Este submarino ruso tenía un truco súper especial: podría huir de torpedos
Solo fueron construidos siete de ellos y no sirvieron de mucho, por lo que acabaron desguazados por Rusia en los años 90 debido a su poca fiabilidad y alto coste, pero su aparición a mediados de los 70 infundió auténtioco pánico entre los mandos de la OTAN.
Los submarinos soviéticos de clase Lira pretendían cambiar el carácter de las operaciones navales. Pese a su corto período de existencia, dejaron mucho en herencia a los actuales sumergibles de ataque rusos. A este muy controvertido tipo de armas subacuáticas está dedicado un artículo de la revista estadounidense The National Interest.
Los Alfa [así eran denominados en la clasificación de la OTAN] resultaban muy caros, incluso para el enorme presupuesto naval soviético. Además, demostraron ser poco fiables en el servicio, ya que requerían un mantenimiento costoso y complejo.
A diferencia de la mayoría de proyectos submarinos de la Guerra Fría, la Unión Soviética construyó solo siete Liras, de los cuales seis fueron recibidos por la Armada, ya que el prototipo K-123 presentó varias grietas en las soldaduras de su casco de titanio.
A mediados de la década de 1990, todos ellos fueron retirados y desguazados.
Por qué hicieron surgir el pánico
Pese a todo, la historia de los Lira los acerca a la categoría de mito. Los ingenieros soviéticos lograron diseñar el submarino más rápido y el que podía alcanzar mayor profundidad operativa de su época, debido a su innovador casco, su diseño del reactor nuclear y el uso de nuevos materiales.
Podía alcanzar con un grado sorprendente de aceleración una velocidad de 41 nudos, es decir, más de 80 km/h, lo que le convertía en algo totalmente único: un submarino que era más veloz que los torpedos.
Por todo ello, el proyecto 705 Lira es considerado hasta hoy por Occidente como una "amenaza de profunda, pero corta duración, a su dominio submarino", expresa el autor del artículo, el reputado experto naval estadounidense Robert Farley.
Con estos sumergibles, la Marina soviética trató de lograr dos objetivos. En primer lugar, quería disponer de un arma capaz de cambiar el carácter de la guerra naval en el Atlántico Norte y el Ártico, un arma que pudiera poner en peligro las ventajas de la enorme fuerza naval de superficie de las Armadas de la OTAN. Este nuevo submarino de ataque fue concebido con una sola misión: la "interceptación" a alta velocidad de agrupaciones navales de la Alianza Atlántica, especialmente los grupos de batalla de portaviones.
En segundo lugar, quería impulsar el desarrollo tecnológico y la producción de innovaciones que incorporarían los futuros submarinos. Fue tan innovador para la época, que para su desarrollo necesitó de una resolución especial del Comité Central del Partido Comunista que permitiera al jefe del proyecto, Mijail Rusánov, alterar y hasta violar las normas y reglamentos de construcción naval existentes entonces.
Pero muy pronto se reveló otra consecuencia que tendría el surgimiento de estos sumergibles: el Lira "obligó a las Armadas de la OTAN a gastar dinero y tiempo para adaptarse a la amenaza que les presentaba".
Al igual que en el caso del nuevo caza interceptor MiG-25 y de otras "superarmas" soviéticas, la Alianza tomó la amenaza del Alfa muy en serio, ya que los torpedos y las otras armas antisubmarinas de la época habrían tenido graves problemas para alcanzar a los Alfas y sumergirse lo suficientemente profundo para destruirlos.
Ya sea porque el pánico fuera verdadero o porque se utilizara esta amenaza para estimular la innovación y mejorar su financiación, tanto la Armada de los Estados Unidos como la Marina Real británica se embarcaron en programas avanzados para intentar desarrollar sensores capaces de detectar a los Alfas y nuevas armas que pudieran hundirlos.
El legado
Sin embargo, los ingenieros soviéticos "aprendieron mucho de la experiencia de los Lira, y no solo porque llegaron a la importante conclusión de que la combinación de una serie de tecnologías innovadoras a menudo resulta en un producto poco fiable", afirma Farley.
Así, los submarinos de clase Barracuda [Sierra, según la OTAN] adoptados en la década de los 80, heredaron algunas de las características de los Alfas, incluyendo el casco de titanio. Los Barracudas operaban mucho más silenciosamente que los Liras, y podían llevar a cabo un abanico más variado de misiones.
Los submarinos de ataque clase Shchuka [Akula, según la clasificación de la OTAN] incorporaron muchas de las técnicas de automatización de los Liras, lo que les permitía ser operados por tripulaciones relativamente pequeñas dado su tamaño.
Al igual que en el caso de los Shchukas, parte de la tecnología pionera de los Alfas fue implementada en los submarinos multifuncionales más avanzados rusos de la clase Yasen.