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Las elecciones que podrían destrozar a la Unión Europea

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Las elecciones presidenciales de Francia tendrán consecuencias más allá de sus fronteras
Las elecciones que podrían destrozar a la Unión Europea

Al igual que sucede en otros países europeos, los dos principales partidos políticos de Francia, el Partido Socialista y Los Republicanos, llevan turnándose el poder desde hace décadas; concretamente, desde el año 1958. Sin embargo, el bipartidismo podría tener los días contados en el país galo con la irrupción en el escenario político de Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, y Emmanuel Macron, el fundador del nuevo partido En Marche!

Francia no es la excepción: nuevos partidos de diferentes ideologías crecen en toda Europa mientras disminuyen las diferencias ideológicas históricas entre las fuerzas tradicionales. De hecho, en los últimos años, en varios países europeos, la vieja derecha y la vieja izquierda han sellado alianzas para gobernar o han permitido formar Gobierno al otro, como han sido los casos de Alemania y España.

Tal y como explica un artículo publicado este fin de semana en 'The Economist', "han pasado muchos años desde que Francia tuvo su última revolución e incluso un intento serio de reforma. El estancamiento, tanto político como económico, han sido el sello distintivo de un país donde poco ha cambiado durante décadas, e incluso el poder ha rotado entre los partidos establecidos de izquierda y derecha".

Los partidos tradicionales, casi sin posibilidades de ganar

Ahora, este escenario "sin cambios" podría dar un giro radical en las próximas elecciones presidenciales, con una primera vuelta el próximo 23 de abril y, en caso de ser necesario, como parece previsible, una segunda vuelta que se celebrará el 7 de mayo. Unos comicios a los que los partidos tradicionales llegan muy tocados.

El presidente socialista, François Hollande, se ha convertido en un político tan impopular en Francia que ni siquiera se presenta a la reelección, a pesar de solo haber cumplido con un mandato. Así, el candidato socialista será el exministro de Educación Benoît Hamon, que ganó las primarias del partido precisamente por ser uno de los principales críticos de Hollande.

Por otro lado, Los Republicanos, el partido de centro-derecha, vio reducidas sus posibilidades de cualquier victoria el pasado 1 de marzo, cuando su candidato, François Fillon, fue citado por los tribunales para imputarlo formalmente por el caso de los empleos ficticios de su esposa, Penélope, quien supuestamente cobró casi un millón de euros de fondos públicos sin desempeñar a cambio ningún trabajo real.

Así, la preocupación de los partidos tradicionales aumenta a medida que se acercan las elecciones. Según la última encuesta del instituto Sofres, el social-liberal Macron ganaría la segunda vuelta de las presidenciales frente a la ultraderechista Le Pen. Pero lo más importante, en la primera vuelta ninguno de los dos partidos tradicionales obtendría los votos suficientes para pasar a la segunda.

Los problemas sin resolver de Francia

La crisis política en la que se encuentran ambos partidos es fruto de una situación económica en la que nada ha mejorado ni nada ha cambiado para los franceses en los últimos tiempos: uno de cuatro jóvenes franceses están desempleados, y de los que tienen un puesto de trabajo, pocos pueden gozar de la calidad de vida que disfrutaron sus padres. 

Además, los recientes ataques terroristas en suelo francés han alterado los nervios de los ciudadanos, que se han visto obligados a vivir bajo un estado de emergencia casi permanente, y en el que han aflorado las profundas divisiones culturales en el país con la comunidad musulmana más grande de Europa.

A pesar de que muchos de estos problemas no son nuevos y llevan gestándose durante décadas, ni la derecha ni la izquierda tradicionales han sido capaces de enfrentarse a ellos. Ahora, Le Pen y Macron, que son fruto de esa inactividad política, ofrecen sus particulares soluciones desde ideologías completamente antagónicas. 

Las propuestas de los nuevos partidos

La conquista principal de Marine Le Pen ha consistido en distanciar al Frente Nacional de su pasado antisemita hasta convertirlo en un partido socialmente aceptable en Francia. La candidata ultraderechista defiende la necesidad de crear más barreras comerciales y contra la inmigración frente a una globalización a la que culpa de la situación económica del país. Así, ha prometido convocar un referéndum para abandonar la Unión Europea, recuperar el franco francés, limitar la llegada de inmigrantes y cerrar las mezquitas radicales, entre otros. 

Por su parte, Emmanuel Macron representa el resurgir europeo de una ideología completamente diferente, el liberalismo, y defiende que solo a través de una mayor apertura de Francia al exterior es posible que sea más fuerte. Así, el candidato de En Marche! se declara a favor del libre comercio, la competitividad, la inmigración y la Unión Europea. A diferencia de Le Pen, considera que para acabar con la difícil situación económica que sufre el país hay que reducir las protecciones laborales que tienen los franceses, no ampliarlas.

Sin embargo, a pesar de que los dos candidatos han irrumpido con fuerza en el escenario político francés, ninguno es un rostro nuevo para la política. Le Pen lleva toda la vida trabajando en el ámbito político y  Macron fue el ministro de Economía de Hollande. No obstante, ambos tienen algo en común: representan a todos los franceses que están en contra del sistema establecido. 

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