El petróleo es un elemento muy importante en la historia de México. Desde 1938, cuando el general Lázaro Cárdenas aprobó mediante decreto presidencial la nacionalización de la industria energética, todos los asuntos relacionados con el crudo fueron dirigidos y monopolizados por la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex), la cual no sólo fue un símbolo de identidad, sino que también un factor clave para su proyecto de país durante todo el siglo XX.
"El petróleo no es una mercancía, sino un bien estratégico que permite tener soberanía energética; un componente esencial de la soberanía nacional", asegura Silvia Ramos, integrante de la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTyPP). Hoy en día, el asunto toca fibras sensibles, especialmente desde los cambios constitucionales que impulsó el presidente Enrique Peña Nieto en 2013.
Esas llamadas Reformas Estructurales primero generaron alabanzas en todo el mundo, pues liberalizaban la industria petrolera y abrían la puerta a la competencia. Sin embargo, sus principales detractores se encuentran en el propio México, donde resuenan las advertencias de una posible privatización.
Tras cuatro años de rondas de licitaciones, Pemex, la estadounidense Chevron, y la japonesa Inpex acordaron explorar y extraer hidrocarburos en aguas profundas del golfo de México. De acuerdo con analistas consultados por RT, este contrato culmina todo un proceso para reducir las facultades que tenía la firma mexicana.
La quiebra de Pemex
Walter Ángel, ingeniero y miembro del Sistema Integral de Análisis Estratégico de la Energía en México, explica que Pemex presenta pérdidas durante cuatro años consecutivos que suman 1,4 billones de pesos como consecuencia de falta de inversión, el abono de su deuda y su capitalización, debido a que emplea su rendimiento actual "en el pago de intereses".
Este especialista adjudica la crisis de Pemex a los altos impuestos que el propio Gobierno le asigna para financiarse y al hecho de que, cuatro años después de esa Reforma Energética, la compañía no tiene recursos para explorar y desarrollar pozos y llevar las asignaciones que se le hicieron para extraer petróleo en la primera ronda de licitaciones.
Ángel alerta sobre el hecho de que en México prevalece la lógica de reemplazar a las empresas productivas nacionales y, si eso sucede, Pemex perderá la operación y dirección de la industria energética del país.
El contrato con Chevron
El contrato histórico firmado este 28 de febrero estipula que Pemex otorga el 40 % de la inversión —además de la infraestructura— para el trabajo, pero solo recibirá el 7 % del valor. En función de estas condiciones, Walter Ángel estima que "el futuro es que Pemex sea suministrador de contratos y las empresas se hagan cargo de la cadena productiva".
Pemex comenzó a vincularse a este tipo de contratos de riesgo con empresas como Chevron hace años para prestación de servicios, obra pública y exploración. Sin embargo, con estas nuevas condiciones traslada a los inversionistas extranjeros la propiedad de los yacimientos donde trabajan y "esto les da certeza jurídica", subraya este ingeniero.
Ángel vaticina que, a largo plazo, Pemex mantendrá esta fórmula y se convertirá en una especie de administradora de pactos similares, mientras que dejará las ganancias y la propiedad de los pozos a sus socios, que no estarán sometidos al control de la Comisión Nacional de Hidrocarburos mexicana que asigna estos contratos.
El proceso de despojo lleva décadas
Silvia Ramos, empleada de la refinería de petróleo de Tula —donde Pemex acaba de ceder el suministro de hidrógeno a una empresa francesa—, explica que el desmantelamiento de la industria petrolera mexicana comenzó en 1986, cuando el presidente Miguel de la Madrid desincorporó los primeros productos petroquímicos que, durante décadas, se consideraban estratégicos y sólo podía elaborar la paraestatal.
Posteriormente, el mandatario Carlos Salinas de Gortari dividió esa empresa en cuatro subsidiarias y un complejo corporativo y su sucesor, Ernesto Zedillo, intentó desincorporar la industria petroquímica del país, pero enfrentó oposición. Ya durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón —Partido Acción Nacional (PAN)— surgió el debate en torno a su privatización total, aunque el actual Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Peña Nieto impidió el proceso, tal vez para ponerlo en marcha cuando regresara al poder.
"Pemex era un monopolio porque así lo requería el proyecto histórico de México por proyectos privados para la soberanía energética de EE.UU.", pero "la firma de estos contratos es la desaparición de la propiedad de la energía y la soberanía del país", advierte Walter Ángel.
Al-Dabi Olvera