casi cualquier cosa". Por eso creó un software para hacer un ejército de cuentas falsas en Twitter, interceptó llamadas, correos e información sensible de los adversarios políticos de su candidato de turno, y hasta divulgó noticias falsas sobre economía para perjudicar al contrincante de un cliente.

Para la consultora de campañas electorales y profesora de postgrado en Comunicación Política de la Universidad Simón Bolívar (USB), Mariana Bacalao, el caso de Sepúlveda le parece ciencia ficción o, al menos, demasiado exagerado.

"¿Qué lo lleva a incriminarse y a contar cómo hizo todas esas cosas? Me parece que su trabajo es de doble guerra sucia porque no sólo quiere contar lo que hizo, sino que uno pudiera pensar que también quisiera hacerle daño a un tercero. En esta época de manipulación y de mentiras es relativamente fácil decir que alguien espió para mí. En todo caso, creo que hoy donde hay que poner atención es en las pruebas, no en las acusaciones".

Opiniones encubiertas

Para Bacalao, lo que sí está claro es que la elección de Trump demostró la existencia de un factor que cobra cada vez más fuerza: las opiniones encubiertas. Incluso antes del resultado del pasado 8 de noviembre, las señales fueron claras con la "sorpresa" que generaron la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y el triunfo del "no" en el plebiscito por la paz en Colombia.

Esa realidad es la que parece haber "hackeado" los métodos tradicionales de medición de la opinión pública y a los propios jefes de campaña. Las encuestas fallaron y no por un estrecho margen: "A muchos electores les daba pena admitir que conectaban con ese discurso de Trump que apelaba al resentimiento, a un pase de factura. Los resultados demostraron que estaban creyendo mucho más en él a pesar de que sus razones estaban lejos de ser nobles, altruístas y reconstructivas, lejos de lo que es cool y lo que no".

Castillo sostiene que las opinione encubiertas se potencian con la existencia de las redes sociales, que hoy redefinen las fronteras entre lo público y lo privado: "Hay una nueva sensibilidad: aunque aparentemente somos más abiertos porque publicamos las fotos de nuestras casas, de nosotros, de lo que comemos, al mismo tiempo puede pasar que varios espacios de nuestra intimidad se están volviendo más insonsables, más difíciles de predecir por mecanismos tradicionales porque están influenciados por una dinámica muy cambiante".

¿Quién miente?

El reto en cierne para los consultores "es buscar formas más seguras y más asertivas para ver lo que la gente encubre", dice Bacalao. Las razones de esa opinión solapada pueden ser muchas, pero ella asoma la primera: El prestigio. "Cuando la gente miente, cuando la gente engaña, pierde credibilidad y eso es muy sensible en las redes".

En ese aspecto coincide con Castillo, quien afirma sin cortapisas que el gran temor de EE.UU. es descubrir que su aparataje mediático, arma indispensable para el manejo de opinión pública, está haciendo aguas.

"El haber mentido tanto tiempo sin pudor lo están pagando caro. Ya la gente desconfía mucho de medios norteamericanos y lo demuestran varios estudios de opinión allá, eso ha aumentado la credibilidad de los medios internacionales porque los juzgan más objetivos y, al mismo tiempo, los deseos del gobierno estadounidense por desprestigiarlos. Hoy se entiende que el problema no es decir la verdad sino poder detectar las mentiras, los engaños, las manipulaciones, y en eso EE.UU. hizo escuela".

Dualidad

Para el ex director de Conatel, lo que se intenta contra Rusia es crear una "post-verdad", un nuevo concepto de marketing político que consiste en dar por cierto algo -para generar un impacto emocional o político- aunque no sea real.

"Lo han hecho siempre con países como Siria o como Venezuela. Te van satanizando, te van bombardeando sistemáticamente con medias verdades, con distorsiones y llega un momento en que la gente termina aceptando cualquier hecho nuevo, aunque sea absolutamente mentira". Pero no siempre funciona.

El especialista Pablo J. Boczkowski dice en un reciente ensayo sobre la post-verdad, publicado en Anfibia, que si bien las noticias falsas han existido durante tanto tiempo como las verdaderas, hay un elemento diferenciador: "Una infraestructura de información con una escala, un alcance y una horizontalidad en los flujos informativos sin precedentes en la historia".

En ese entramado operan tantos intereses que cada vez es más difícil determinar cómo inciden unos sobre otros. En palabras de Castillo: "Nos enfrentamos a un mundo que por una parte es más desinformado, más víctima de la mentira, y por otra parte, también tiene convive con una insurgencia de fuerzas que resisten a eso. Esa pugna es la que nos toca vivir en los próximos años". Bienvenidos a tiempos interesantes, diría el filósofo Slavoj Žižek.

Nazareth Balbás

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