EE.UU. empleará nuevos aviones de ataque a tierra para no utilizar tanto sus cazas
Este julio, la Fuerza Aérea de Estados Unidos pondrá a prueba cuatro aviones de ataque a tierra para que realicen misiones contrainsurgencia a un coste menor que cazas como los F-15 o los F-16, cuyo funcionamiento cuesta decenas de miles de dólares por hora, informa The National Interest.
Dos de esos modelos, el A-29B Super Tucano y el AT-6 Wolverine, compiten por protagonizar las compras de esta rama militar desde hace tiempo, mientras que los otros dos son el AT-802 —un avión de uso agrícola adaptable para fines militares— y el reactor Scorpion.
Objetivos del programa
El Comité de Servicios Armados del Senado de EE.UU. ha propuesto destinar más de 1.200 millones de dólares para comprar dos centenares de aviones de ese tipo hasta 2022, pero la asignación dependerá de las conclusiones que sacará la Fuerza Aérea tras realizar sus ensayos.
Además de ser poco eficaces para las misiones que demandan vuelos de menor altitud y velocidad, los cazas queman su combustible demasiado rápido, mientras que un buen avión contrainsurgencia debe ser capaz de mantenerse varias horas en vuelo para cumplir con tareas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento o apoyar a las fuerzas terrestres.
Asimismo, los aparatos disponibles en estos momentos solo pueden despegar y aterrizar en pistas largas y caras de mantener que se deben ubicar a cientos de kilómetros de la línea del frente y, en consecuencia, el tiempo eficaz de sus misiones es menor y su consumo de combustible es mayor.
Super Tucano o Wolverine
El A-29B Super Tucano de origen brasileño y el AT-6 Wolverine compitieron durante años para equipar a la nueva Fuerza Aérea de Afganistán, un enfrentamiento que demoró el suministro de los primeros hasta 2016.
Ambos aviones biplaza disponen de motores turbohélice de 1.600 caballos de vapor, alcanzan velocidades máximas que rondan los 580 km por hora y poseen la aviónica sofisticada típica de los cazas de cuarta generación, incluidos receptores de alerta por radar, sensores por infrarrojos de barrido frontal y la capacidad de lanzar bombas y misiles guiados de precisión.
El Super Tucano es un aparato más grande y domina el mercado de aviones de ataque a tierra desde hace años. Esa aeronave tiene un tren de aterrizaje más amplio con neumáticos de baja presión —más adecuada para operar desde pistas de aterrizaje en peores condiciones— y puede portar 1.500 kilogramos de carga explosiva, en comparación con los 1.200 kg del Wolverine.
Además, ese modelo ha sido utilizado con éxito contra los narcotraficantes en la parte amazónica de Brasil, contra las FARC en Colombia y contra los talibanes en Afganistán, mientras que las Fuerzas Aéreas de Nigeria y Filipinas estudian su incorporación.
Por su parte, el AT-6C Wolverine posee una mejor relación entre empuje y peso, que le permite acelerar y ascender más rápido, y su alcance es hasta un 17 % superior gracias a menor masa y su mayor tanque de combustible.
El AT-6 dispone de seis puntos de anclaje y puede portar dos ametralladoras en soportes externos, mientras que el Super Tucano tiene cinco y dos de esas armas empotradas, además de que su sensor por infrarrojos puede impedir el uso de un punto de anclaje.
Junto con las bombas y cohetes convencionales, ambos aviones son capaces de disparar una amplia gama de armas de precisión, como el guiado por TV AGM-65 Maverick, el guiado por láser misil antitanque AGM-114 Hellfire, la bomba guiada por láser GBU-58 Paveway, los misiles Griffin e incluso misiles aire-aire Sidewinder, guiados por infrarrojos.
Un Super Tucano completamente actualizado cuesta alrededor de 14 millones de dólares, de los cuales un tercio son para financiar los sensores por infrarrojo y las aviónicas asociadas. Beechcraft, el fabricante del AT-6, promete un precio menor, aunque no sería mucho más bajo.
'Tractor bombardero'
El avión de vigilancia y ataque a tierra AT-802U de Air Tractor podría portar más de 2.000 kg de bombas en sus seis puntos de anclaje, es capaz de aterrizar en pistas de 380 metros de largo y puede permanecer siete horas en el aire.
Sin embargo, está detrás por la velocidad máxima —400 km por hora no cargado— y carece de la mayor parte de la aviónica avanzada del A-29. Al mismo tiempo, es más limitado a la hora de utilizar armas de precisión, con la excepción notable de los misiles Hellfire y las bombas GBU-58 Paveway.
A pesar de todo, estos aviones han sido muy exportados a Oriente Medio y África y los emplean algunos mercenarios estadounidenses en Libia.
Scorpion a reacción
El Scorpion es un bimotor biplaza producido por Textron que cuesta alrededor de 20 millones de dólares. Sus motores a reacción permiten que acelere hasta 830 km por hora y puede portar hasta 4.000 kg de explosivos divididos entre sus seis puntos de anclaje bajo las alas y la bodega, que también puede llevar combustible o sensores.
Su autonomía de cinco a seis horas resulta conveniente para las tareas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento, aunque su coste operativo —3.000 dólares por hora— es mucho mayor que los alrededor de 500 dólares de los A-29 y AT-6, pero un séptimo de lo que cuesta una hora de vuelo del F-16, el caza más barato.
La conveniencia del Scorpion para utilizarlo en determinadas pistas resulta incierta y su entrada en producción en serie requeriría tiempo y fondos adicionales. Por el contrario, el AT-6 y A-29 están listos para su fabricación y entrarían en servicio rápidamente.
Sesgo institucional
Para cambiar al uso de aviones baratos y más eficaces contra las amenazas de menor intensidad, los partidarios del programa tendrán que superar el profundo sesgo institucional a favor de cazas sofisticados como el F-35.
En los próximos meses quedará claro si la Fuerza Aérea quiere gastar parte de su presupuesto en misiones contrainsurgencia de manera más eficaz, dado que EE.UU. sigue enredado en los duraderos conflictos en Afganistán y Oriente Medio.