La ciudad filipina de Marawi, en la isla de Mindanao, continúa tomada por los terroristas del grupo yihadista Maute, vinculado al Estado Islámico. El Ejército de Filipinas pretende liberar la ciudad antes del 12 de junio, fecha en la que el país celebra su Día de la Independencia.
Desde allí, nuestro corresponsal Gonzalo Wancha nos explica que la situación es, sin duda alguna, "dramática" pero señala que "si algo positivo podemos destacar de ella es que esta contienda está haciendo aflorar a verdaderos héroes que ponen en riesgo su vida a cambio del bien público".
"No sabes si la bala te va a dar"
Un buen ejemplo de ello son los integrantes del llamado 'Escuadrón suicida'. "Las primeras misiones fueron muy peligrosas. Los primeros días que entramos dispararon a varios miembros de nuestro equipo. La mayoría de los vecinos son amigos o familiares, así que entendemos el dolor por el que todo el mundo está pasando", cuenta Tongh, jefe del grupo de rescate.
Esta asociación civil, compuesta por unas 30 personas, coordina sus incursiones en la ciudad con el Ejército para evitar ser atacados por los francotiradores. Según sus estimaciones, han conseguido sacar del interior de la zona vieja de Marawi a unos 500 civiles. Su uniforme tiene un significado más simbólico que defensivo: "lo usamos como un medio de identificación. No somos soldados y vamos desarmados. Pero lo cierto es que esto a veces no funciona sobre el terreno, especialmente cuando estás bajo fuego cruzado".
"No sabes desde dónde van a venir los tiros. No sabes si la bala te va a dar. Pero no podemos evitarlo, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?", se pregunta.
La vida no entiende de religiones
Otro de los héroes de la ciudad entrevistados por RT es Norodino Alonto Lucman, un prominente historiador y escritor musulmán, muy famoso en la región por la curiosa circunstancia de que estudió en Arabia Saudita junto a Osama Bin Laden. Este decidió acoger y esconder a más de 70 personas, 50 de las cuales eran cristianas.
"Un día antes del ataque, había algunos trabajadores cristianos realizando reparaciones en la casa, así que cuando ocurrió no podían abandonar la ciudad. Tuve que hacerme responsable y protegerlos. Los días siguientes, otros trabajadores cristianos también se refugiaron en mi casa", recuerda.
El riesgo de albergar en su casa a esta comunidad de cristianos era enorme: si se quedaban ocultos, podían morir de hambre, y si salían a la calle, podían ser tiroteados por los francotiradores yihadistas. Finalmente, decidieron emprender la huida y salieron en grupo coreando eslóganes musulmanes para tratar así de despistar a los yihadistas.
"Estaba absolutamente decidido a que no les pasara nada. Por encima de mi cadáver", afirma el escritor musulmán.