El polémico decreto migratorio de Trump ha indignado a numerosos estadounidenses que no tardaron en manifestar su rechazo con pancartas y llamamientos de justicia en favor de los menoscabados inmigrantes. Sin embargo, el fervor y entusiasmo se disipó cuando ante algunos activistas se planteó una pregunta práctica: ¿qué estaban dispuestos a hacer personalmente respecto a los inmigrantes?
En el marco de un experimento social el 'pranker' Joey Salads se acercó a un grupo de activistas que se congregaron en el aeropuerto internacional de Los Ángeles y les preguntó si podían aportar una donación o alojar a los refugiados, mientras que las reacciones de los encuestados estaban siendo grabadas con una cámara oculta.
"No tengo recursos, perdón", fue la primera respuesta. Otro activista se mostró dispuesto a hacer una pequeña donación para ayudar a los inmigrantes. No obstante, al igual que el siguiente manifestante encuestado, se negó a cobijarlos. "Vivo con un hombre que es partidario de Trump, así que no creo que lo acepte", respondió una mujer ante la perspectiva de alojar a algún refugiado.
Otro activista estaba "muy interesado en ayudar", aunque precisó que estaba "un poco preocupado" y compartía habitación con una chica "muy nerviosa". "Pero definitivamente estoy muy interesado", aseguró. Cuando Salads le preguntó a cuántos refugiados podría alojar, le dijo que solo podía prestar un sofá, pero después de que le aseguraran que eso sería suficiente si también proporcionaba comida y agua, se mostró más precavido y consultó por cuánto tiempo se suponía que debía durar su hospitalidad. Al enterarse de que ese plazo se extendería hasta que la situación cambiara, expresó dudas de si podría "comprometerse".
Sea por falta del espacio, por preocupación u otras razones, a ninguno de los encuestados le entusiasmó la idea de alojar a un refugiado en su propia casa.