Hace tres décadas China era un remanso económico, pero en la actualidad, es la segunda economía más grande del mundo y parece estar destinada a compartir el liderazgo mundial con EE.UU., lo que significa que las futuras relaciones entre ambas naciones podrían ser difíciles, informa la revista 'The National Interest'.
Durante la administración Obama, las relaciones bilaterales eran conflictivas, y en un principio, el presidente Donald Trump parecía que iba a seguir por esa misma línea. Sin embargo, todo cambió tras la reunión que en abril pasado Trump mantuvo con su homólogo chino, Xi Jinping. Pero este nexo de amistad entre Washington y Pekín "no durará mucho", debido a que se trata de una relación entre una potencia decidida a preservar su hegemonía unipolar y una potencia creciente decidida a reafirmar su lugar en un mundo multipolar, señala la publicación.
Según la revista, hasta ahora Corea del Norte ha dominado la agenda chino-estadounidense, pero las disputas territoriales en toda la región de Asia y el Pacífico plantean una prueba mucho más dura. EE.UU. no tiene reclamos territoriales en esa parte del mundo, pero varios de sus aliados sí, lo que significa que una confrontación de Pekín con cualquiera de los países que reclaman su soberanía sobre varios territorios arrastraría a Washington a ese conflicto.
"¿Cuánto está dispuesto Trump a pagar por su ayuda a Pekín?"
Es muy probable que con el pasar del tiempo surjan profundos desacuerdos y es poco probable que los chinos retrocedan en sus demandas, advierte el autor del artículo. Para EE.UU. el dominio de una región tan lejana es una conveniencia, un beneficio adicional para su seguridad en su propio hemisferio. Mientras que para China evitar una posible invasión norteamericana es de vital importancia, similar a lo que los estadounidenses han venido imponiendo en su hemisferio durante dos siglos.
"En un momento en el que Corea del Norte encabeza la agenda asiática de Washington, ¿cuánto está dispuesto Trump a pagar por su ayuda a Pekín? No se puede esperar que China desmantele a su aliado militar, Pionyang, cuando Washington refuerza su poderío en otras partes de la región con el fin de contener al gigante asiático", continúa.
Washington debería reconsiderar su enfoque hacia Pekín, señala el semanario, explicando que EE.UU. exige a China que se democratice, respete los derechos humanos, reduzca las barreras comerciales y de inversión, renuncie a los ciberataques, presione a Corea del Norte, sancione a otros países, renuncie a sus reivindicaciones territoriales y acepte la hegemonía estadounidense. Ningún país grande, ni mucho menos una potencia creciente, cederá ante tantas demandas.
"No hay razón para convertir a China en un peligroso oponente"
Por otro lado, cada vez será más caro sostener una carrera armamentística con los chinos. ¿Cuánto están dispuestos a gastar los estadounidenses para que Washington pueda impugnar la influencia china a lo largo de sus fronteras? La cuestión no es si hacerlo tiene valor. La cuestión es si un país altamente endeudado puede permitirse seguir haciéndolo, especialmente cuando esa responsabilidad debería recaer sobre las naciones implicadas en las disputas territoriales.
China podría no ser un aliado de EE.UU., pero no hay razón para convertirlo en un enemigo. Al tratar de dominarlo y contenerlo, existe el riesgo de que Pekín se convierta en un adversario muy bien armado. En lugar de esto, Washington debería prepararse para compartir el liderazgo global. Es mejor ceder reflexivamente con visión de futuro, que ser forzado a ceder, finaliza 'The National Interest'.