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"La vida no era vida": el brutal testimonio de una víctima obligada a convivir con el terror en Homs

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RT visita la tercera ciudad más importante de Siria para hablar con los civiles que decidieron quedarse en sus casas durante el conflicto armado.
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El casco antiguo de Homs estuvo bajo dominio de los grupos radicales armados durante dos años. Algunos vecinos se negaron a abandonar sus casas y se vieron obligados a convivir con el terror. La llegada de mercenarios extranjeros, la escasez de comida y los bombardeos fueron algunas de las penalidades sufridas, antes de poder empezar con la reconstrucción de la ciudad.

La corresponsal de RT, Diana Deglauy, ha conocido la terrible experiencia de Ghada, vecina del histórico barrio Hamidie. "Iba por la calle y miraba hacia la casa de mi familia, y no estaban. Buscaba a mis vecinos, y no estaban. La vida ya no era vida (...) las personas que residíamos en este lugar se contaban con los dedos de una mano", cuenta la mujer.

"La cazo y la mato"

En su relato, Ghada contó que tenía miedo de los jóvenes que veía por las calles y que no reconocía como del barrio. "En una ocasión, uno de ellos esgrimió un arma y le dijo a otro 'la cazo y la mato'. Ese chico no tendía más de 20 años. Ese era nuestro sentimiento cuando nos topábamos con extranjeros. Les temíamos", afirma.

La mujer indica que estos extranjeros procedían del golfo Pérsico, Arabia Saudita y Pakistán, así como de Francia e Israel. "No sabemos cómo entraron en Homs ni para qué entraron. A nuestros hijos, los de nuestra tierra, no les tememos (...) esto fue una conspiración desde el exterior", afirma.

"No había nada que nos diese calor"

Mientras el casco histórico de Homs vivía feroces bombardeos, los civiles que se quedaron padecieron la falta de luz y calefacción en pleno invierno, la escasez de comida y la falta de insumos médicos. "Hacía mucho frío. Las ventanas estaban rotas. Me ponía 5 pantalones y 5 chaquetas. No había electricidad ni nada que nos diese calor", lamenta Ghada.

Cuando los radicales abandonaron la zona, aquellos que volvían para ver qué había ocurrido con sus pertenencias, más quienes sobrevivieron a los terroristas como Ghada, ayudaron en las primeras tareas de la ciudad.

"Nuestra felicidad era enorme. Agarré una pala, ayudé a retirar los escombros. Pintábamos sobre las paredes que tenían pintadas de los rebeldes", explica la lugareña. "La ciudad no se reconstruye si nadie viene a arreglar las cosas. Seguramente queda mucho por hacer", añade.

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