Una valla entre el lujo y la extrema pobreza: 'El muro de la vergüenza' de Perú
El muro que el presidente de EE.UU. Donald Trump pretende levantar en la frontera entre su país y México quizá sea el más famoso del momento, pero desde luego no es el único del planeta. En Perú, el barrio más rico de la capital y el más humilde no están muy lejos el uno del otro. Sin embargo, están separados por un muro que con los años ha alcanzado los 10 kilómetros de longitud.
Esta construcción, que popularmente se conoce en el país latinoamericano como 'el muro de la vergüenza' no solo divide físicamente, sino también de forma mental: a día de hoy sigue aumentando los estigmas que existen a uno y otro lado.
¿Una valla para discriminar?
Mariela Tocsa creció en el lado menos pudiente y allí regenta ahora un humilde colmado que construyó con sus propias manos. "Cuando era chica andaba al cerro y era libre para andar. Pero ahora ya no, no es ni para ver siquiera. Lo han cerrado, como discriminándolo a uno", lamenta.
"Todos somos peruanos (...) me incomoda porque todos debemos apoyarnos", sostiene César Ramos, cuya casa queda prácticamente pegada al muro. "Simplemente, la gente que tiene un poco más de dinero ha hecho un cruce para que la gente de acá, la gente más humilde, no invada", añade. El barrio que se encuentra en el lado más pobre ha crecido espontáneamente, falto de planificación.
¿Qué hay al otro lado?
Al otro lado de esta construcción se encuentra la urbanización Las Casuarinas, una de las más exclusivas de Lima. Cuando el equipo de RT trató de acceder a ella, alegaron que solamente pueden acceder residentes o visitantes.
Lo poco que pudimos captar con nuestra cámara desde la distancia nos permitió ver zonas ajardinadas abundantes y bien cuidadas. Algo que contrasta con el otro lado del cerro, donde sus habitantes ni siquiera disponen de agua potable. A través de una agencia inmobiliaria, conseguimos ver algunas de las casas que se encuentran en venta en la zona (ninguna de ellas baja de los dos millones de dólares).
Mundos completamente diferentes separados por un muro que sigue creciendo. Hay quien dice que lo construyeron los mismos propietarios de Las Casuarinas. Otros se lo atribuyen a la municipalidad. Independientemente de ello, esta separación solo refuerza la idea de que en Perú sigue habiendo ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.