Tres horripilantes casos de femicidio que muestran cómo prospera el machismo tóxico en México
Desde afuera, es muy difícil entender que en México mujeres y niñas son asesinadas y no pasa nada. No hay detenidos, poca condena social y, a veces, ni siquiera reconocimiento de lo sucedido.
"Se lo buscaron" por cómo iban vestidas, por salir solas, es una expresión que justifica la normalización de la violencia contra las mujeres. "Se ha de haber ido con el novio", es la explicación que las autoridades dan a familiares para solapar la indiferencia y ausencia de protocolos de búsqueda inmediata de las desaparecidas.
En 2004, cuando las artistas Eve Ensler, Jane Fonda y Sally Field trataron de hacer un llamado a la atención internacional sobre los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, se contaban cerca de 380 asesinatos en once años. Se creía que no podía ser peor la situación horrible de indiferencia, impunidad y menosprecio a la vida de las víctimas.
Claramente puede serlo: sólo en el 2016, en el estado de México, ocurrieron 263 feminicidios, 39 de ellos en el municipio de Ecatepec, según las cifras del Observatorio Ciudadano en contra de la Violencia de Género, Desaparición y Feminicidio en el Estado de México (Mexfem). Aproximadamente, tres mujeres asesinadas al mes en esta entidad.
Cuando creemos que ya nada nos puede horrorizar, aparecen más casos de mujeres víctimas de crímenes más complejos, que evidencian los alcances y profundidad del machismo misógino y el desprecio hacia las mujeres que está escalando en la sociedad mexicana.
Tres casos son una muestra. El pasado 23 de agosto, en Jalisco, Margarita Domínguez, de 24 años, madre de dos menores, fue asesinada con cinco balazos calibre 32. En abril, había acudido al Centro de Justicia para la Mujer y presentado denuncias contra su expareja Sabino "N", de 48 años, por violencia psicológica y por amenazas de muerte. Le dieron cita unas semanas más tarde para realizar los exámenes. Intentaron localizarla cuando no se presentó al examen.
El problema es que la violencia machista solo se toma en serio cuando hay muertas. No es inusual que mujeres denuncien a sus asesinos futuros por violencia previa, lesiones que no ponen en peligro la vida y sin consecuencias médico-legales, pero después aparecen muertas. Es sabido que, en el círculo de la violencia, muchas víctimas se arrepienten de denunciar, regresan a casa porque no tienen los medios para irse, se quedan por sus hijos o porque les creen a sus victimarios.
La prevención debe ser inmediata, el acompañamiento integral y multidisciplinario, la intervención debe incluir al agresor y no solo a la víctima. La violencia masculina no se atiende porque es "normal" que los hombres sean violentos y se pasa por alto que puede ser la expresión de otro tipo de problemas.
Otro caso que ha llegado a la prensa internacional es el de Mariana Joselyn, de 18 años, encontrada sin vida en una carnicería en julio de 2017, violada y con el abdomen abierto. El presunto asesino, de 28 años, trabajaba y vivía en la carnicería; la obligó a entrar, abusó de ella y la mató. La hermana del sospechoso ya lo había denunciado por intentar matar a su madre.
Aunque existen imágenes de las cámaras de seguridad de Juan "N" en el lugar del crimen, los medios se han centrado en la víctima, su vestimenta y el porqué estaba en la calle, aunque en este caso no la culpabilizan de su propio asesinato.
Mariana merece justicia porque sólo iba a la tienda y eran las 9 de la mañana. La atención mediática frecuentemente se centra en las víctimas y no en los asesinos. ¿No habría que avisar a las víctimas potenciales que un depredador está suelto en una entidad donde se considera que las mujeres son desechables?
Resulta increíble que ante los incrementos de homicidios no haya una revisión exhaustiva de antecedentes penales de delitos graves para conseguir un trabajo. Igual que no se tomaron en cuenta en la carnicería, tampoco fueron relevantes para que José Octavio "N" fuera chofer del transporte público en el que fue violada y asesinada en junio pasado Valeria, la pequeña de 11 años que su padre subió a una unidad para que no se mojara con la lluvia solo siete calles de su destino.
Se enlazan las negligencias de distintas autoridades en esta historia de terror: el chofer de la unidad se contrató con documentación falsa que nadie corroboró; después le fue posible acelerar el vehículo y perder al padre que lo seguía en bicicleta; más tarde, la falta de atención de las autoridades al momento de la denuncia cuando Valeria no aparecía. La alerta Amber se emitió más de 15 horas después.
Tres casos de los últimos tres meses que demuestran que el análisis de la dimensión de género de los crímenes o la ausencia de este en las investigaciones penales, conlleva a una errónea calificación jurídica de los delitos y a que no haya claridad sobre los riesgos a los que están expuestas las niñas y las mujeres.
Mientras no se asuma que hay territorios misóginos donde existe desprecio por la vida de las mujeres y una cultura donde impera un machismo tóxico, las mujeres pueden ser violentadas, abusadas sexualmente y asesinadas porque no tiene consecuencias y porque persiste una cultura que apunta a que los hombres deben demostrar su virilidad a través del sexo, el poder, la fuerza y la violencia, y a que las mujeres somos culpables de lo que nos pasa por salir a la calle, por trabajar, por incursionar en espacios tradicionalmente masculinos, por "quitarles lugares" y salir del ámbito doméstico y la tutela de un hombre que algunos todavía creen que nos corresponde.
Magda Coss