Las sanciones antirrusas, "fruto de la lucha interna del 'establishment' contra Trump"

Las sanciones antirrusas "se ablandarán" cuando EE.UU. se dé cuenta de que "no puede destruir el mundo entero debido a sus problemas internos", opina un analista.

Las nuevas sanciones antirrusas de EE.UU. no son resultado la política de 'America First' (EE.UU. primero) de Donald Trump, sino de la política interna de los legisladores estadounidenses en su contra, sostiene el analista político Maximilian Krah.

"Obviamente, el Senado y la Cámara [de Representantes] han impuesto las sanciones para dañar" al mandatario estadounidense, por lo que "las sanciones no fruto de la política de 'America First' de Donald Trump", sino de "una política antirrusa de los legisladores del Capitolio contra el presidente", afirma Krah. El experto tacha además las nuevas medidas de "ilegales" y "absolutamente inaceptables", ya que "perjudican a terceros países".

"Washington no ha aceptado aún al 'outsider' Donald Trump"

Según explica el analista, el 'establishment' de Washington "no ha aceptado aún que el 'outsider' Donald Trump ganara las elecciones presidenciales". Además, la nueva Administración estadounidense "tiene claramente problemas de gestión internas", como manifiesta, por ejemplo, la errática política de contratar y despedir colaboradores de la Casa Blanca.

En este contexto, para el experto no es de extrañar que Washington "no haga mucho caso a lo que digan sus aliados de Europa", pero se muestra contento de que "los europeos estén diciendo muy claramente lo que piensan acerca de estas sanciones".

"EE.UU. no puede destruir el mundo entero debido a sus problemas internos"

Con todo, Krah considera "muy poco realista" que Bruselas apruebe contramedidas contra Washington, pero espera que las sanciones antirrusas "se ablanden bastante rápido" cuando EE.UU. se dé cuenta de que "no puede destruir el mundo entero debido a sus problemas internos y a la vanidad de algunos senadores como McCain o Lindsey Graham".

En definitiva, el analista se muestra optimista de que Washington sea "lo suficientemente inteligente como para cambiar su política desastrosa hacia Rusia", tal vez no a corto plazo, sino "dentro de los próximos dos años", uno proceso que se puede agilizar si los europeos "hacen una presión diplomática de verdad".