El espinoso camino de EE.UU. para sustituir los motores rusos de sus cohetes
Dos empresas rivales estadounidenses, Blue Origin y Aerojet Rocketdyne, están elaborando motores espaciales con el fin de reemplazar los propulsores rusos RD-180. Ambas tienen como objetivo certificar su diseño antes de 2019.
Blue Origin ha presentado el prototipo BE-4 en marzo pasado, pero las pruebas realizadas en mayo no tuvieron éxito. Por su parte, Aerojet Rocketdyne este mes ha realizado las primeras pruebas de precombustión de su proyecto de propulsor AR-1, que todavía no cuenta con un prototipo, informa el portal Lenta.
Un propulsor fiable
Actualmente, el motor ruso RD-180 se instala en la primera etapa del cohete estadounidense Atlas V. El mismo fue desarrollado entre 1994 y 1999 en base al RD-170, un propulsor de cuatro cámaras empleado en el cohete soviético superpesado Energiya. El RD-180 ha sido utilizado además en los cohetes estadounidenses Atlas II desde 2001, y en los Atlas V desde 2002. De más de 70 lanzamientos, casi todos han resultado exitosos, excepto por uno que presentó una falla debido a una fuga de hidrógeno líquido que no tuvo nada que ver nada con el propulsor ruso.
Actualmente el cohete Atlas V es el principal cohete pesado de EE.UU. Lanzar otro portador de estas características, el Delta IV de Boeing (que no emplea propulsores rusos) es demasiado caro.
Desde 2007 las empresas Boeing y Lockheed Martin, fabricantes del Atlas V, controlan los lanzamientos de sus portadores mediante la compañía conjunta United Launch Alliance (ULA). Debido al empeoramiento de las relaciones entre Rusia y EE.UU., ULA deberá abandonar la compra de los propulsores RD-180.
El precio a pagar
Para mantener su negocio, la compañía ULA tiene dos opciones: construir un nuevo cohete sin propulsores rusos, o instalar un nuevo motor en el Atlas V en reemplazo del RD-180. Allí es donde entran a jugar Blue Origin, que desarrolla la primera opción, y Aerojet Rocketdyne, la segunda.
Fabricar los RD-180 en suelo estadounidense sería demasiado caro y el contrato de transferencia tecnológica para los propulsores rusos expira en 2030, por lo que no vale la pena desarrollar una producción tan cara por solo una década.
"Los estadounidenses creían que tras unos cuatro años de colaboración adoptarían nuestras tecnologías y las copiarán. Les informé de inmediato que iban a gastar más de 1.000 millones de dólares y 10 años en esto", contó en 2012 Borís Katorguin, el diseñador del propulsor RD-180.
"Han trascurrido 17 años y no han reproducido ni un solo motor. Tan solo los equipos del banco de pruebas requieren miles de millones de dólares en gastos", agregó.
Por su parte, para Tory Bruno, jefe de ULA, el diseño de un motor del nivel del RD-180 no puede costar menos de 1.000 millones de dólares.
En ese sentido, el proyecto BE-4 ha recibido tan solo 46 millones de dólares de la Fuerza Aérea de EE.UU., en tanto que Aerojet Rocketdyne ha recibido 115 millones de dólares de los militares para su AR-1. Y para 2019, la asignación podría aumentar a 501 millones.