La dimisión del asesor del presidente en Seguridad Nacional, Michael Flynn, ha revelado que los funcionarios de Estados Unidos cambian de postura en torno a las filtraciones de información clasificada tan pronto como puedan sacar algún provecho de ellas, opina el renombrado periodista Glenn Greenwald.
Los mismos representantes de los dos principales partidos que pedían castigar a Edward Snowden, Chelsea Manning, Tom Drake y otros denunciantes de las irregularidades de la presidencia de Barack Obama elogian hoy a quienes hicieron pública la información clasificada que provocó la renuncia de Flynn.
En opinión de Greenwald, no es otra cosa que "un sórdido y cobarde juego de Washington", según dice un artículo publicado en el blog The Intercept. "Las personas sin creencias reales adoptan descaradamente opiniones diametralmente opuestas sobre las cuestiones políticas fundamentales exclusivamente en función de si eso ayuda o perjudica a sus líderes", fustiga el autor. "Por lo tanto, los mismos demócratas que hace solo tres meses valoraban la filtración ilegal como un pecado grave hoy lo ven como un acto de resistencia heroica".
Lo más probable es que no fueran nada nobles los motivos de las personas que expusieron las supuestas mentiras del exasesor, admite el periodista a quien Edward Snowden reveló las prácticas de la NSA. Tanto Flynn como Trump tienen muchos enemigos en los servicios de inteligencia y en el Pentágono, puede tratarse de una venganza, dice Greenwald. Sin embargo, si el lector no se enfoca en los motivos ocultos y solo busca los resultados, entonces cualquier fuga de datos que permite exponer "un acto inmoral de alto nivel" más bien merece respeto, que desdén y castigo.
El artículo destaca que el columnista de 'The Washington Post' David Ignatius fue el primero en citar los detalles de la conversación telefónica de Flynn con el embajador de Rusia en EE.UU., Serguéi Kislyak. Es un periodista conocido por sus contactos con fuentes anónimas en la CIA, recuerda Greenwald.
Esta vez hizo referencia a un "alto funcionario del Gobierno" y el autor considera que ese alto funcionario cometió un delito grave al divulgar el contenido de la conversación diplomática. No son nada menores los delitos cometidos por otros nueve funcionarios y exfuncionarios que ofrecieron a los medios los pormenores de la charla telefónica.
Greenwald no pide castigarlos a todos por aquellos delitos. A su juicio, las filtraciones estuvieron justificadas.
Mientras tanto, el propio presidente calificó de "acto criminal" la fuga de datos recogidos por los servicios de inteligencia sobre Flynn. Trump catalogó como "muy injusto" lo que pasó con su exasesor y afirmó que los documentos fueron filtrados "de forma ilegal".