Desde que se iniciaron las guarimbas violentas el pasado 01 de abril, los opositores venezolanos han ensayado diversas formas de protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro. La más reciente de ellas invita a los opositores que viven en el exterior a 'escrachar' o asediar a los chavistas, sean funcionarios públicos, militantes, o simpatizantes.
El presidente Nicolás Maduro condenó esa estrategia, así como cualquier otra expresión de odio entre venezolanos. No obstante, esas expresiones de odio hacia el otro se registran en varios países de la región y no solo en el debate interno de Venezuela, indicó en entrevista con RT la socióloga argentina Bárbara Ester, investigadora del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)
RT: ¿El discurso de odio surge porque gobiernan sectores progresistas, o es una nueva expresión de un viejo racismo?
B.E.: Es parte de ambos. Nuestros Estados modernos son jóvenes y han heredado el lenguaje y las categorías sociales de antaño. Desde el Celag catalogamos como 'neoconservadurismos' a estos nuevos Gobiernos de derecha que se han instaurado recientemente y por distintas vías, caso Macri en Argentina, o Temer en Brasil.
Estos nuevos-viejos Gobiernos suponen un reordenamiento social y el retorno a un orden anterior a los Gobiernos progresistas, por lo que vemos a diario un retroceso de derechos alcanzados por distintos grupos sociales.
De modo que lo nuevo es un retorno al pasado, un orden neocolonial en lo concerniente a las relaciones internacionales y, al interior de cada país, una reivindicación de los valores tradicionales.
RT: ¿Qué pretende el revanchismo de la derecha que vuelve al poder?
B.E.: Llevar a la mínima expresión a los Gobiernos progresistas e impedir que vuelvan a gobernar en el futuro, tienen tanto miedo que gane Cristina en Argentina como de una victoria de Lula el año próximo, o antes, dado el contexto actual brasileño.
El revanchismo es por un lado una expresión política y por otro lado una expresión social, busca cierta distinción, por lo que no necesariamente se desprende de las clases acomodadas, sino que hay sectores medios e incluso bajos que replican el mismo discurso de odio.
A pesar del intento de judicializar la política desde el uso y abuso del poder judicial, esto no ha sido del todo efectivo.
RT: ¿Qué relación guardan con los conglomerados mediáticos?
B.E: Sus propios Gobiernos, a poco de asumir el poder, han tenido gravísimos escándalos de corrupción, como las cuentas 'offshore' de Macri en los 'papeles de Panamá'.
En Brasil ha sido aún peor, ya que el reciente audio de Temer pidiendo 'coimas' (sobornos) ha puesto en jaque su Gobierno, una suerte de golpe al golpista.
De modo que yo creo que el factor más decisivo a la hora de crear y recrear sentidos comunes han sido los medios masivos de comunicación y las redes sociales, donde no es novedad que operan grupos de trols (en muchos casos desde el propio Gobierno de derecha) para generar un clima hostil en contra de los Gobiernos progresistas.
RT: ¿La aceptación del discurso de odio se da de forma colectiva?
B.E.: Creo que no se puede hablar de una única forma de aceptación de este discurso.
Están desde quienes sí adhieren y comparten estos prejuicios hasta quienes el problema de la inseguridad les ha calado hondo y perciben al otro como un potencial agresor.
Considero que el individualismo y la ruptura del lazo social son claves a la hora de la reproducción de estos mecanismos. Sin embargo, el rol de los comunicadores sociales es crucial.
Los comentarios peyorativos acerca del atuendo de víctimas de feminicidios son el más claro ejemplo de culpabilización de la víctima.
RT: Al hablar de exterminio del otro hay ejemplos lamentables como el de Ruanda. Una vez que eso se desata, ¿cómo detener esa violencia?
B.E.: El caso del genocidio de Ruanda tiene una genealogía similar a la americana, producto de la conquista.
Allí, la diferenciación étnica fue institucionalizada al figurar en el documento de identidad (hutus y tutsis), lo que consiste en la máxima expresión de la división de la sociedad –por medio de la racialización- con fines políticos.
Una vez que alcanzó su independencia, esta práctica continuó.
En el caso de América Latina el problema es otra vez internacional, la mayoría de los gobernantes (Macri, Kuczynski, Temer, Peña Nieto) exaltan la situación de Venezuela llamando 'dictadura' (al Gobierno legítimo) y hablando de 'restablecer el orden democrático', o reuniéndose con líderes de la oposición que no respetan las reglas del juego.
Yo creo que esta forma de proceder no solo no ayuda, sino que entorpece una cultura democrática pacífica y mella el debido respeto a las instituciones.
Sin duda se trata de una disputa ideológica y tangible, el apoyo discursivo a los desestabilizadores venezolanos legitima a los golpistas.
RT: Usted ha señalado las redes como herramienta para difundir el discurso de odio. ¿En la región las legislaciones castigan este uso de las redes?
B.E.: Yo dividiría el problema. Por un lado en lo concerniente a Internet es un territorio nuevo y poco regulado en general, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo, con sus más y sus menos.
Además es muy difícil controlar la autenticidad de los usuarios y el caudal de noticias falsas, cuando la velocidad de la información es tal que, aunque se descubra que la noticia es falsa, el impacto ya fue realizado.
Otra nueva táctica es la viralización de delitos en redes sociales, como las violaciones grupales en Brasil.
Por otro lado, en cuanto a los medios depende de cada país, pero lo cierto es que la concentración de grandes medios y su vínculo con el capital concentrado resultan evidentes.
En algunos casos las multas ante expresiones de odio o discriminatorias, xenófobas, homofóbicas son irrisorias. En el caso particular de la Argentina, la derogación de la Ley de medios por parte del Gobierno (de Macri), la cual nunca llegó a entrar en plena vigencia, es ilustrativo en este aspecto.
RT: En Venezuela, Maduro catalogó a los violentos como "alzados en armas". ¿Los hará más agresivos ese cambio discursivo?
B.E.: Creo que el accionar de estos grupos evidencia que los delitos cometidos no son contra él, ni contra el chavismo, sino contra el libre juego de las instituciones democráticas.
Considero que la violencia puede asumir distintos niveles -discursiva, simbólica, institucional, económica. Sin embargo, la gravedad y la magnitud de este proceder trastocan cualquier límite.
El sábado pasado un joven fue quemado vivo y apuñalado al ser confundido con un militante chavista, creo entonces que Maduro hace referencia a estos hechos cuando habla de 'alzados en armas'.
Me pregunto, ¿qué umbral de violencia queda por quebrar por parte de estos grupos?
El hecho fue registrado mediante fotografías y videos, sin duda buscando generar un clima de terror al resto de la población por su elección política partidaria. Si esto no es antidemocrático, entonces qué es lo contrario.
Ernesto J. Navarro