Gran parte de los estadounidenses piensa que Corea del Norte es un lugar de locos, dirigido por un hombre loco y apegado a la idea de la destrucción global, admite el columnista de 'Politico' Jon Wolfsthal. Sin embargo, el otrora responsable de la no proliferación en la Casa Blanca no comparte dicha opinión, "casi completamente errónea".
El experto explica en un artículo que el líder norcoreano, Kim Jong-un, está lejos de cometer locuras y avanza con cuidado hacia una meta, que no es un desastroso conflicto con Estados Unidos. Su toma de decisiones se fundamenta en la experiencia que ha obtenido él y su padre de cómo reaccionaba EE.UU. ante cada paso de Pionyang que consideraba inaceptable.
Durante los 30 años de esfuerzos para prevenir que Corea del Norte se hiciera con armas nucleares, se han elaborado "algunos patrones" de comportamiento. Kim confía en que las autoridades estadounidenses actúen siguiendo dichos patrones en situaciones similares.
La lógica de Kim en 5 ejemplos
Wolfsthal ofrece a sus lectores cinco modelos de cómo pueden ser las consideraciones del mando supremo norcoreano. Ante todo, la lógica de Pionyang parte de que "América quiere un acuerdo".
"EE.UU. dice que es inaceptable que tengamos un arma nuclear, pero parecen estar aceptándolo, ya que todavía estamos con vida", sostiene el autor. "Después de que descubrieran que les mentíamos sobre el carácter pacífico de nuestras investigaciones nucleares a principios de los 1990, Washington impuso algunas sanciones, pero luego cerraron un acuerdo. Después de que los engañamos sobre ese acuerdo, EE.UU. impuso otras sanciones, pero volvió a la mesa en el 2005 e intentó nuevamente cerrar un acuerdo".
"Después de la prueba de armas nucleares en el 2006 —continúa— EE.UU. impuso algunas sanciones más, pero todavía se ofreció a dialogar. Incluso durante los años de Obama [en la Presidencia], EE.UU. decía que hablaría si aceptábamos tratar la desnuclearización. Por lo tanto, EE.UU. quiere un acuerdo y todo lo que tenemos que hacer es esperar hasta que podamos conseguir uno que nos guste". A juicio del columnista, Pionyang ve su postura en la negociación como cada vez más aventajada.
Segundo: el autor propone una conjetura de cómo perciben en Corea del Norte el efecto de las sanciones. "Pueden hacernos daño aquí y allá, pero estamos en una condición mucho mejor comparando con la que tuvimos hace solo una década. Entonces, ¿por qué parar ahora?" Alega que el hermético país tiene con China "bastantes acuerdos en negro" que le permiten sobrevivir.
Tercero: el columnista atribuye a Kim la idea de que los estadounidenses solo hablan de opciones militares, aunque en realidad no van a iniciar una guerra. "Si no nos atacaron cuando no teníamos armas nucleares y misiles que pudieran llegar a ellos, no lo harán ahora. La economía más grande del mundo no va a ponerlo todo en riesgo para destruir a un pequeño país como nosotros". Tampoco los surcoreanos les permitirán un ataque "si significa su destrucción".
Cuarto: EE.UU. "está perdiendo terreno" en la región de Asia-Pacífico. Puede hablar de un pivote hacia Asia y todo lo que quieran, pero con el paso del tiempo, China se está fortaleciendo y Corea del Sur y Japón van a tener que decidir en qué lado están. China no va a ninguna parte, nosotros tampoco". El autor cree que, en opinión de los norcoreanos, el tiempo está de su lado en este juego.
El quinto argumento en la lógica de Pionyang es que si renuncia a sus armas nucleares, no le quedará nada para oponer resistencia al enemigo. "EE.UU. cerró un acuerdo con Muammar Gaddafi para que renunciara a sus armas y miren cómo es Libia ahora. El iraquí Saddam Hussein dejó de desarrollar las armas [químicas] y lo derrocaron. Con armas nucleares controlo mi destino. Sin ellas, estoy en el horno".
Aguardando el día oportuno
El columnista admite que en realidad desconoce qué opina Kim Jong-un sobre EE.UU. y cada asunto particular. Sin embargo, detrás de sus conjeturas están décadas de observación de cómo Pionyang estaba manejando su programa nuclear.
Supone, entre otras cosas, que el dirigente norcoreano puede estar aguardando el día oportuno para anunciar una reunificación forzosa con Corea del Sur. Para ese momento, debería estar seguro de que Washington no haga nada para interferir.
"Es probable que vea a Donald Trump al igual que a sus predecesores, como un presidente al que no le gusta la capacidad nuclear de Corea del Norte, pero con pocas opciones realistas para detenerla", agrega el autor. Por eso Kim no tiene miedo ante el discurso más duro del nuevo presidente. Su lenguaje solo implica que Kim tendrá que asumir más riesgos para mantener su rumbo firme.